lunes, 28 de diciembre de 2009

El fantasma de las navidades pasadas o emborracharse con dos cervezas no tiene gracia.

Pasé la nochebuena en mi casa, solito, como siempre, es algo a lo que estoy acostrumbrado. Por la tarde me tomé un par de chelitas con los cuates, juro que fueron solo dos, es necesario hacer énfasis para que no tomen a mal lo que les contaré. El rollo es que me quedé dormido como a eso de las diez de la noche y me desperté un poco antes de las doce, pero todo había cambiado, la casa estaba distinta y tenía visitas, no me explico cómo sucedió.

Al principio sentí un viento fuerte (puro Asturias) colarse por la puerta, algo extraño, pues había cerrado con llave, en eso me doy cuenta que ahí estaba mi primo Morgan, cosa más extraña todavía, porque yo no tengo un primo Morgan. Le pregunté quien era y me dijo, en ese inglés raro que hablamos los beliceños, soy tu primo Morgan, vine a principios de diciembre a Guatemala, soy el hijo de tu tía Mary Bush Smith, soy el que siempre te conseguía novias cuando ibas de vacaciones a Belice; te acuerdas que cuando hablábamos por teléfono te decía que quería venir a visitarte, todo porque me contaste que las mujeres de este país son muy bonitas y se emocionan al ver un hombre de color, por eso ahorré y aquí me tienes. Yo sé que eso no es cierto, las guatemaltecas no son de emocionarse y si lo hacen saben ocultarlo; pero sobre todo, yo no tengo un primo Morgan.

Recordé algo de cuando Morgan llegó, supe que lo había acomodado en la sala, para que fuera más fácil deshacerme de él; pero luego se instaló en el cuarto que tengo para lavar ropa; me sentí algo esquizo, pues como ya dije, no tengo un primo Morgan, así es que no era posible que recordara algo al respecto.

Morgan no paraba de hablar y me decía que pensaba que encontraría mi casa llena de chicas, que se imaginó que yo tendría una especie de club nudista, solo de mujeres. Yo me encargo de eso, por aquí hay buenos prospectos, ¿acaso no has visto a la que despacha en la tienda?, dijo.

A la mañana siguiente, me levanté, no recordaba nada de la noche anterior. Al pasar para el baño veo a la chica de la tienda sentada en mi sillón, se me queda viendo y dice hola, mientras toma su café; Morgan me dice que no sea descortés y que le responda a Lucky.

Seguí de largo para el baño, cuando salí ya no estaban, pensé que el agua caliente había hecho que todo volviera a la normalidad. Me cambié, leí un rato, de repente escuché ruido en la cocina, fui a ver y que me encuentro con Lucky, moviendo algo en un sarten, mientras bailaba al ritmo de una tonada que ella misma cantaba, estaba completamente desnuda. Me quedé sin palabras.

Pasados unos minutos tocarón la puerta, cuando salí a abrir tuve que restregarme los ojos, era un grupo de mujeres, reconocí a un par que son mis vecinas, las otras eran amigas de ellas, y amigas de las amigas, eran como diez o cien, parecía una multitud. Entraron y de inmediato se quitaron la ropa, minutos después todas estaban desnudas, conversando y comiendo lo que Lucky había preparado. Morgan se me quedó viendo y me dijo: ¿es o no es este el paraíso? Otra vez me quedé sin palabras.

Llegada la noche las chicas se fueron, agradecieron por la hospitalidad. Al rato me quedé dormido, cuando desperté el dinosaurio todavía estaba ahí, eso no es paja, es un dinosaurio de plástico que tengo en la mesita de noche. Fui a bañarme, antes pasé revisando y todo estaba en su lugar, ni chicas ni primo Morgan, que por otro lado, vuelvo a decir, no tengo ningún primo Morgan.

No sé si sentirme como Ebenezer Scrooge o en un amanecer con cruda, juro que solo me tomé dos chelitas, vaya usté a saber qué sucedió.

Salú pue.

jueves, 17 de diciembre de 2009

De noviembre a diciembre, metido en un carro con una conductora histérica (mi asistente); más una pequeña nota sobre la academia.

Algunas personas que me conocen dicen que soy negativo, será por el color, porque la verdad es que siempre trato de tener actitud positiva. Lo que pasa es que a veces suceden cosas que ponen los nervios de punta, como lo que les voy a contar, entonces se llega a pensar que el mundo está en contra de uno.

La mayoría de los hechos sucedieron en este mes, al que todos llaman el mes más lindo del año.

Todo comenzó a principios de noviembre, por aquellos días obtuve un contrato para realizar cierta investigación, que la verdad ya tenía investigada, pero como hay que aparentar que la cosa es complicada, y como la paga sería bastante bonita, entonces contraté a una patoja para que me apoyara en el proyecto; todo parecía muy fácil. En el momento que escribo esto el trabajo está finalizado y entregado, o sea que la cosa salió.

El asunto es que la chica, señora jóven, madre de familia y esposa ejemplar, vive en la zona 6; por otro lado, las reuniones de trabajo, porque las hubo, fueron en la zona 10 y 14; y como yo vivo en la zona 1, pues todo quedaba a trasmano.

Como no tengo carro (creo que ya lo dije muchas veces) y mi asistente si (se oye bonito, le voy a decir así por el resto del relato, como ahora soy aprendiz de caquero), tuve que pedirle que pasara por mí (claro que le pagué la gasolina y depreciación del vehículo), cada vez que teníamos reunión, o sea casi todos los días.

Ella es muy voluntariosa y colaboradora (mi asistente), pero tiene demasiadas cosas que hacer antes de empezar la jornada y a la mitad de la jornada y al final de la jornada; por lo que siempre andaba acompañada del marido y los hijos, a quienes tenía que dejar en su destino antes de empezar a trabajar.

El itinerario era más o menos de esta forma: ella pasaba por mí, luego llevaba a los niños a la casa de su mamá, ella se los cuida; como no los podía dejar tirados entraba a la casa, se tardaba unos quince minutos, en los que me tenía que poner a conversar con el marido, tipo agradable por cierto, pero que sólo habla de fútbol; después dejaba al marido en su trabajo (el de él), para finalmente llegar a nuestras reuniones; al medio día corría para ver a sus niños, al marido lo dejaba tranquilo y a mí me dejaba en el centro; por la tarde la rutina era la misma, ir por los niños, por el marido, esperar mientras ella entraba a la casa de la mamá, hablar de fútbol, apechugarme atrás cuando subían los niños, quedarme en el centro, mientras ella se iba.

Terminaba agotado, pero la pobre, de seguro, lo resentía más. Se me olvidaba, en el interín, en algún momento de todo este movimiento, ella recogía a la señora que ayuda a la mamá en el cuidado de los patojos.

Un día, para ser exactos el 9 de diciembre, veníamos de regreso; ella manejaba, iba a más de cien, había un letrero de desviación... Esperen, esa es la letra de una canción; ya me distraje, pero vuelvo al relato; ella manejaba como que fuera Juan Manuel Fangio o cualquier camionetero, la anarquía total. Ibamos por la 11 avenida cuando nos quedamos atascados, no se podía avanzar. Como pudo, retrocedió, se metió por callejones, incluso se fue en contra de la vía, todo para tratar de salir a una calle despejada; mientras tanto llamaba al marido, a la señora que cuida los niños, a la mamá, profería algunas maldicones, somataba las manos contra el timón, bocinaba; hasta llegó a decirme que me quedara yo con el carro, que ella se iría caminando; se puso histérica.

El tráfico estuvo detenido durante unos cuarenta minutos, luego volvió a fluir. Yo me quedé cerca de la iglesia de La Merced, justo ahí estaba la causa del “tranque”, dirían los panameños, una procesión y unos gigantes se movían en la calle.

Con voz medio quebrada, aunque casi le salía la risa, dijo: eso me pasa por no ser católica, no sé de qué diablos es esa procesión; para relajar la tensión le hice un chiste: no son diablos, son santos los que van cargando, dije y se tiró la carcajada; momento que apreveché para decirle que por ahí me bajaba.

De ese día para acá todo ha sido igual, con el carrerío digo, pues a la llegada del tráfico navideño se han agregado: la presentación de La academia, Las luces campero, las procesiones, las manifestaciones en el congreso, los continuos asesinatos en la zona 10, las colas en los centros comerciales, y algunas cosillas más por ahí, y yo metido en el carro con esa mujer histérica.

No me mal interpreten, ella es bien linda, como ya dije, esposa ejemplar y madre abnegada, pero en el tráfico se vuelve la señora Hyde, grita y gesticula. Yo debería estar acostumbrado al rollo, pues siempre viajo en camioneta, aunque al brocha y al chofer uno los puede maltratar, y ni modo que le diga algo a ella.

Como el trabajo terminó ya no he tenido que andar con la conductora veloz, por eso retomo mi actitud positiva, puedo asegurar que el mundo no está en contra mía. Quizá sea momento de pensar, seriamente, en comprarme un mi carrito.

Con ese rollo de la academia, déjenme contarles algo. Resulta que el Adán y la novia fueron a ver el concierto y estaban entusiasmados: que espectáculo, fue grandioso; además lograron quitar a los sindicalistas que llevaban más de un año en el plaza central y, por si fuera poco, Napoleón pasó a la final, dijeron.

Así siguieron, por un buen rato, hablando de lo mismo, hasta que les dije: Miren pues, la cosa tiene que ver con una antigua profecía maya, más o menos va así: En los postreros años, cerca del fin de la vieja era, un heredero maya será coronado en tierras aztecas, de no ser así el mundo será destruído en el 2012.

Salú pue.

lunes, 7 de diciembre de 2009

¿Quemar al diablo?

Maestros y maestras, niños y niñas, moros y cristianos, señor embajador, señores invitados especiales, distinguido público que me honra con su lectura, todos juntos ya; debo comunicarles (aunque ya lo sepan) que hoy es el día del diablo.

Espero que todos hayan juntado suficiente basura: llantas, colchones, chiribisco, papel periódico, fotos de las ex y los ex; libros de Coelho, Brown, Vargas Llosa y los plagiados por Echenique; cosas por el estilo, que sean inflamables y que puedan hacer una linda y calurosa fogata.

La quema del diablo es una tradición que viene desde hace muchísimos años. No soy experto en el tema, pero considerando que ya estoy grandecito y que cuando yo era chiquitío se decía que era algo que los abuelos y los abuelos de los abuelos ya lo practicaban, entonces quiere decir que lo de hacer fogatas en este día es cuento viejo.

Me acuerdo que era bien chilero. Uno se iba a los barrancos a buscar chiribisco y otro tipo de ramas secas, luego se construía una casita, adentro se le metía basura y a las seis de la tarde se le pegaba fuego. El chiste era hacer la fogata más alta y para mitigar el fuego de los vecinos, cuando no se daban cuenta, todos nos echábamos una araña en su fogarón.

Con el paso de los años la quema del diablo ha venido decayendo, los motivos son muchos: la ciudad ya no es la misma, eso es evidente; ya casi no quedan sitios baldíos, por ejemplo; se genera mucha basura y después da hueva recogerla. Por otro lado está la satanización (curioso, ¿no?) que de la quema del diablo han hecho los ecologistas; quizá tengan razón, quizá no, ese no es el tema; la cosa es que los fogarones cada vez son menos.

De cualquier forma siempre he encontrado contradictorio ese rollo de quemar al diablo, ¿acaso no vive él en el infierno pue?

Por eso, si usté tiene basura aproveche para quemarla, siempre y cuando no moleste al prójimo, cosa difícil si se toma en cuenta que toda hoguera produce humo y cenizas.

También hay que considerar que es una vez al año, ya saben lo que dicen: una vez al año no hace daño, por lo que todo mundo puede quemar al chamuco sin sentir remordimiento alguno, la absolución la ha dado la sabiduría popular.

Salú pue.

martes, 24 de noviembre de 2009

La sensación de ser “caquero” o de cómo el “Nais Aquarium” me recordó que hay más peces en las peceras, y que la comida de franquicia sabe a duroport.

Después de haber salido un par de veces con la chica de los piercings (en el lóbulo de la oreja), he notado que es una niña bien. No sólo por la marca del carro, que estimo es modelo 2009, también porque el tonito de voz que identifica a las chicas fresa no se le ha quitado al 100%. Ella lo intenta, pero de repente se le escapa un: o sea pues. El rollo es que, según veo, anda en una etapa de descubrimiento, se percibe que está en busca de la autenticidad, aunque también puede ser rebeldía pasajera; sea lo que sea, debo decir, su compañía es agradable.

El otro día que me llamó tardé un poco en reconocerla, sonaba como esas patojas de colegio caro (también las wanabe hablan de esa forma), de las que expresan su admiración diciendo: alagránnn y terminan cada frase con un: veá. Me dijo que si quería salir el viernes (el pasado), que podíamos ir a comer rico, que pasaría por mí. Encantado dije, ni modo que me negara.

Llegado el día, puse la condición que yo pagaría y que ella escogiera el lugar. Eso de ser gorrón no va conmigo, sólo con andar en su carro ya me siento incómodo, pues ni siquiera ha dejado que le ponga para la gasolina.

Enfiló para la zona 10, tomó la diagonal 6 y al rato estábamos entrando al Oakland Mall. Me tomó del brazo y dijo: te voy a llevar a un lugar evocador. No puse objeción. Unos minutos después nos habíamos sentado en una de las mesas VIP de Nais Aquarium. Es para que recordés un poco de tu natal Belice, dijo.

Aquí entre nos, el restaurante es bonito, pero es más para que los papás lleven a sus hijos pequeños. Sólo a los niños les puede resultar divertido ver esas grandes peceras, el lugar no es la gran cosa y la comida no es tan buena.

Como tengo tacto y siempre trato de no parecer grosero, evité decirle que no era la primera vez que visitaba el restaurante. Lo que si le dije fue que mis recuerdos de Belice no tenían nada que ver con la playa y la fauna acuática. Tuve que hacerlo, pues insistía con que le dijera el nombre de cada uno de los peces. Yo intentaba hacerme el chistoso y decía cosas como: ese se llama Chepe, el otro Pancho, y cuando observé un pez payaso le dije: ¡encontré a Nemo, encontré a Nemo!

En algún momento de la conversación le salió lo caquero que lleva dentro, de forma natural mencionó: mirá Johan, a mí me gusta mucho que hayan construido el Oakland Mall, es como, no sé, algo nuevo, algo que este país no tenía, algo como de primer mundo, además, el aquarium está bonito, veá; claro que no es como los que hay en los ‘estados’; pero por algo se empieza; o sea pues.

Pensé que era difícil creer que debajo de tal superficialidad había una chica inteligente y culta; pero así era, salvo esas lagunas, la mayor parte del tiempo hablaba de cosas interesantes.

Considerando que la comida no es buena, pues es comida de franquicia, y que cobran la entrada, el Nais Aquarium es bastante caro. Afortunadamente acabo de recibir una buena platita, por un proyecto que recién entregué, así es que con ella o solo, en estos días ando dispuesto a complacer alguno de mis gustitos caros. De cualquier forma, cuando tocó pagar se negó a ser invitada, eso ya pasó de moda vos; dijo, mientras pagaba su parte; no tuve más remedio que aceptar.

Al salir, caminando por aquellos pasillos que ya lucen adornados de navidad, y sabiendo que tengo algo de dinero para gastar (disculpen que lo vuelva a mencionar, pero no siempre tengo, y como ando en plan caquero, entonces lo presumo), tuve el impulso de gastar alguito. La llevé a una tienda en la que venden vinos franceses, entramos, compré uno de buena cosecha, balanceé la botella en mis manos y dije: vamos a mi casa, allá tengo unos quesos para acompañarla.

El resto de la velada no lo contaré, pero si imaginan que pasó lo que pasó tienen razón, por supuesto que el preámbulo fue, cómo les digo, agradabilísimo.

Cuando se despidió me dijo: Johan, me encantó conocerte, esta es la última vez que salgo con vos, no me malinterpretés, lo que pasa es que mi familia acostumbra celebrar el ‘thanksgivingday’ en los ‘estados’; salimos mañana y ya no regreso a Guatemala hasta dentro de unos diez meses, porque me quedo estudiando por allá.

No niego que me sentí algo triste, pero con toda la serenidad del caso le dije: para mí todo esto ha sido muy agradable Linda (se llama Linda), te deseo... (hice una pausa) toda la suerte del mundo.

Me quedé con las ganas de invitarla a Casa Yurrita, hasta había diseñado un plan para que ella no pagara. Igual iré, no será lo mismo, pensé, aunque en el momento vino a mi mente la imagen de las peceras y dije, en voz alta: hay más peces en el mar, o en las peceras.

Salú pue.

martes, 17 de noviembre de 2009

De los que no buscan será el reino de lo inesperado

No he tenido pareja estable desde hace varios años, pero me las ingenio para no estar solo todo el tiempo. La compañía de una mujer es de lo que más se disfruta en esta vida, pero ya saben: todo con medida, nada con exceso.

Eso sí, cuando la compañía femenina escasea siempre están los cuates; aunque hay días en los que definitivamente hay que apechugarse con la soledad, cosa que no tiene nada de malo, también es agradable.

Las últimas semanas ha habido escasez de unas y otros; pero no me preocupo, ni me siento solo, estoy seguro que será un tiempito, nada más. Los cuates andan cada quien en su rollo. El Adán ha venido a buscarme para que le de consejos, siempre le digo que utilice preservativos, a lo que responde que ya aprendió la lección y me muestra la cajita que carga entre su mochila. El Jonás está ocupadísimo, así dice él; yo le creo, porque entre su numerosa prole y la iglesia, a saber cómo le hará. El Beto se conectó una su chica que hace trabajo voluntario y, como anda encampanado, viaja con ella a todos lados.

En esas de estar y no estar con alguien, una tarde pasé enfrente de la casa en la que dicen que está un lugar que se llama Libre café. Como ya me habían contado que no tiene rótulo y que la puerta está cerrada, pero se toca y lo atienden a uno, entonces me paré y toqué; salió a abrir una muchachita, flaquita, flaquita ella, bastante amable, quien me dijo que pasara adelante.

El lugar se ve medio caótico. Entré, hice mi observación rutinaria, caminé por los corredores, no es tan grande; en las paredes hay unos murales bien chileros, aunque da la impresión que no están terminados; por otro lado pude ver una cuna blanca, con un móvil del que penden unos machetes, también blancos; parece que algún artista conceptual la dejó olvidada por ahí; bonito juguete para los niños, pensé.

Me acomodé en una mesita, pregunté qué había de comer, no me dieron muchas opciones, por lo que pedí un pay de pollo y una ensalada de tomate, venía decorada con sal negra y albahaca; bien rico todo.

Ahí estaba yo, distraído, cuando levanté la vista y que me encuentro con la imagen de una patoja como de unos 30 años, sentada en la mesa de enfrente, tomándose un su café, solita, igual que yo. Sostenía en la mano izquierda lo que parecía una partitura y con los dedos de la derecha marcaba el ritmo sobre la mesa, tac, tac, tac, se oía. Vestía unos jeans, tenis; blusa sencilla, pero sexy; tenía el pelo corto, llevaba puestos unos antejos de aros y patas anchas, de esos que están de moda; eran notorios los piercings que cubrían todo el lóbulo de su oreja derecha; bonita se miraba, pero no le puse mayor atención.

Volteé a ver hacia otro lado, mientras sacaba de mi morralito un lápiz y un cuaderno, cosas que siempre llevo conmigo, pero nunca uso. Los puse sobre la mesa y adopté posición de: primero pienso, luego escribo.

A tomar el lápiz iba cuando escuché una vocecita que me dijo: me lo prestás. La niña se había movido sigilosamente hacia mi mesa. Ya sentada, hizo algunas anotaciones en su partitura, borró algo, lo volvió a escribir, sacudió la hoja, la dejó a un lado, me miró a los ojos y se puso a hablar. Me contó que era la primera vez que visitaba el lugar, que estudiaba en el conservatorio nacional de música, que su instrumento preferido era el piano, que no tenía novio; que vivía sola, ahí en el centro, a unas cuadras de Libre café; que le gustaba la literatura, que no le gustaba salir con menores que ella, que prefería los mayorcitos, que tenía 29 años; me dio su opinión sobre política, deporte, espectáculos; me sorprendió su humor ácido y sus comentarios desenfadados, como cuando dijo: me gustaría pedir un espagueti al porno; ah, al forno, dije yo; a lo que replicó: no, al porno, desnudo, sin nada encima. Otra de sus buenas puntadas fue cuando mencionó: la única forma de poner el nombre de Guatemala en alto es escribiéndolo en un barrilete y soltar todo el hilo del carrizo.

Conversamos un buen rato, hasta que me dijo que tenía que irse. Me ofrecí a acompañarla, pero resultó que fue ella quien me llevó, pues tenía parqueado su carro afuera, y como ustedes saben, si no lo saben se los cuento, yo ando a piecito.

Le agradecí el aventón, me despedí de beso, pilas que es uno; a bajarme iba cuando me dijo: Johan, tengo entradas para un concierto de piano que habrá la otra semana en el auditorio de la Marroquín (la universidad), ¿me acompañás? Ulugrún, dije yo, dentro de mí. Traté de quitar mi cara de sorprendido, al tiempo que respondía: me encanta el piano y dicen que esos chavos que darán el concierto son bien pilas... No terminé de pronunciar la frase porque ella interrumpió: entonces paso por vos.

Aquello fue algo extraño, no porque se trate de una patoja tan joven, eso ya me ha sucedido otras veces (aunque recuerden que soy un pajero); lo digo porque el concierto estuvo bien calidá y la compañía mejor; cuesta que eso suceda.

Salú pue.

martes, 3 de noviembre de 2009

Fiambre, difuntos, “reguetón”; o de cómo la vejez cambia la forma de ver las cosas

Maestros y maestras que visitan mi semi-abandonado blog, les cuento que este año no hubo fiambre. Voy a sonar como despechado, pero la verdá es que no mucho me gusta el mentado platillo, tiene demasiados ingredientes. El año pasado me di una buena comilona, con chelitas y todo; pero estaba en buena compañía, así uno se anima a hacer concesiones.

Para los que no lo saben, el fiambre se come una vez al año, el 1 de noviembre; es una mezcla de todos los embutidos habidos y por haber, colocados sobre una base de verdura picada, curtido que le llamamos en Guatemala.

Muchas tradiciones se vienen cuando inicia noviembre, partiendo del hecho que todos acuden a adornar las tumbas de sus muertos; aunque luego, luego, dan paso a la temporada navideña.

A mí esos rituales con la muerte se me hacen insoportables. No tiene que ver con que le tenga miedo, es que no me gusta ir a los cementerios; por mi parte los muertos pueden descansar en paz. No es que sea un tipo sin sentimientos, yo también tengo mis muertos, a los que recuerdo de forma recurrente: mi abuela, mi madre, la madre de mis hijos; pero nunca he visitado sus tumbas, es parte de mi forma de ser.

La cosa es que, a pesar de ser una tradición del día de los santos difuntos, para mí, comer fiambre más me parece una celebración de la vida; en línea con el comamos y bebamos que mañana moriremos.

Pero ya la fecha pasó, yo sigo hablando del tema porque mi cabeza está hecha un revoltijo; bueno sería tener el orden de Miss Trudy, quien siempre llena sus post de actividades, pero bien ordenaditas las presenta.

Como dicen que escribiendo uno hace espacio para nuevas ideas, además espero que al comentar acá algunas trivialidades pueda poner un poco de orden en los pensamientos, pues ahí les van.

Hace unos días, en una de esas ventas de antigüedades, veía un teléfono sin números ni disco. Un niño se le quedó viendo al aparatejo y le preguntó a su papá: ¿qué es eso papi? Él respondió: Está raro vos, parece un teléfono, pero a saber cómo funcionará. Resistí la tentación de contarles que se trataba de un teléfono de los que se usaban hace unos cuarenta años, cuando habían operadoras que comunicaban con otros números; sólo se levantaba el auricular y timbraba en la central, donde una amable mujer decía: ¿con quién quiere hablar?. Yo siempre olvidaba el número, entonces la señora pedía el nombre, uno decía: con doña fulanita de la tienda, y la amable señora nos contaba que había salido de viaje a ver a su abuelita enferma y no regresaría hasta dentro de unos días. Mucho mejor que esas dichosas contestadoras automáticas que hay en estos días. Supongo que un niño de esa edad, tenía como 10 años, ya debe tener entre la bolsa un celular 3G, o una Black Burry, o Berry, da lo mismo. Si que estoy viejo dije en voz alta.

Visualizando el celular estaba, cuando empezó a sonar una melodía de ritmo reguetón, ya melodía, a esa bulla que bailan los patojos de ahora me refiero. De inmediato recordé un video que me llegó por email, en donde una pareja baila el mencionado ritmo.

Púchica maestros y maestras, eso es bailar, lo demás son babosadas, si vieran a esos dos, es algo así: Ella le da la espalda, él la toma de la cintura, ella arquea el cuerpo hacia adelante, él se arquea hacia atrás, ella le pega las nalgas, él extiende los brazos, ella se mueve rítmicamente sin despegarse, él le pone una mano en el vientre, ella no deja de moverse y se arquea más, él levanta una mano como si fuera jinete de jaripeo, ella se da la vuelta, él se queda parado y abre las piernas, ella se pega de nuevo y se mueve otra vez en círculos, ella se pone como que fuera perrito, él la monta por detrás, ella se da vuelta y hace como que le baja el pantalón, él le pone las manos en la cabeza, ella hace como que succiona, él hace como que traba los ojos. Es una especie de video porno, pero ambos están vestidos. Bien pilas para bailar.

Sin embargo, miren como cambian las cosas, también recibí otro video, la misma música, el mismo baile, el mismito, así sin paja, con la única diferencia que los protagonistas eran niños de entre seis y diez años (si no me creen gogléenlo), que estaban en la celebración de un cumpleaños y alentados por padres y madres, participaban en un concurso de baile. Aquí si me chocó el asunto, para que se los describo, si era como estar viendo pornografía infantil.

Me puse a pensar en lo mucho que cambian los tiempos y como la gente es producto de su entorno, no tengo nada en contra del reguetón, pero es inevitable pensar que los niños de esa fiestecita, de seguro, estarán teniendo sexo a los once o doce años.

Quizá ya estoy viejo y me estoy volviendo puritano, pero creo que eso no se hace con los patojos.

Salú pue.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Apagón


El domingo pasado, hace unos diítas, hubo un apagón en toda Guatemala; la versión oficial dice que un rayo cayó en la sub-estación del INDE (Instituto nacional de electrificación) ubicada en Escuintla, por lo que durante dos horas consecutivas la luz brilló por su ausencia.

Por ahí salió un español, quien dijo llamarse, o ser, algo así: El monje. El tipo afirmó haber sido el causante y que era el líder de trescientos mil campesinos armados, quienes conformaban la nueva guerrilla del siglo XXI. Yo creo que ese chavo quería irse a España y como no tenía pisto para comprar el boleto aprovechó el apagón para hacerse notar. La cosa es que le resultó, porque el gobierno lo deportó; o sea que lo puso en un avión y lo devolvió a la madre patria.

Pero no ese eso lo que les quiero contar. Resulta que ese día me encontré por ahí a la maestra que escribe las Historias citadinas, en el momento justo del apagón. Yo sé que más de alguno pensará que soy un pajero, por eso les aporto la prueba, que ella misma dibujó, ahí estamos uno a la par del otro.

Salú pue.

lunes, 5 de octubre de 2009

Star Wars o los dioses de mentira o que la fuerza nos acompañe

Por ahí anduvo circulando la invitación a asistir y exponer en la V convención de Star Wars en Guatemala. Es increíble la cantidad de gente que todavía sigue empatinada con esos muñecos; se volvió una especie de sub-cultura, hasta una religión Jedi creo que hay.

Nunca fui seguidor de ese rollo, quizá porque cuando estrenaron la primera película ya tenía más de treinta años; y la literatura me absorbía, era mucho más importante que un juego de niños (esa última frase fue chingandito, la escribí para dejar salir el snob que llevo dentro).

Recuerdo que en el cine hicieron tremendo alboroto cuando trascurrieron aquellos pocos segundos en los que, entre la copa de los árboles, sale uno de los templos mayores de Tikal; ni se miraba bien, pero la mara es bien novelera.

Una cosa que decían de esa primera película es que los efectos especiales eran los mejores de la historia del cine. Estaban chileros, eso nadie lo niega, hay que tomar en cuenta que era 1977, aunque ahora se ven bien chafas. Muchas de esas naves daban la impresión de ignorar las leyes elementales de la aerodinámica, de lo que yo no sé nada, pero se oye bonito decirlo; a lo que quiero llegar es que se me hace difícil creer que una nave en forma de pelota pueda alzar vuelo; pero repito, que sé yo de eso. Además todo era fantasía y ahí si que la imaginación no tiene límites.

El Adán, quien es fan de la mentada saga y no se pierde la convención, me contó que la onda estuvo dos que tres. Hubo mara que se disfrazó, otros que expusieron sus colecciones de juguetitos, que ya dejan ver el maltrato de los años. Unos chavos de una academia de artes marciales hicieron exhibiciones con sables de luz, bien simpático el evento.

Siempre he creído que no tiene nada de malo que la banda se engolosine con esos rollos; pero también pienso que son bien exagerados cuando dicen que ese George Lucas es un genio, porque se inventó todo ese universo; y los gringos bien macizos, porque a falta de mitologías propias y dioses ancestrales, adoptaron a esos muñequitos como sus héroes mitológicos.

Lucas, quien para nada es lucas, lo único que hizo fue agarrar un poco de todas la mitologías, habidas y por haber, y las convirtió en caricatura y en el negocio de su vida; ahí si que fue bien pilas. Al final, sólo repitió, con mayor éxito, lo que ya habían hecho antes los creadores del universo Marvel y los DC Comics; hasta el Santa Clos, mezcla de dios pagano y santo católico, entra en la colada.

Todos esos héroes y villanos le deben a las mitologías griegas, japonesas y escandinavas; eso ya se sabe; pero debo reconocer que algún talento poseen los escritores que inventaron tal subcultura. Por ejemplo, algo tienen que tener diálogos como: Luke, yo soy tu padre, para que el actor no se carcajeara mientras lo repetía frente a las cámaras.

Como los seguidores de la fuerza se cuentan por millones, mejor la dejo ahí, porque no quiero que vengan y me partan en pedacitos con sus espadas de luz y luego se los den de comer al Jaba.

Salú pue.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Relaciones, atracciones y otras fatalidades

A pesar de mi timidez les he contado algunas cosas que pasan al terreno íntimo, recuerdan el episodio de Marina (quien no se llama así); además por ahí he mencionado a mis dos hijos, ellos viven en el extranjero y la única comunicación que tenemos es vía Skype y correo electrónico. Aparte de eso muy poco, pero no se hagan ilusiones, así seguirá este rollo, la timidez no se quita de un día para otro.

Hace unos días me topé con Marina (ese no es su nombre, pero así le decimos aquí entre nos), la iba a saludar, ya saben, iluso que es uno, creyendo que se pueden mantener relaciones amistosas con las ex, pero se hizo la loca y se cruzó la calle. Me quedé un poco contrariado porque quería platicar con ella. La verdad, así sin pajas, es que estaba buscando alguien con quien platicar, sin importar quien, era uno de aquellos días en los que la soledad ataca, pero se pasa rápido.

Seguí caminando y llegué a La casa de los nazarenos, ese cafecito que está enfrentito del Conservatorio nacional de música. Entré, pedí una mi tacita de café, saqué un mi librito, me acomodé, adopté mi pose antropológica, pero como no había nadie me puse a cazar moscas con la vista; nada que con la mano, como Obama; o con palillos chinos, como el Karate Kid; yo con la pura vista, así miren, así.

Unos minutos habían pasado cuando entró una pareja, bien chavitos ellos, parecían estar peleando, digo yo, porque la gente no se habla gritando. Se sentaron uno frente al otro, ahí fue cuando confirmé que estaban peleando, pues aunque no los conozco, es casi seguro que de estar contentos se hubieran sentado a la par. Cuando uno es patojo aprovecha cualquier lugar para apechugar a la novia.

La niña tenía los ojos rojos, su compañero miraba al horizonte, ella rogaba, él se dejaba rogar, pura escena de telenovela mexicana parecía. Pidieron un café y siguieron con la pelea, así pasaron algunos minutos. Finalmente ella sacó un peluche de su mochila (al mismo tiempo salieron volando unos cuadernos), le arrancó la cabeza, tiró una parte al suelo y la otra a la cara del patojo (pero no le acertó), se dio la vuelta y se fue; el chavito se quedó con cara de tonto; yo que soy muy observador me di cuenta que esa cara ya la llevaba cuando entró, o sea que no fue por el clavo que se le puso así.

Entonces, de golpe, me acordé de una novia que tuve, hace muchísimos años, era una muchacha bonita, aunque nada excepcional; me gustaba cuando se me quedaba viendo, como dicen los mexicanos, con ojos de borrego a medio morir. Era bien linda, se esforzaba mucho, me escribía largas cartas de amor, y también poemas, decían más o menos así: pero me acuerdo de ti y se me desgarra el alma; n’ombre esa es la letra de una canción. Lo que les quiero decir es que se plagiaba canciones y poemas, luego me los dedicaba; se daba a querer.

La relación no duró mucho, porque de una carta a la semana, pasó a una diaria y después a dos o tres. Ahora agradezco que no haya sido en estos tiempos de Internet, correo electrónico y blogs, porque me los llenaría en un decir Jesús. El asunto es que se convirtió en una Fatal atraction (no me vayan a decir que no se acuerdan de la mentada película), afortunadamente yo no tenía conejos que me pudiera poner a hervir. Me libré de ella más fácil de lo que imaginé: me cambié de casa y no le di mi nueva dirección.

Ahora que lo pienso, hay muchas parejas que se convierten en fatal atraction. Cuando uno llega a sentirlo han acaparado todos los espacios, se hacen omnipresentes (pero no porque sólo quieran mantenerse en el Omni), cuando uno no está llaman, y si no se les da aviso cuando se sale se ponen agresivas y terminan llorando, bien manipuladoras. Lo peor es que como cuesta librarse de ellas.

Yo creo que no sólo las mujeres se transforman en atracciones fatales, también deben existir hombres que lo hacen, pero eso que lo cuenten las estimadas maestras que tengan a bien leer esta notita.

Salú pue.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Independencias, dependencias, el señor León y la negra que tiene tumbao

Es el cumpleaños de la patria, el estribillo anda en boca de todos. Se pone bien azul la ciudad, llena de banderitas, bien linda se mira.

La verdá que ese rollo de la independencia ni me va, ni me viene. Pensarán que lo digo porque no nací en este país, pero no duden que me siento tan guatemalteco como tú. Sucede que soy iconoclasta y no puedo hacer nada al respecto.

Siempre he dicho que la independencia está bien, ya vieron que Gandhi se moría por ver una India libre, y así fue. Por eso no minimizo esas cosas, cada quien puede ponerse banderitas donde lo crea conveniente y celebrar, y marchar, y tocar redoblantes.

El asunto viene a colación porque unos hablando de independencia y yo ando de dependencia en dependencia. Les cuento: estoy haciendo un mi trámite burocrático. Como saben, esos señores son especialistas en complicar todo y lo que debió haber tomado un par de horas se convirtió en aquella famosa historia que escribió Kafka. Entonces me mandan y regresan de una a otra dependencia, estas a su vez dependen de alguien que, según dice, no puede darme una solución.

Se trata de algo simple, eso creo. El patojo de la ventanilla tiene voluntá, claro que él depende del titular de la dependencia; por eso me envió a otra dependencia, para ver si podían ayudarme; pero nel pastel, ellos también dependen del mismo jefe. Así es que me toca esperar a que pase el feriado por la independencia patria. Me la hicieron cansada y así me siento, cansado.

Por eso terminé pensando que la independencia nos dejo llenos de dependencias que complican la vida del ciudadano independiente.

Todavía estresado, llegué al internet del Adán buscando algo de relax o de relajo en la web, y con ganas de contarles el asunto. Me senté, al rato me di cuenta que tenía una llamada perdida y un mensaje de voz; lo escuché y resulta que una linda y agradable voz femenina me dice: Johan, por favor puede comunicarse con el señor León, al teléfono xxxxxxxx, para un asunto que le interesa.

Tuve la intención de devolver la llamada, pasó por mi mente que alguno de esos burócratas se había compadecido de mí. Eso no sucede, me dije, al tiempo que recordé la broma clásica.

El Adán y el Beto me miraban de reojo, fue ahí que les eché a perder el chiste. Ni crean que voy llamar al zoológico y preguntar por el señor León, esa broma es tan vieja que creo que la inventó el mismo Noé, les dije. Se quedaron viéndome, con cara de decepción. Yo seguí escribiendo mi post.

No sólo los trámites burocráticos hacen estragos, también los desfiles, aunque a la larga hacen menos que las procesiones, así es el centro histórico. En estos días el tráfico se pone peor que de costumbre, porque ahí anda la mara de arriba para abajo, corriendo con una antorcha en la mano, y todos atrás de quien la lleva, como que fuera Forrest Gump.

Conste que muy de vez en cuando se tiene suerte y el congestionamiento es provocado por algo que vale la pena ver; como sucedió hace unos días.

Se acuerdan de aquella morenaza que aparece en el video de Celia Cruz, el de la canción que se llama, o que dice: La negra tiene tumbao. Fíjense que iba con unos cuates, caminando a la altura del Artecentro de la fundación Paiz (de lo poco que les quedó después de haber vendido los supermercados a Walmart), y que empiezan a circular más despacio los carros, y aprovechando el rojo del semáforo se quedan parados y así se mantuvieron, a pesar de haber cambiado a verde.

Yo soy mero distraído y primero me di cuenta del embotellamiento, pasados unos segundos volteé la mirada y que se revela ante mis ojos tremenda mujerona, era ella, la misma del video. Fue ahí que entendí por qué todos se quedaban observando; si hasta una patoja le pegó un codazo a su novio, no porque él estuviera viendo, más bien porque él no había visto, lo codeó para avisarle, buena onda ella.

El espectáculo duró unos minutos, la chica correspondió las miradas, sonrió, se detuvo, luego siguió caminando, moviéndose más, como en el video. Fue impresionante, aun después de haber desaparecido todos quedamos con la vista fija hacia el lugar en el que estuvo.

Con esta evocación se fue mi estrés, al grado que dije en voz alta: claro que tiene tumbao la negra.

Salú pue.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Apuntes del día noveno, del noveno mes, del noveno año.

En el día noveno, del noveno mes, del noveno año del tercer milenio, sucederán cosas extrañas. Es un intento de profecía, aunque nunca he sido bueno para ver el futuro, no niego que a veces me dan ganas de entrarle a la profetizada, como hacía Juan Dámaso. Mejor esas cosas se las dejo al Jonás.

El día tiene algo de cabalístico, pero me temo que hace falta que sea el año 9999 para que de verdad se preste a más supersticiones. Si alguno vive hasta esa fecha me cuenta, aunque pensándolo bien no podría hacerlo porque no estaré.

El Jonás y el Adán dicen que alguien pronosticó un cataclismo para el 09-09-09, a las 09:09; ya ven que no pasó nada. También mencionaron que alguna gente opina que será a las 09:09pm. Digo que no hay de que preocuparse, nada pasará; además en la noche ya serían las 21:09.

Dejando de lado los delirios de profeta, pues no tengo ningún talento para ello, viene a mi mente un post del maestro Juan David Vélez, colombiano él, quien tiene un blog bien chilero. Él habla de sus talentos y leyéndolo me dieron ganas de explorar dentro de mí, para ver si tengo alguno.

Hace algunas décadas, cuando todavía daban boleto al subir a la camioneta, ¿recuerdan que tenían un número? Uno se ponía a sumarlos y si daba 21 se lo podía cambiar a una patoja por un beso. Yo era bueno para encontrar esos boletos, no era que tuviera suerte y siempre me tocaban, lo que hacía era quedarme viendo a los que la gente dejaba tirados y de inmediato me daba cuenta si sumaban 21. También era bueno para encontrar los capicúa, claro que por esos no daban beso, pero era raro conseguir uno. Por aquellos años mi hija miraba Plaza Sésamo, ahí salía un vampiro que tenía la manía de contar todo: 1, 2, 3, 4, y así se iba. A mí se me pegó, sólo que ahora cuento cuentos pajeros.

Algo que considero un verdadero talento es que puedo leer un libro y al terminarlo lo dejo como nuevo, sin hojas dobladas por las esquinas, sin manchas en la portada, nítido queda. Es algo que no sirve de nada, porque el tiempo termina por arruinarlos, se llenan de polvo y las hojas se ponen amarillas.

Lo de contar cuentos si me ha sido útil. Cuando llegaba tarde, o no llegaba, al trabajo, era fácil inventar un cuento. Los hacía tan perfectos que siempre convencía al jefe. Si era un accidente y me pedían detalles, sobre lo que fuera que hubiera contado, inventaba sin parar. Así fue como me hice pajero. Esto es paja maestros y maestras, nunca en la vida he tenido un trabajo fijo, con jefe y todo lo que conlleva.

Durante el tiempo que tengo de escribir este blog, he descubierto que poseo el talento de exasperar a cierto tipo de gente. Personas que no conozco, ni me conocen, pero que se enojan conmigo; quizá se sienten reflejados o aludidos en lo que escribo. Una vez hasta llegaron a retarme a un debate sobre los cuentos pajeros. Es quizá lo más chistoso que me ha pasado, porque ¿quién querría debatir sobre pajas?

Creo que otro de mis talentos es que todo me da igual, no me hago bolas. Y ahí le paro, pues no quiero parecer engreído. Mejor compartan ustedes sus talentos.

Salú pue.

lunes, 31 de agosto de 2009

Guatemala, país de contrastes; o, el libro Guiness de los records, la comida en abundancia y la gente que se muere de hambre.

Hay mucha gente que se esfuerza por implantar algún récord para que aparezca en el libro de Guiness. Eso no tiene nada de malo, cada quien con su rollo, o sea, cada loco con su tema. A mí esas cosas siempre me han parecido triviales, es algo así como sentirse orgulloso porque alguien nacido en Guatemala haya escalado el Monte Everest, o porque unos fulanos ganaron un concurso después que todo mundo se puso a gastar su pistío enviando mensajitos de texto. No se trata de restar méritos a la mara, ni de pensar en que el pisto gastado mejor lo hubieran empleado en algo de beneficio social, esa es otra historia. Lo que pasa es que hay actividades que de plano son para gente sin oficio, como esto de escribir en un blog.

Yo respeto mucho a Chespirito, porque encontró la fórmula del humor y la repitió, y repitió, durante muchos años, y le gustó a generaciones de generaciones; también lo respeto porque es un tipo listo. Una vez un periodista mexicano le preguntó si había considerado inscribir su programa en el libro de Guiness, por todo el tiempo que había durado en el aire (o creo que fue porque su obra 11 y 12 estuvo un tanatal de años en la cartelera teatral), el chiquitín respondió, más o menos así: No me interesa estar inscrito en un libro junto a alguien que se haya comido o fabricado la salchicha más grande del mundo.

Pues fíjense que les hago todo este cuento porque desde hace unos días la prensa guatemalteca anda diciendo que en Guatemala hay desnutrición, y todos los días le dan al mismo tema. Y que se enoja el presidente, y que pone al ministro de salud a que lo niegue, y que el ministro de salud dice que no hay desnutrición aguda, que lo que hay es desnutrición crónica; y que ni se dio cuenta que metió la pata, porque en todo caso eso es peor; y que lo que él quería era echarle la culpa a los gobiernos anteriores, y que la prensa lo pone en evidencia, y que la cosa es la de nunca acabar.

Aquí les recuerdo que Guatemala siempre ha sido un país de contrastes, como decía antes la publicidad del INGUAT (Instituto guatemalteco de turismo). Siempre se pueden poner los mismos ejemplos: el país con uno de los mayores índices de analfabetismo, tiene un premio Nobel de literatura; uno de los países más violentos del continente americano, tiene un premio Nobel de la paz. Ahora se agrega el récord mundial, ya se ha solicitado su inscripción en el libro de Guiness.

Resulta que unos doscientos sesenta chefs se pusieron a cocinar juntos y, así en montón, lograron elaborar mil ciento cincuenta y ocho platillos válidos, totalmente comestibles, cosa que fue certificada por el adjudicador de Guiness. Mucha gente llegó al evento; algunos pagaron su entrada, otros fueron invitados, pero todos los afortunados comieron hasta decir basta.

Dicen que de tanta gente que había hasta chiquito se miraba el lugar. También cuentan que bien bonita estuvo la actividad, que la comida quedó rica; por ahí leí que se trataba de la clausura de la feria alimentaria. Lástima que no clausuraron el hambre en Guatemala, claro que ellos no tienen la culpa, no quiero sonar como esos que siempre andan mal criticando.

Porque miren como son las cosas, unos esforzándose para poner en alto el nombre de la patria; mientras que otros ya andan diciendo que por qué no hicieron esa comida para la gente que está padeciendo hambruna y desnutrición.

Ya vieron pue, no es que haya falta de comida, lo que sucede es que siempre hay gente a la que le cuesta estar en el lugar correcto, a la hora correcta.

Salú pue.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Jonás no le hizo caso a la palabra de dios o el evangelio de la verdad o la necesidad de ser miembro de alguna hermandad.

Conocí a Jonás hace varios años, en uno de los primeros talleres que organicé. Por aquellos días su fundamentalismo saltaba a la vista, pues siempre andaba con la espada desenvainada; es decir, con la Biblia desenvainada y, apoyándose en el buen libro, atacaba a cuanto tallerista se le ponía en frente: si una chava escribía temas sexuales, él le decía que estaba desperdiciando su talento y mostrando al mundo su concupiscencia; si un chavo escribía algo escatológico o sangriento, igual sacaba la Biblia. Agarraba parejo, nadie se salvaba de sus sermones. Le caía mal a las mujeres, en general, no sólo las feministas, desde el día que dijo: está bien que las mujeres escriban, pero deben hacerlo después de cumplir con los deberes del hogar.

Así era el Jonás, bien lindo él, insoportable, estuve a punto de mandarlo a volar, pero sus poemas eran buenos, revelaban, en buena medida, el conflicto que llevaba dentro, a pesar que en aquel entonces escribía sobre temas religiosos, bueno ahora también escribe de lo mismo.

Resulta que un día de tantos, siempre por aquella época, me lo encontré en la calle, estaba barbado, descuidado y bastante distraído. Pasó enfrente de mí y no saludó, tuve que seguirlo durante unos metros, hasta que lo tomé del hombro y le dije: ven en pos de mí, no, eso es paja; el caso es que lo invité a tomar un café y después de unos minutos de silencio aceptó.

El patojo estaba triste: no sé que me pasa Johan, creo que estoy a punto de perder mi iglesia, dijo. Ahí fue que me di cuenta que el Jonas había visto la luz; pero no la que él creía haber encontrado años antes, ahora estaba convencido de la inexistencia de dios y decía que la religión era el opio de los pueblos; esperen, creo que eso lo dijo Marx; lo que dijo el Jonás fue: es un requisito, una especie de ritual, un amuleto, algo que no sé explicar, pero que es necesario para el ser humano. Mero loco el patojo.

Otras de sus palabras fueron, medio me acuerdo: me di cuenta que la Biblia es un libro lleno de mitos y leyendas, algo cercano a la literatura, no una guía para la vida. Ahora entiendo que podemos orar o rezar, pero sin esperar a que se cumplan nuestros deseos, la oración sirve para liberar el espíritu, nos conecta con nosotros mismos, con nadie más. Los milagros ocurren en forma aleatoria, porque tienen que ocurrir, porque siempre hay cosas que se salen de la norma, no porque tengamos fe, ni porque una fuerza divina nos haya escuchado, eso no existe. Entendí que hay que ver la vida como una oportunidad única, vivirla al máximo; no hay infierno, no hay cielo, ni caminos angostos que nos lleven allá; solo existe lo que tenemos enfrente, sin ilusiones, sin magia. Yo sólo atiné a pensar: puta, el patojo no es tan baboso.

Pocos días después me contó que estaba tratando de transmitir ese pensamiento a los miembros de su iglesia; es decir, quería predicar, según sus palabras, el evangelio de la verdad, una iglesia sin milagros, en donde no sería necesaria la fe. El problema es que al decir que no había cielo, la gente dejó de llegar, cuando me lo contó dijo: Johan, la gente quiere una esperanza, no importa que sea falsa; les gusta dar ofrenda y diezmos, porque piensan que están pagando, por abonos, su casita en en cielo; quieren orar y creer que eso provoca milagros; quieren reírse del vecino que tiene menos, porque es un hombre de poca fe, por eso no recibe la bendición de Dios; quieren sentirse hijos del todopoderoso.

No quise decirle nada, en ese momento Jonás estaba en una encrucijada, si le daba a la gente lo que quería se sentiría culpable, como un estafador. Además había llegado a vivir bien; tenía una casita, comprada con el dinero de los diezmos; un carro de segunda, en buen estado, que le había regalado un hermano; viajaba a predicar a Los Ángeles, a una iglesia hermana; sus hijos estudiaban gratis en el colegio de un miembro de la iglesia; una hermana les llegaba a hacer limpieza, una vez a la semana, ella estaba haciendo puntos para que el señor le concediera un su milagrito. No era fácil deshacerse de los privilegios; por otro lado, no faltaba quien estuviera dispuesto a darle golpe de estado.

Unos meses después ya estaba más animado. Llegó a mi casa, llevaba un documento de varias páginas, que contenían sus Salmos pajeros, esos poemas chilerones que se han publicado en el blog de los cuentos pajeros.

Me contó que se las había ingeniado para darle a los hermanos lo que pedían y al mismo tiempo estar tranquilo con él mismo; sus palabras fueron: fijate Johan, el domingo doy dos servicios, el de la mañana con lo mismo de siempre: música, alabanza, oración de fe y todo lo demás. En la tarde otro de puro estudio bíblico, de verdad, sin pajas, sin cielos, sin infiernos, sin milagros, sin necesidad de tener fe. Empezamos cinco personas, ya somos como veinticinco, y poco a poco voy a ir metiendo a toda la mara. Lo bueno es que no han dejado de diezmar, pero lo hacen por su gusto y gana.

Mirá pue, que interesante, de repente un día de estos te caigo por ahí, le dije.

Ya ven que para todo hay público y feligresía, hasta para la iglesia más sincera del mundo.

Salú pue.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Las dudas existenciales, los grandes filósofos y la música pop.

Hay días en los que a uno le da por ponerse a filosofar. Dicen que eso de hacerse preguntas es lo que diferencia al hombre del mono, esa capacidad de pasarse las horas no de rama en rama, sino de tema en tema. Yo creo que son pajas, hay monos que son más listos que muchos humanos.

Sucede que uno se abstrae y los pensamientos divagan, y cuando menos se espera se viene a la mente la letra de una canción pop, de esas que son del dominio popular, de la que se escuchan en todos lados. Entonces uno reflexiona y dice: esta no es cualquier canción (eso lo dice el snob que se lleva dentro), porque es del gran José Luis Perales (recuerdan a ese cantante que tenía cara de bonachón, que hacía sentir intelectual a todo aquel que lo escuchaba); luego se hace otra reflexión y se dice: tampoco es cualquier canción de José Luis Perales, se trata de la canción más emblemática del cantautor. Para ese momento ya uno está sumergido en la letra y las preguntas existenciales, aquellas que nadie pudo responder se vienen de golpe y con ello la desesperación, porque se ha pasado media vida desde que la canción sonó por primera vez en la radio y a la fecha nadie sabe ¿Y cómo es él?

La cosa es que ya metido en el rollo se asoman otros temas, como aquel de las famosas filósofas mexicanas, Pandora se llamaban, ellas ponían en qué pensar a todo mundo, cuando al unísono entonaban ¿Cómo te va mi amor, cómo te va? Sin embargo, ellas iban más lejos, porque la duda lo dejaba grogui a uno y para rematarlo soltaban ¿Eres feliz mi bien, sin engañar? Y ahí sí, se iba uno a la lona, porque nadie puede soportar tanta duda en una canción, a menos que se esté acostumbrado.

La filosofía es algo muy serio, más cuando las referencias vienen de los mayores filósofos que han existido, ellos se distinguen por no lanzar preguntas, aunque siempre se manifiestan por medio de la incertidumbre; uno de ellos es aquel insigne filósofo mexicano, ese chiquitín que cantaba ladeando la cabeza, como quien tiene el cuello torcido, era estremecedor escucharlo cantar en vivo, más cuando decía: pero lo dudo, conmigo te mecías en el aire, volabas en caballo blanco el mundo y aquellas cosas no podrán volver, y remataba: Y es que lo dudo, porque hasta a veces me has llorado por un beso. Evocar esa letra, mientras se está filosofando, produce que a uno le tiemblen las manos, porque se está ante lo profundo, ante algo que roza lo sublime.

Hay grandes misterios que nunca serán revelados a los simples mortales (haciendo gala de toda la modestia que alguien pueda tener, yo me ubico entre los simples mortales), pero mientras uno está filosofando siempre quiere encontrar respuestas. Entre esos misterios que nadie podrá resolver jamás, porque el autor de la pregunta se murió y no dejó ninguna pista, ni siquiera en su testamento, es más, pienso que ni él mismo sabía la respuesta. Pero ya no les doy más paja ni les creo ansiedad, aquí estoy hablando de aquel gran filósofo, quien no filosofaba solo, él tenía un grupo que daba mayor esencia a sus letras, se acuerdan de un peludo con anteojos, que usaba esos pantalones de gabacha y que, medio moviéndose, preguntaba: ¿Quién pompo, quién pompo, quién pompo esas cositas, quién pompó?

A ver si me cuentan sus dudas existenciales.

Salú pue.

lunes, 10 de agosto de 2009

Habemus libro

Estimado público que lee y que visita este blog, está página electrónica, este su rincón de la cultura; en esta oportunidad se me ha encomendado venir a ofrecerles lo que es esta pequeña publicación, este novedoso objeto de sabiduría, este pequeño libro. El mismo se llama Cuentos pajeros vol. I y le trae lo que es la recopilación de una serie de relatos, narrativas, cuentos, que se inscriben dentro del género pajero.

Este ejemplar, publicación, hermoso libro, no está a la venta en librerías, únicamente por el día de hoy se me ha autorizado para que se lo ofrezca a usted especialmente.

Su colección de cuentos, recopilación, hermoso libro, le tiene un valor simbólico de Q30.00, sólo treinta quetzalitos, los que equivalen a unos US$3.64, mucho menos de lo que le cuesta comprar una cerveza o un libro de otros autores menos reconocidos.

Si usté hace su pedido al correo electrónico jobuwa@gmail.com le estaremos enviando lo que es su libro, Cuentos pajeros Vol. I, directamente en la puerta de su casa, sin que eso le signifique recibir cargos extras.

Escriba ya.

EL LIBRO TAMBIÉN LO PUEDEN ADQUIRIR PERSONALMENTE EN:

COPIMAX
8a AVENIDA 20-44 ZONA 1
(Frente al edificio de Finanzas)

martes, 4 de agosto de 2009

Crónica de un viaje forzado al festival de Atitlán y de una visita breve, y de consuelo, a la FILGUA.

El sábado, bien tempranito, llegaron a mi casa el Adán y el Jonás con un gran rollo, querían que los acompañara al festival de Atitlán, en Panajachel. El lugar es pintoresco y bonito, pero yo ya pasé por toda esa euforia y prefiero quedarme encerrado o caminar por el centro histórico. Pana, igual que Antigua, se me hacen más a esos grandes centros comerciales, que no me gustan para nada; entonces para mí la invitación sonaba como ir a Oakland Mall.

De entrada les dije nel maestros, pero se pusieron a rogarme de tal forma que en un momento de debilidad paré diciendo: tagüeno pue.

Salimos algo tarde, porque el Jonás pasó a revisar el carrito, para que no nos dejara en el camino, y a recoger unas cosas que le iba a llevar al pastor de una iglesia, quien le había ofrecido darnos alojamiento.

El Adán quería ir al concierto de no sé qué grupo; el Jonás tenía la esperanza de ver a un gringo, predicador él, que está de vacaciones en Guatemala, y que le había ofrecido unas partituras modernas para agilizar la alabanza de la Iglesia. Para darme ánimos quise creer lo que decían del festival, que era toda una movida cultural y que hordas de poetas tomarían las calles.

Llegamos como a las tres de la tarde, lo primero que hicimos fue buscar al pastor; al llegar a la iglesia encontramos un rótulo que decía: No hay servicio hoy y mañana; la iglesia estará cerrada, pero usted mantenga abierto su corazón al señor. Tocamos la puerta, nadie abrió; el Jonás hizo unas llamadas, y nadie respondió; el Adán y yo le mentamos la madre, al Jonás y al pastor, y sin más remedio fuimos a buscar hotel por otro lado. Al menos en eso tuvimos suerte, porque conseguimos uno que estaba dos que tres, aunque algo caro; ya se sabe que en Pana todo es a precio de turista. Aquí voy a aclarar algo, por aquello de los mal pensados, los patojos compartieron habitación, allá ellos; yo pagué una para mí solito.

Descansamos unos minutos, pero antes que el sol cayera ya estábamos recorriendo la calle Santander. Esperaba encontrar una tarima grande, o un escenario, para que los poeta leyeran, pensaba yo; pero lo único que había era un toldo que cubría a un par de mujeres, vestidas con mallas y huipil, curioso atuendo pensé; leían algo que sonaba a poesía y estaban rodeadas de flores e incienso. Bien lindo todo. La gente pasaba, las fotografiaba y seguía; unas diez personas se quedaron viendo un rato. Sin darme cuenta me quedé solo, el Jonás se fue a buscar a su predicador y el Adán salió en busca de su primera cerveza y su segunda y su tercera, ese patojo es un ladrillo.

Después de un rato, seguí caminando, en busca de las otras actividades culturales, pero nel, no hubo más. Les voy a contar lo que sí había: unos chavos jugando con una pelota gigante, un juego bastante extraño; una marimba tocada por adultos, otra tocada por niños; alguien tocando un órgano, hacía un ruido tan estridente que todo el que pasaba cerca se tapaba los oídos; comercios tratando de vender cualquier cosa; un guitarrista que cantaba, a grito partido, acompañado por una patoja que de plano era su novia, ella agitaba unos pañuelos.

Como ya había caminado bastante, me senté un rato a la orilla del lago, el paisaje es bonito, eso nadie lo niega, pero el espectáculo en las calles hizo que me preguntara: ¿será que Saint-Exupéry de verdad se inspiró en esto?

Al rato me levanté, me fui detrás de un dragón de plástico. Unos metros adelante, por fin, encontré algo cultural, un grupo de cantantes, gritaban, más que cantar, una canción que decía: soy como el burro, de la cintura para abajo... y todos coreaban y palmeaban la canción.

Mejor regreso al hotel, dije, y regresé. Me tomé un par de chelitas, me di un baño, dormí un poco, desperté y salí por algo de comer.

Ya no quise seguirle buscando el lado cultural al asunto, decidí darle el beneficio de la duda, en algún lado tenía que estar. Por mi parte eso fue todo, me fui a dormir.

El regreso había sido pactado para las once de la mañana del otro día. Me levanté temprano, costumbre de viejito que tengo; me di un chapuzón en la piscina, unas tres vueltas, rapidito, sólo para decir que la usé; me bañé y fui en busca de un lugar para desayunar, por ahí encontré al Adán. Lo primero que pensé fue: que grueso ese maestro hasta ahorita terminó la parranda; pero me sorprendí de verlo bien bañadito y fresco como lechuga.

—Pa´que mis tenis el festivalote Johan, yo digo que sólo comemos y nos vamos.

Una media hora después llegó el Jonás. Comimos tranquilos y al rato veníamos de regreso. Ya de bravos acordamos, al estar en la capital, pasar a la Filgua (Feria internacional del libro). El único que venía medio feliz era el Jonás, porque encontró al predicador gringo, quien le llevó las partituras y los esquemas de unos sermones: están buenísimos, dijo.

Llegamos a la Filgua, lo primero que hice fue comerme unos tacos; luego di unas vueltas por los stands, compré un par de libros de la tipografía nacional, baratos, pero con unas portadas tan feas que me hicieron pensar que la del libro de los Cuentos pajeros era una obra de arte, conste que pienso que no tiene mucha gracia.

No había mucha gente en la feria, algunos libreros se esforzaban con llamar la atención, sacando ofertas de última hora; pero lo que no pudieron vender en más de diez días, no lo iban a vender en unas horas; siempre hacen lo mismo, primero ponen los libros caros y luego rebajan los que nadie quiere.

Ahí terminó el finde (como dicen los patojos fresas; ijuela, el Kontra también dice así, pero no se vaya a sentir aludido, usté es buena nota maestro), la feria nos retuvo menos de dos horas. Colorín colorado, esta crónica se ha terminado.

Salú pue.

El anterior mensaje es cortesía de: AGENCIA DE VIAJES EL MÁS ALLÁ

lunes, 27 de julio de 2009

A la vejez, viruelas

Cuando me preguntan acerca de si publicaré las cosas del blog en libro impreso, siempre me hago el loco, salgo con cualquier paja y evado el tema. Lo que pasa es que pienso que no tiene mucho sentido publicar en este país, pues de una edición de mil ejemplares, por ejemplo, se venderán unos cien libros, y los demás hay que regalarlos, y quienes los reciben no los leen; entonces como que no dan ganas, eso sin contar que las editoriales no le ponen coco a los escritores desconocidos como yo.


La cosa es que llegada la vejez a uno, de repente, le entran ciertas locuras, y como que de pronto se pone uno infantil y luego un capricho y lo que siempre se ha pensado que no se hará, pues se hace.


Pero algunas veces las circunstancias se confabulan. Resulta que el otro día conocí a una patoja chispuda, de esas que saben hacer de todo, en la computadora digo, no sean mal pensados, y que me dice: Johan, yo puedo hacerle la diagramación de su libro, que según ella es lo más caro en la edición, yo se que no es para tanto, pero alguien debe hacerla.


La niña se afanó, escogió algunos textos que le gustaron, hizo la diagramación; al mismo tiempo que me pagan una deuda que yo creía perdida y digo: ¿ahora qué hago con este pisto? Entonces que viene la patoja y me dice: mire, ese dinero estaba perdido, lo mejor que puede hacer es mandar a imprimir un libro, si no lo vende no pierde nada; lo que es del agua, el agua se lo lleva. Me pareció buena su lógica.


El resultado: en unos días estará disponible el primer volumen de Cuentos Pajeros, en papel, como les gusta a los más tradicionales, para los que no tienen compu o para quienes les gustan los libros.


Aquí se acostumbra hacer una presentación pública del libro, pero a mi esas cosas no mucho me gustan, soy bastante tímido. Lo que si es seguro es que celebraremos con los cuates del taller; el Adán, el Beto, el Jonás ya se apuntaron, pero es que ellos son noveleros.


El librito será vendido por unos módicos treinta quetzalitos, a ver si alguien se anima a comprarlo, ya veré como hacer para enviárselo, con la gente de Guatemala será más fácil; si alguien del exterior se interesa pues le hago la lucha de mandarlo.


Habemus libro maestros y maestras.


Salú pue.

martes, 7 de julio de 2009

Comedor Mi Verapaz.Ensayo antropológico/económico. La pintura como método para modificar la conducta humana y herramienta para incrementar las ventas.

Hace varios meses, a finales del año anterior, unos chavos decidieron montar una exposición de pintura. Como no querían poner su trabajo en alguno de los lugares tradicionales a alguien se le ocurrió buscar un espacio fuera de lo común; entonces lograron convencer al dueño de un comedor que se llama: Mi Verapaz, que funciona en una casa antigua, claro que en el centro todo es antiguo, y que está ubicado en la 15 calle, entre 6ª y 7ª avenidas.

Por ahí merodean: niños de la calle, a varios de ellos se les puede ver con su bolsita de pegamento, pegada a la nariz; vendedores informales, nada raro, si se considera que el centro es el centro de la venta informal, aunque también hay muchos en El Guarda; de igual forma se pueden encontrar indigentes, aunque esos se ven por todos lados; ahora que lo pienso, creo que por ahí circula la misma clase de gente que hay en toda Guatemala. La cosa es que el comedor no es de aquellos a los que van los ejecutivos a comer su almuerzo ejecutivo.

El lugar está dividido en dos ambientes, la mayoría de los clientes que llegan no son comensales, su rollo es tomarse unas sus chelitas o un su par de traguitos, que muchas veces se convierten en otra chelita, otro par de traguitos y hasta ver a Cristo. Eso sí, los encargados del lugar son bien cuidadosos con el comportamiento de la clientela, si alguno empieza a hacer relajo le dicen, con toda la educación del mundo, no vayan a pensar que son violentos: joven, su presencia no es grata en este recinto, y luego lo sacan a empujones; eso cuentan, yo no tuve la suerte de ser testigo de algo semejante.

En uno de los salones hicieron la exposición, todas las paredes fueron tapizadas con las pinturas de un pintor que se animó a ponerlas ahí, y sus cuates, los del pintor, se reunieron para inaugurar la muestra; pasados unos días el pintor se llevó sus pinturas, pero sus cuates se siguieron reuniendo en el lugar; y bien lindo todo, porque cuando ellos están presentes la mara no hace relajo; es más, ni entran, se quedan afuera por pena; entonces los dueños ya no saben que hacer, porque les espantan a la clientela; lo último no es cierto, esas son pajas mías, ganas de fregar un poco.

Lo chilero del asunto (y aquí es donde viene lo antropológico) es que los clientes, cuando vieron las pinturas, dijeron: a púchicas, eso lo podemos hacer nosotros; entonces, como quien se pinta solo, se dieron a la tarea de convertir las paredes en un mural; es decir, su conducta fue modificada por interactuar con las pinturas, porque antes nadie pintaba ni rayaba; resulta que ahora todos (niñas, niños, adultos, adultas, viejitos, viejitas) escriben y pintan en las paredes, algunos hasta demuestran su bajeza (recuerdan aquel dicho que dice: El que pinta pared y mesa, demuestra su bajeza), pues como son chaparros, tienen que pintar en la parte de abajo.

Lo cierto es que todo mundo quiere sentarse a echarse su tapiz, en el salón que estaba tapizado de pinturas, y eso si que está pizado (disculpen la palabrota, pero era necesaria para el ritmo del texto), porque no hay mucho espacio, entonces cuando la gente ya no cabe se resignan a estar en el otro salón.

El lugar está calidá, curioso diría yo. Por ahora, se congregan ahí varios artistas plásticos, así les gusta que les digan, allá ellos. Dicen que los dueños están esperando que lleguen escritores; pero no saben si los dejarán entrar, porque la mara que escribe no consume mucho, porque nunca tienen pisto; como no ganan nada con sus escritos, en cambio los pintores si gastan, hasta invitan a otros.

Hay gente de negocios vecinos (y aquí es donde viene la parte económica) que han solicitado que también pinten sus: Bares, cantinas, restaurantes, cafeterías, tiendas, abarroterías; porque se dieron cuenta que el Comedor mi Verapaz ha incrementado sus ventas desde que los clientes se fueron con la pinta.

Yo estuve ahí, me las ingenié para no darme color (aquí viene de nuevo la parte antropológica), sólo estuve observando, con la intención de contarles el rollo. Me tomé una mi agüita gaseosa, nada más (he ahí la parte económica, otra vez); vayan a visitarlo, los que viven en Guatemala, y me cuentan que les pareció.

Salú pue.

viernes, 26 de junio de 2009

Nunca quise bailar como Michael Jackson

Anoche que regresé a mi casa no era tan tarde, quizá las ocho, el ambiente estaba húmedo, porque recién había terminado de llover. No soy tan despistado, pero muchas veces me entero tarde de las noticias, por eso me causó sorpresa encontrar al Jonás, estaba sentado en la banqueta, tenía un six pack en una mano y un cigarro en la otra, a la par estaba su mochila.

De golpe recordé, según él mismo me contó, que la última vez que se emborrachó fue el 31 de diciembre de 1999; pensó que sería el fin del mundo y se le hizo feo eso de irse sin haber bebido; ese día se puso la única papalina de toda su vida.

No fue el fin del mundo, el Jonás dio gracias a su dios y terminó convirtiéndose en pastor, predicador y dueño de una iglesia en el centro.

Como me di cuenta que el six pack estaba intacto, claro que él ya llevaba puestas algunas chelitas entre pecho y espalda, entonces lo hice pasar; se sentó en mi sillón, luego de mover todo lo que hacía estorbo, y se puso a llorar: se murió vos, nada será lo mismo sin él.

Pasé un par de minutos intentando descifrar lo que decía; él lloraba, gemía, se retorcía en el sillón y repetía: se murió vos. A todo eso ya había destapado una cerveza, entre lloriqueo y lloriqueo le daba un sorbo. Me senté a verlo, agarré una chela para mí, esperé a que se calmara, pero nada; entonces le dije, como queriendo suavizar la situación: se murió, pero resucitó al tercer día vos.

En ese momento tocaron la puerta, era el Adán: vos Johan, se murió Michael Jackson; entoncés el Jonás gritó algo que sonó a ¡uuh! y se levantó a caminar para atrás, arrastrando los zapatos; dio una serie de giros, se encuclilló, guardando el equilibrio, se volvió a parar, finalmente se sentó y siguió llorando.

El resto de la noche estuvimos oyendo Thriller, el Jonás lo llevaba en su mochila, era de aquellos discos de acetato, una joyita, de colección. El Jonás bailaba y el Adán se reía, cosas de borrachos pensé.

Cuando llegó la madrugada el Jonás se quedó dormido, el Adán se recostó en el suelo, yo me metí a la cama. Por la mañana, ya más relajado, aunque de goma, el Jonás me relató su obsesión con el Michael, como se aprendió los pasos de Billie Jean (todavía le salen), todo relatado con la voz de un fan que perdona los deslices de su ídolo, aun las acusaciones de pederastia.

El Adán se levantó medio tonto, les serví café, como buen anfitrión que soy; el Jonás completó la historia, contando que incluso tenía en un marco la chumpa roja, igualita a la que el Michael usó en el video de Beat it: Me la mandaron de los USA, Johan, una tía me la compró vos, yo sólo tenía diecinueve años.

No sé por qué asumí que todos los evangélicos, que andan en los cuarenta años, fueron fans de Michael Jackson; quizá porque en los ochentas ese tipo de baile era casi obligatorio; igual que los evangélicos de los cincuentas, ellos fueron fans de Elvis, cuando dejaron de mover la pelvis se fueron con Billy Graham; o los de los setentas que se desencantaron cuando los Beatles dijeron que eran más grandes que Jesucristo.

El Jonás todavía le enseñó al Adán algunos pasos de Thriller, luego se fueron, era temprano, como las siete de la mañana.

Me quedé recogiendo la basura, al rato salí a comprar el periódico, ahí me di cuenta que también había muerto Farrah Fawcett, entonces recordé que de patojo tuve una colección de fotos de ella, lancé un suspiro, pues había sido protagonista de algunos de mis sueños húmedos; hasta estuve saliendo, en aquel entonces, con una mujer que se peinaba igual que ella.

Ironías de la vida, dije en voz alta, quizá el Michael estaba pensando irse de farra, y al final se fue con la Farrah.

Yo nunca quise bailar como Michael Jackson, ni me interesaba mucho, pero se murió; pensaba que era algo que me sería indiferente, pero ya ven, me dieron ganas de compartirles esta anécdota.

Salú pue.

El anterior mensaje es cortesía de: FUNERALES VIVOS RECUERDOS

jueves, 25 de junio de 2009

Temporada de huracanes

La lluvia tardó en llegar, aquí le dicen invierno, pero en realidad se llama época lluviosa. Cuando viene el aguacero hay que prepararse, porque cae agua hasta diez días consecutivos. La cosa se complica, aún más, cuando empieza la temporada de huracanes; aunque no falta aquel que trata de hacerse el chistoso y envía, año con año, la cadenita de emails que dice: Temporada de huracanes, y que aparece la foto del Huracán Ramírez, el famoso luchador mexicano. Eran bien chileras esas películas en blanco y negro; no digamos las del Santo contra las momias de Guanajuato; aunque la lucha libre de ahora también es calidá.

Por de pronto ya estuvo con nosotros el primer huracán, ayer se dejaron sentir las lluvias torrenciales: cayó granizo y no se podía ver a través del agua, que caía en todas direcciones. Andrés se llama, bien puesto el nombre, igualito que el hijo de una vecina, siete años tiene el patojo, pero si le quitan su PSP le da el síndrome de abstinencia y se pone a fastidiar a medio mundo.

La palabra Huracán es netamente maya; si no me creen vayan al Popol Vuh, además tengo un cuate de apellido Juracán, él dice que de ahí se deriva la palabrita, hasta dice que por eso él es muy llorón.

La política también es un huracán: cambia, hunde, modifica, restablece el orden natural, la vida es así, todo se transforma, nada se destruye para siempre; el agua sube al cielo, luego se convierte en lluvia y regresa; los viejos mueren, los jóvenes se reproducen y nacen nuevos seres. Esto lo estoy leyendo en una columna de opinión, no piensen que enloquecí, me doy cuenta que no sólo yo hablo pajas.

La lluvia es chilera, aunque en este país se vuelve un dolor; porque hace que el tráfico sea lento, que la ropa no se seque, que los zapatos se ensucien; tiene sus inconvenientes. Sólo alguien desocupado, como yo, que encima de todo no sale del centro, piensa que el aguacero es bonito; por cierto, siempre me ha parecido que esa palabra está mal construida, ¿a quién se le ocurrió? Agua-cero.

Los dejó aquí, tengo que ir a la ferretería, un par de goteras, que mal reparé el año pasado, se han vuelto a abrir; soy malo para los trabajos manuales, pero le hago la lucha.

Salú pue.

El anterior mensaje fue cortesía de: CAPAS CICLÓN y FERRETERÍA EL GRAN CLAVO