lunes, 31 de agosto de 2009

Guatemala, país de contrastes; o, el libro Guiness de los records, la comida en abundancia y la gente que se muere de hambre.

Hay mucha gente que se esfuerza por implantar algún récord para que aparezca en el libro de Guiness. Eso no tiene nada de malo, cada quien con su rollo, o sea, cada loco con su tema. A mí esas cosas siempre me han parecido triviales, es algo así como sentirse orgulloso porque alguien nacido en Guatemala haya escalado el Monte Everest, o porque unos fulanos ganaron un concurso después que todo mundo se puso a gastar su pistío enviando mensajitos de texto. No se trata de restar méritos a la mara, ni de pensar en que el pisto gastado mejor lo hubieran empleado en algo de beneficio social, esa es otra historia. Lo que pasa es que hay actividades que de plano son para gente sin oficio, como esto de escribir en un blog.

Yo respeto mucho a Chespirito, porque encontró la fórmula del humor y la repitió, y repitió, durante muchos años, y le gustó a generaciones de generaciones; también lo respeto porque es un tipo listo. Una vez un periodista mexicano le preguntó si había considerado inscribir su programa en el libro de Guiness, por todo el tiempo que había durado en el aire (o creo que fue porque su obra 11 y 12 estuvo un tanatal de años en la cartelera teatral), el chiquitín respondió, más o menos así: No me interesa estar inscrito en un libro junto a alguien que se haya comido o fabricado la salchicha más grande del mundo.

Pues fíjense que les hago todo este cuento porque desde hace unos días la prensa guatemalteca anda diciendo que en Guatemala hay desnutrición, y todos los días le dan al mismo tema. Y que se enoja el presidente, y que pone al ministro de salud a que lo niegue, y que el ministro de salud dice que no hay desnutrición aguda, que lo que hay es desnutrición crónica; y que ni se dio cuenta que metió la pata, porque en todo caso eso es peor; y que lo que él quería era echarle la culpa a los gobiernos anteriores, y que la prensa lo pone en evidencia, y que la cosa es la de nunca acabar.

Aquí les recuerdo que Guatemala siempre ha sido un país de contrastes, como decía antes la publicidad del INGUAT (Instituto guatemalteco de turismo). Siempre se pueden poner los mismos ejemplos: el país con uno de los mayores índices de analfabetismo, tiene un premio Nobel de literatura; uno de los países más violentos del continente americano, tiene un premio Nobel de la paz. Ahora se agrega el récord mundial, ya se ha solicitado su inscripción en el libro de Guiness.

Resulta que unos doscientos sesenta chefs se pusieron a cocinar juntos y, así en montón, lograron elaborar mil ciento cincuenta y ocho platillos válidos, totalmente comestibles, cosa que fue certificada por el adjudicador de Guiness. Mucha gente llegó al evento; algunos pagaron su entrada, otros fueron invitados, pero todos los afortunados comieron hasta decir basta.

Dicen que de tanta gente que había hasta chiquito se miraba el lugar. También cuentan que bien bonita estuvo la actividad, que la comida quedó rica; por ahí leí que se trataba de la clausura de la feria alimentaria. Lástima que no clausuraron el hambre en Guatemala, claro que ellos no tienen la culpa, no quiero sonar como esos que siempre andan mal criticando.

Porque miren como son las cosas, unos esforzándose para poner en alto el nombre de la patria; mientras que otros ya andan diciendo que por qué no hicieron esa comida para la gente que está padeciendo hambruna y desnutrición.

Ya vieron pue, no es que haya falta de comida, lo que sucede es que siempre hay gente a la que le cuesta estar en el lugar correcto, a la hora correcta.

Salú pue.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Jonás no le hizo caso a la palabra de dios o el evangelio de la verdad o la necesidad de ser miembro de alguna hermandad.

Conocí a Jonás hace varios años, en uno de los primeros talleres que organicé. Por aquellos días su fundamentalismo saltaba a la vista, pues siempre andaba con la espada desenvainada; es decir, con la Biblia desenvainada y, apoyándose en el buen libro, atacaba a cuanto tallerista se le ponía en frente: si una chava escribía temas sexuales, él le decía que estaba desperdiciando su talento y mostrando al mundo su concupiscencia; si un chavo escribía algo escatológico o sangriento, igual sacaba la Biblia. Agarraba parejo, nadie se salvaba de sus sermones. Le caía mal a las mujeres, en general, no sólo las feministas, desde el día que dijo: está bien que las mujeres escriban, pero deben hacerlo después de cumplir con los deberes del hogar.

Así era el Jonás, bien lindo él, insoportable, estuve a punto de mandarlo a volar, pero sus poemas eran buenos, revelaban, en buena medida, el conflicto que llevaba dentro, a pesar que en aquel entonces escribía sobre temas religiosos, bueno ahora también escribe de lo mismo.

Resulta que un día de tantos, siempre por aquella época, me lo encontré en la calle, estaba barbado, descuidado y bastante distraído. Pasó enfrente de mí y no saludó, tuve que seguirlo durante unos metros, hasta que lo tomé del hombro y le dije: ven en pos de mí, no, eso es paja; el caso es que lo invité a tomar un café y después de unos minutos de silencio aceptó.

El patojo estaba triste: no sé que me pasa Johan, creo que estoy a punto de perder mi iglesia, dijo. Ahí fue que me di cuenta que el Jonas había visto la luz; pero no la que él creía haber encontrado años antes, ahora estaba convencido de la inexistencia de dios y decía que la religión era el opio de los pueblos; esperen, creo que eso lo dijo Marx; lo que dijo el Jonás fue: es un requisito, una especie de ritual, un amuleto, algo que no sé explicar, pero que es necesario para el ser humano. Mero loco el patojo.

Otras de sus palabras fueron, medio me acuerdo: me di cuenta que la Biblia es un libro lleno de mitos y leyendas, algo cercano a la literatura, no una guía para la vida. Ahora entiendo que podemos orar o rezar, pero sin esperar a que se cumplan nuestros deseos, la oración sirve para liberar el espíritu, nos conecta con nosotros mismos, con nadie más. Los milagros ocurren en forma aleatoria, porque tienen que ocurrir, porque siempre hay cosas que se salen de la norma, no porque tengamos fe, ni porque una fuerza divina nos haya escuchado, eso no existe. Entendí que hay que ver la vida como una oportunidad única, vivirla al máximo; no hay infierno, no hay cielo, ni caminos angostos que nos lleven allá; solo existe lo que tenemos enfrente, sin ilusiones, sin magia. Yo sólo atiné a pensar: puta, el patojo no es tan baboso.

Pocos días después me contó que estaba tratando de transmitir ese pensamiento a los miembros de su iglesia; es decir, quería predicar, según sus palabras, el evangelio de la verdad, una iglesia sin milagros, en donde no sería necesaria la fe. El problema es que al decir que no había cielo, la gente dejó de llegar, cuando me lo contó dijo: Johan, la gente quiere una esperanza, no importa que sea falsa; les gusta dar ofrenda y diezmos, porque piensan que están pagando, por abonos, su casita en en cielo; quieren orar y creer que eso provoca milagros; quieren reírse del vecino que tiene menos, porque es un hombre de poca fe, por eso no recibe la bendición de Dios; quieren sentirse hijos del todopoderoso.

No quise decirle nada, en ese momento Jonás estaba en una encrucijada, si le daba a la gente lo que quería se sentiría culpable, como un estafador. Además había llegado a vivir bien; tenía una casita, comprada con el dinero de los diezmos; un carro de segunda, en buen estado, que le había regalado un hermano; viajaba a predicar a Los Ángeles, a una iglesia hermana; sus hijos estudiaban gratis en el colegio de un miembro de la iglesia; una hermana les llegaba a hacer limpieza, una vez a la semana, ella estaba haciendo puntos para que el señor le concediera un su milagrito. No era fácil deshacerse de los privilegios; por otro lado, no faltaba quien estuviera dispuesto a darle golpe de estado.

Unos meses después ya estaba más animado. Llegó a mi casa, llevaba un documento de varias páginas, que contenían sus Salmos pajeros, esos poemas chilerones que se han publicado en el blog de los cuentos pajeros.

Me contó que se las había ingeniado para darle a los hermanos lo que pedían y al mismo tiempo estar tranquilo con él mismo; sus palabras fueron: fijate Johan, el domingo doy dos servicios, el de la mañana con lo mismo de siempre: música, alabanza, oración de fe y todo lo demás. En la tarde otro de puro estudio bíblico, de verdad, sin pajas, sin cielos, sin infiernos, sin milagros, sin necesidad de tener fe. Empezamos cinco personas, ya somos como veinticinco, y poco a poco voy a ir metiendo a toda la mara. Lo bueno es que no han dejado de diezmar, pero lo hacen por su gusto y gana.

Mirá pue, que interesante, de repente un día de estos te caigo por ahí, le dije.

Ya ven que para todo hay público y feligresía, hasta para la iglesia más sincera del mundo.

Salú pue.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Las dudas existenciales, los grandes filósofos y la música pop.

Hay días en los que a uno le da por ponerse a filosofar. Dicen que eso de hacerse preguntas es lo que diferencia al hombre del mono, esa capacidad de pasarse las horas no de rama en rama, sino de tema en tema. Yo creo que son pajas, hay monos que son más listos que muchos humanos.

Sucede que uno se abstrae y los pensamientos divagan, y cuando menos se espera se viene a la mente la letra de una canción pop, de esas que son del dominio popular, de la que se escuchan en todos lados. Entonces uno reflexiona y dice: esta no es cualquier canción (eso lo dice el snob que se lleva dentro), porque es del gran José Luis Perales (recuerdan a ese cantante que tenía cara de bonachón, que hacía sentir intelectual a todo aquel que lo escuchaba); luego se hace otra reflexión y se dice: tampoco es cualquier canción de José Luis Perales, se trata de la canción más emblemática del cantautor. Para ese momento ya uno está sumergido en la letra y las preguntas existenciales, aquellas que nadie pudo responder se vienen de golpe y con ello la desesperación, porque se ha pasado media vida desde que la canción sonó por primera vez en la radio y a la fecha nadie sabe ¿Y cómo es él?

La cosa es que ya metido en el rollo se asoman otros temas, como aquel de las famosas filósofas mexicanas, Pandora se llamaban, ellas ponían en qué pensar a todo mundo, cuando al unísono entonaban ¿Cómo te va mi amor, cómo te va? Sin embargo, ellas iban más lejos, porque la duda lo dejaba grogui a uno y para rematarlo soltaban ¿Eres feliz mi bien, sin engañar? Y ahí sí, se iba uno a la lona, porque nadie puede soportar tanta duda en una canción, a menos que se esté acostumbrado.

La filosofía es algo muy serio, más cuando las referencias vienen de los mayores filósofos que han existido, ellos se distinguen por no lanzar preguntas, aunque siempre se manifiestan por medio de la incertidumbre; uno de ellos es aquel insigne filósofo mexicano, ese chiquitín que cantaba ladeando la cabeza, como quien tiene el cuello torcido, era estremecedor escucharlo cantar en vivo, más cuando decía: pero lo dudo, conmigo te mecías en el aire, volabas en caballo blanco el mundo y aquellas cosas no podrán volver, y remataba: Y es que lo dudo, porque hasta a veces me has llorado por un beso. Evocar esa letra, mientras se está filosofando, produce que a uno le tiemblen las manos, porque se está ante lo profundo, ante algo que roza lo sublime.

Hay grandes misterios que nunca serán revelados a los simples mortales (haciendo gala de toda la modestia que alguien pueda tener, yo me ubico entre los simples mortales), pero mientras uno está filosofando siempre quiere encontrar respuestas. Entre esos misterios que nadie podrá resolver jamás, porque el autor de la pregunta se murió y no dejó ninguna pista, ni siquiera en su testamento, es más, pienso que ni él mismo sabía la respuesta. Pero ya no les doy más paja ni les creo ansiedad, aquí estoy hablando de aquel gran filósofo, quien no filosofaba solo, él tenía un grupo que daba mayor esencia a sus letras, se acuerdan de un peludo con anteojos, que usaba esos pantalones de gabacha y que, medio moviéndose, preguntaba: ¿Quién pompo, quién pompo, quién pompo esas cositas, quién pompó?

A ver si me cuentan sus dudas existenciales.

Salú pue.

lunes, 10 de agosto de 2009

Habemus libro

Estimado público que lee y que visita este blog, está página electrónica, este su rincón de la cultura; en esta oportunidad se me ha encomendado venir a ofrecerles lo que es esta pequeña publicación, este novedoso objeto de sabiduría, este pequeño libro. El mismo se llama Cuentos pajeros vol. I y le trae lo que es la recopilación de una serie de relatos, narrativas, cuentos, que se inscriben dentro del género pajero.

Este ejemplar, publicación, hermoso libro, no está a la venta en librerías, únicamente por el día de hoy se me ha autorizado para que se lo ofrezca a usted especialmente.

Su colección de cuentos, recopilación, hermoso libro, le tiene un valor simbólico de Q30.00, sólo treinta quetzalitos, los que equivalen a unos US$3.64, mucho menos de lo que le cuesta comprar una cerveza o un libro de otros autores menos reconocidos.

Si usté hace su pedido al correo electrónico jobuwa@gmail.com le estaremos enviando lo que es su libro, Cuentos pajeros Vol. I, directamente en la puerta de su casa, sin que eso le signifique recibir cargos extras.

Escriba ya.

EL LIBRO TAMBIÉN LO PUEDEN ADQUIRIR PERSONALMENTE EN:

COPIMAX
8a AVENIDA 20-44 ZONA 1
(Frente al edificio de Finanzas)

martes, 4 de agosto de 2009

Crónica de un viaje forzado al festival de Atitlán y de una visita breve, y de consuelo, a la FILGUA.

El sábado, bien tempranito, llegaron a mi casa el Adán y el Jonás con un gran rollo, querían que los acompañara al festival de Atitlán, en Panajachel. El lugar es pintoresco y bonito, pero yo ya pasé por toda esa euforia y prefiero quedarme encerrado o caminar por el centro histórico. Pana, igual que Antigua, se me hacen más a esos grandes centros comerciales, que no me gustan para nada; entonces para mí la invitación sonaba como ir a Oakland Mall.

De entrada les dije nel maestros, pero se pusieron a rogarme de tal forma que en un momento de debilidad paré diciendo: tagüeno pue.

Salimos algo tarde, porque el Jonás pasó a revisar el carrito, para que no nos dejara en el camino, y a recoger unas cosas que le iba a llevar al pastor de una iglesia, quien le había ofrecido darnos alojamiento.

El Adán quería ir al concierto de no sé qué grupo; el Jonás tenía la esperanza de ver a un gringo, predicador él, que está de vacaciones en Guatemala, y que le había ofrecido unas partituras modernas para agilizar la alabanza de la Iglesia. Para darme ánimos quise creer lo que decían del festival, que era toda una movida cultural y que hordas de poetas tomarían las calles.

Llegamos como a las tres de la tarde, lo primero que hicimos fue buscar al pastor; al llegar a la iglesia encontramos un rótulo que decía: No hay servicio hoy y mañana; la iglesia estará cerrada, pero usted mantenga abierto su corazón al señor. Tocamos la puerta, nadie abrió; el Jonás hizo unas llamadas, y nadie respondió; el Adán y yo le mentamos la madre, al Jonás y al pastor, y sin más remedio fuimos a buscar hotel por otro lado. Al menos en eso tuvimos suerte, porque conseguimos uno que estaba dos que tres, aunque algo caro; ya se sabe que en Pana todo es a precio de turista. Aquí voy a aclarar algo, por aquello de los mal pensados, los patojos compartieron habitación, allá ellos; yo pagué una para mí solito.

Descansamos unos minutos, pero antes que el sol cayera ya estábamos recorriendo la calle Santander. Esperaba encontrar una tarima grande, o un escenario, para que los poeta leyeran, pensaba yo; pero lo único que había era un toldo que cubría a un par de mujeres, vestidas con mallas y huipil, curioso atuendo pensé; leían algo que sonaba a poesía y estaban rodeadas de flores e incienso. Bien lindo todo. La gente pasaba, las fotografiaba y seguía; unas diez personas se quedaron viendo un rato. Sin darme cuenta me quedé solo, el Jonás se fue a buscar a su predicador y el Adán salió en busca de su primera cerveza y su segunda y su tercera, ese patojo es un ladrillo.

Después de un rato, seguí caminando, en busca de las otras actividades culturales, pero nel, no hubo más. Les voy a contar lo que sí había: unos chavos jugando con una pelota gigante, un juego bastante extraño; una marimba tocada por adultos, otra tocada por niños; alguien tocando un órgano, hacía un ruido tan estridente que todo el que pasaba cerca se tapaba los oídos; comercios tratando de vender cualquier cosa; un guitarrista que cantaba, a grito partido, acompañado por una patoja que de plano era su novia, ella agitaba unos pañuelos.

Como ya había caminado bastante, me senté un rato a la orilla del lago, el paisaje es bonito, eso nadie lo niega, pero el espectáculo en las calles hizo que me preguntara: ¿será que Saint-Exupéry de verdad se inspiró en esto?

Al rato me levanté, me fui detrás de un dragón de plástico. Unos metros adelante, por fin, encontré algo cultural, un grupo de cantantes, gritaban, más que cantar, una canción que decía: soy como el burro, de la cintura para abajo... y todos coreaban y palmeaban la canción.

Mejor regreso al hotel, dije, y regresé. Me tomé un par de chelitas, me di un baño, dormí un poco, desperté y salí por algo de comer.

Ya no quise seguirle buscando el lado cultural al asunto, decidí darle el beneficio de la duda, en algún lado tenía que estar. Por mi parte eso fue todo, me fui a dormir.

El regreso había sido pactado para las once de la mañana del otro día. Me levanté temprano, costumbre de viejito que tengo; me di un chapuzón en la piscina, unas tres vueltas, rapidito, sólo para decir que la usé; me bañé y fui en busca de un lugar para desayunar, por ahí encontré al Adán. Lo primero que pensé fue: que grueso ese maestro hasta ahorita terminó la parranda; pero me sorprendí de verlo bien bañadito y fresco como lechuga.

—Pa´que mis tenis el festivalote Johan, yo digo que sólo comemos y nos vamos.

Una media hora después llegó el Jonás. Comimos tranquilos y al rato veníamos de regreso. Ya de bravos acordamos, al estar en la capital, pasar a la Filgua (Feria internacional del libro). El único que venía medio feliz era el Jonás, porque encontró al predicador gringo, quien le llevó las partituras y los esquemas de unos sermones: están buenísimos, dijo.

Llegamos a la Filgua, lo primero que hice fue comerme unos tacos; luego di unas vueltas por los stands, compré un par de libros de la tipografía nacional, baratos, pero con unas portadas tan feas que me hicieron pensar que la del libro de los Cuentos pajeros era una obra de arte, conste que pienso que no tiene mucha gracia.

No había mucha gente en la feria, algunos libreros se esforzaban con llamar la atención, sacando ofertas de última hora; pero lo que no pudieron vender en más de diez días, no lo iban a vender en unas horas; siempre hacen lo mismo, primero ponen los libros caros y luego rebajan los que nadie quiere.

Ahí terminó el finde (como dicen los patojos fresas; ijuela, el Kontra también dice así, pero no se vaya a sentir aludido, usté es buena nota maestro), la feria nos retuvo menos de dos horas. Colorín colorado, esta crónica se ha terminado.

Salú pue.

El anterior mensaje es cortesía de: AGENCIA DE VIAJES EL MÁS ALLÁ