Después de haber salido un par de veces con la chica de los piercings (en el lóbulo de la oreja), he notado que es una niña bien. No sólo por la marca del carro, que estimo es modelo 2009, también porque el tonito de voz que identifica a las chicas fresa no se le ha quitado al 100%. Ella lo intenta, pero de repente se le escapa un: o sea pues. El rollo es que, según veo, anda en una etapa de descubrimiento, se percibe que está en busca de la autenticidad, aunque también puede ser rebeldía pasajera; sea lo que sea, debo decir, su compañía es agradable.
El otro día que me llamó tardé un poco en reconocerla, sonaba como esas patojas de colegio caro (también las wanabe hablan de esa forma), de las que expresan su admiración diciendo: alagránnn y terminan cada frase con un: veá. Me dijo que si quería salir el viernes (el pasado), que podíamos ir a comer rico, que pasaría por mí. Encantado dije, ni modo que me negara.
Llegado el día, puse la condición que yo pagaría y que ella escogiera el lugar. Eso de ser gorrón no va conmigo, sólo con andar en su carro ya me siento incómodo, pues ni siquiera ha dejado que le ponga para la gasolina.
Enfiló para la zona 10, tomó la diagonal 6 y al rato estábamos entrando al Oakland Mall. Me tomó del brazo y dijo: te voy a llevar a un lugar evocador. No puse objeción. Unos minutos después nos habíamos sentado en una de las mesas VIP de Nais Aquarium. Es para que recordés un poco de tu natal Belice, dijo.
Aquí entre nos, el restaurante es bonito, pero es más para que los papás lleven a sus hijos pequeños. Sólo a los niños les puede resultar divertido ver esas grandes peceras, el lugar no es la gran cosa y la comida no es tan buena.
Como tengo tacto y siempre trato de no parecer grosero, evité decirle que no era la primera vez que visitaba el restaurante. Lo que si le dije fue que mis recuerdos de Belice no tenían nada que ver con la playa y la fauna acuática. Tuve que hacerlo, pues insistía con que le dijera el nombre de cada uno de los peces. Yo intentaba hacerme el chistoso y decía cosas como: ese se llama Chepe, el otro Pancho, y cuando observé un pez payaso le dije: ¡encontré a Nemo, encontré a Nemo!
En algún momento de la conversación le salió lo caquero que lleva dentro, de forma natural mencionó: mirá Johan, a mí me gusta mucho que hayan construido el Oakland Mall, es como, no sé, algo nuevo, algo que este país no tenía, algo como de primer mundo, además, el aquarium está bonito, veá; claro que no es como los que hay en los ‘estados’; pero por algo se empieza; o sea pues.
Pensé que era difícil creer que debajo de tal superficialidad había una chica inteligente y culta; pero así era, salvo esas lagunas, la mayor parte del tiempo hablaba de cosas interesantes.
Considerando que la comida no es buena, pues es comida de franquicia, y que cobran la entrada, el Nais Aquarium es bastante caro. Afortunadamente acabo de recibir una buena platita, por un proyecto que recién entregué, así es que con ella o solo, en estos días ando dispuesto a complacer alguno de mis gustitos caros. De cualquier forma, cuando tocó pagar se negó a ser invitada, eso ya pasó de moda vos; dijo, mientras pagaba su parte; no tuve más remedio que aceptar.
Al salir, caminando por aquellos pasillos que ya lucen adornados de navidad, y sabiendo que tengo algo de dinero para gastar (disculpen que lo vuelva a mencionar, pero no siempre tengo, y como ando en plan caquero, entonces lo presumo), tuve el impulso de gastar alguito. La llevé a una tienda en la que venden vinos franceses, entramos, compré uno de buena cosecha, balanceé la botella en mis manos y dije: vamos a mi casa, allá tengo unos quesos para acompañarla.
El resto de la velada no lo contaré, pero si imaginan que pasó lo que pasó tienen razón, por supuesto que el preámbulo fue, cómo les digo, agradabilísimo.
Cuando se despidió me dijo: Johan, me encantó conocerte, esta es la última vez que salgo con vos, no me malinterpretés, lo que pasa es que mi familia acostumbra celebrar el ‘thanksgivingday’ en los ‘estados’; salimos mañana y ya no regreso a Guatemala hasta dentro de unos diez meses, porque me quedo estudiando por allá.
No niego que me sentí algo triste, pero con toda la serenidad del caso le dije: para mí todo esto ha sido muy agradable Linda (se llama Linda), te deseo... (hice una pausa) toda la suerte del mundo.
Me quedé con las ganas de invitarla a Casa Yurrita, hasta había diseñado un plan para que ella no pagara. Igual iré, no será lo mismo, pensé, aunque en el momento vino a mi mente la imagen de las peceras y dije, en voz alta: hay más peces en el mar, o en las peceras.
Salú pue.
El tambo — Capítulo 4
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—Joven, hágame el favor, por vida suya, ayúdeme a subir el tambo por la
puerta de atrás.
Un poco de esfuerzo y el tambo quedó acomodado. El brocha apurab...
Hace 10 años