viernes, 30 de mayo de 2008

15 minutos de fama

En el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos. Todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria.

Andy Warhol.

Cuando mi hija mayor era pequeña la moda en las escuelas era la elección de reina con la "compra" de votos, normalmente una niña rechonchita, con cara de sapito, terminaba ganando, ya fuera porque era hija del dueño del almacén o de las camionetas y le daba cualquier cantidad de dinero para comprar votos de cinco centavos.

La idea era que los compañeritos se aliaran e hicieran esfuerzos para juntar dinero, llevaban pasteles y pizzas caseras para vender o helados de bolsita de plástico (para los que no los conozcan son refrescos de colores que se meten en una bolsita de plástico y se anudan para que se congelen, hielo coloreado con azúcar).

Mi nena, no es porque sea mi hija, es preciosa, tiene, como dice Obama, "lo mejor de ambos mundos", mulata preciosa, no lo era menos a los 7 años.

Lo cierto es que los compañeritos no tuvieron ánimo de buscar el dinero y Laura se paraba todos los días en la esquina de la escuela y con una sonrisa ofrecía votos "para que me hagan reina" y la gente le compraba. Igual no logró ganarle a la rechonchita hija del carnicero, además el día de la coronación llevó media vaca para celebrar con los otros niños.

No estoy seguro de lo que esto significó para Laura, especialmente en su autoestima, (si lo lee que me cuente), porque debe ser duro para una niña considerarse "menos" que aquella que sí tenía dinero para los votos.

La moda de los reality nos ha colocado en una posición difícil, votamos por aquel porque es cuate, pero quién sabe si su propuesta en realidad sea "buena" y nos gastamos el pisto en mensajitos para Carlos Peña, quien luego ni siquiera saca un disco mediocre. Nos engazamos en la tele en los duelos de "El aprendiz" y votamos por la cantante más bonita de La academia (o por la que sea más polémica)

Como dijo warhol, tenemos derecho a 15 minutos de fama y en el internet probablemente a más, por ahora que los cuentistas pajeros disfruten los suyos, antes de que el gran jurado decida.

Salud pues.

viernes, 16 de mayo de 2008

Vaciando la casa

Si, mea culpa, no publiqué el blog la semana pasada, entiendo que en este medio uno tiene compromisos con los lectores, hay que aparecer y parecer, pero igual nadie me lee, o sea que las excusas están de más.

Las razones son dolorosas, estoy de luto, pero no tiene nada que ver con que mi blog esté moribundo.

Mi amiga, la maravillosa mujer literata desconocida, se ha llevado a la tumba la que quizá sea la novela más hermosas de la post guerra, en su testamento se lee, con tremendo énfasis: "...la novela no debe ser publicada". No dejo de repetir que es un desperdicio.

La semana pasada, recién había salido de la funeraria, de pronto me la topé, estaba sentada en las gradas de la iglesia. Tuve que restregarme los ojos para darme cuenta que alucinaba. Ella se ha convertido en alucinación, pero su presencia se va a mantener pegada a la catedral, donde leo cada mañana el fragmento que más me gusta de su obra, la que juré no divulgar.

Esta semana ayudé a su familia a vaciar la casa, limpiamos el pequeño cuarto (por no decir mísero), que alquilaba en una casa del centro y sacamos pilas de libros que luego repartí entre mis alumnos: clásicos, románticos y algunos autores ingleses, modernos y post-modernos, se desparramaron sobre el piso de la sala, de inmediato cayeron como buitres los muchachos.

Yo conocía la mayor parte de la biblioteca, entonces pude seleccionar de antemano mis favoritos. Hay que reconocer que no todo vale la pena, hay mucha basura entre ellos. Están también los siete tomos de Harry Potter y algunas novelas de Agatha Christie, un poco de cada cosa: folletos, libros auto-publicados, de novísimos autores que nunca relucieron (todos firmados), me temo que irán a parar a la basura; poemarios de amor con portadas cursis, llenas de angelotes; en fin, lecturas de una vida.

Comprendo que no haya querido que publiquemos la novela, pero me angustia pensar en que ella, igual que algunos pocos, aborreció la fama y se negó sistemáticamente a publicar. "Johan, ahora hasta Carlos Peña tiene sus quince minutos de fama, pero dime, en estos días, ¿quién conoce a Warhol?", me dijo más de alguna vez.

Aún ahora, sé que bajo la cama se guardan los manuscritos más bellos que jamás verán la luz, en su locura ella propuso que fueran incinerados junto a su cuerpo, lamentablemente el dinero no alcanzó para quemar tanto papel, pesaban demasiado, por eso la hermana se apresuró a ocultarlos de la vista de mi bandada de buitres.

Sin embargo, no estaba preparado para aquel hallazgo: bajo el colchón estaba el motivo de su locura.

Uno tras otro los tomos se amontonaron en mi regazo: Crítica literaria, Historia de la crítica literaria, La crítica como arte... subrayados y marcados con su letra, pedazos de sus textos metidos entre las páginas, reflejando la penetración de su autocrítica; un mensaje revela la profundidad de su locura:

"Mi querido Johan: Si encuentras este mensaje, de seguro, lo leerás horrorizado y no te culpo, supongo que, como Medea, me he dedicado a destruir a mis propios hijos, a sacrificarlos como Abraham, a devorarlos como Neptuno. El fruto de mis entrañas, mis escritos, han sido acuchillados siguiendo la propuesta de crítica de cada escuela literaria que conozco, y ninguno ha sido encontrado bueno. La razón de mi renuencia a publicar está ahí. Ante la imposibilidad de jamás congeniar con la crítica decidí, como ese monstruo Alemán, encerrar a mis libros, ocultarlos, no dejarlos ver la luz para evitarles el sufrimiento de la crítica, antes bien, yo misma los mutilé, los critiqué y los marqué para que nadie más (a excepción tuya), pudiera decir que mis textos no sirven. Vale, Johan, como un recordatorio a tus alumnos que decidan transitar la vía dolorosa de la escritura".

Cuando terminaba de leer, el Adán, siempre con sus impertinencias, me hizo el comentario: "me parece bien que no haya dejado leer su obra a nadie, mano, con esos referentes, la neta que su escritura ha de ser bien pobre".

Lo dejé peleándose con Jonás por el último misterio de Hercules Poirot y miss Marple y me salí a echarme una mi chela, y a disfrutar lo que queda del último capítulo de la novela de mi amiga.

viernes, 2 de mayo de 2008

Casaqueando

Llegué, según yo, temprano a las 20:30, la invitación decia 20 hrs así que pensé que estaba a tiempo. El primer problema fue el parqueo, yo no tengo nave, pero el Jonás y el Adán me habían convencido de irme a echar unas chelas a la zona 18 y por lo tanto andabamos en la nave del Jonás, conductor designado porque, como ya se sabe, no bebe más que Pepsi Cola de dieta. El Adán venía medio entonado y se había traído a una amiga de la universidad, una patoja muy lista que se echa unos análisis psicologicos de cualquier cosa y luego escribe unas pajas que para que les cuento, además ya deben haberla leído, porque como todos los patojos de ahora ya tiene su libro publicado.

No había lugar en la calle, dimos un par de vueltas; por fortuna el Sentra del Jonás (le decimos Sentra porque se le entra el agua, el aire y el polvo, jeje, si, es un chiste muy viejo, pero que le hago, los viejos hacemos chistes viejos), en realidad es un SEAT del año del caldo se dejó meter como con calzador en un espacio mísero, donde, desde luego, apareció una doñita con el consabido "se lo cuido don", al menos no es tan chucha como esos que se ponen en "cuatro gramos", pues al final le dimos cinco pesitos y quedó tranquila, entonces nos bajamos y nos dispusimos a pasar adelante.

La actividad ya había comenzado, el lugar estaba llenísimo, había un cuartito en donde se acomodó el escenario, la mara que llegó temprano se acomodó en las mesas y todos estaban en la chupadera, alguién leía, pero hasta afuera no se alcanzaba a escuchar y menos se miraba quien hacía uso del micrófono. Tenía curiosidad porque el Jonás me contó, que a él le contaron que, todos decían que en el libro había un relato autobiográfico mio, pero yo les decía que de plano que no, que no era posible porque no me la habían pedido, el Adán tambien decía que no era posible, pero para no seguir en la discusión, pues confieso que ese fue el motivo por el que finalmente fui a la presentación.

Me extrañó que casi nadie me reconociera, a pesar que entre el marerío habían muchos que en alguna oportunidad han llegado a mis talleres, de plano, metidos como estaban en sus propios mundos, unos echandose las chelas, otros comiendo, cantineando, dejándose ver y viendo a quien conocían. Un par de chavos que llegan al taller, cuando me vieron, me reclamaron ofendidos porque no estaba el prometido texto en el libro; pero yo no pude decirles nada, porque no sabía nada de eso. Hice mi respectiva colita para pedir el volumen, entregado el nombre y dirección electrónica, me dieron el libro.

Igual que la concurrencia, agarré mi libro y me dediqué a platicar con quien se dejó. El Jonás intentó pasar a la sala de lectura, pero no se podía, la verdad, era bastante incómodo, ahí se veía a los lectores como aquellos músicos que contratan para animar las cenas o el pianista del viejo Hotel Panamerican: no importa lo que toquen nadie los escucha, todos están más interesados en su comida, su compañero/a de mesa y su bebida, y de pronto, cuando escuchan el silencio que dice que acabó la lectura o la música, sueltan un aplauso de compromiso y pasan a lo suyo.

Pude ver a unos jovencitos pidiéndole autógrafos a algunos autores jóvenes, otros más viejos, como no son ya tan faranduleros,no son de los habituales en el sector, pasan desapercibidos, los chavos no los reconocen, incluso pedían autógrafos a algunos que no fueron publicados.

Al rato vi al Adán en plena actividad amatoria con la noviecita que lo encontró ahí, la chica que venía con nosotros se comía con los ojos a un extranjero melenudo y Jonás discutía de religión con un hombre bastante raro, vestido de saco y corbata, uno que andaba repartiendo estampitas de Micos y Pericos, pude ver que los lectores habían acabado (o los habían acabado) y un poco aburrido, porque eso era un rollo para patojos y escritores de verdad, entonces me despedí y me dirigí a mi casa, no sin decirle a Jonás que nos juntaramos otro día. En el camino a todavía me encontre con un par de sujetos, de los que llegan al taller, quienes también me reclamaban que era un pajero, porque habían llegado para oirme leer y que ni siquiera había salido en el libro, pero yo les aclaré que ni me pidieron ni pedí salir, entonces cualquier cosa que hayan dicho o escrito al respecto, pues que era pura casaca, paja pues. Uno de ellos quiso quedar bien conmigo y me dijo "Johan, tu paja es mejor que esta casaca", ya dejate de pajas, le dije, yo no hago competencia con nadie.

Me quedé pensando en que toda la noche había sido una casaca, o sea, la paja era que se trataba de una actividad literaria, pero fue una lástima que entre el convite y la morería el escenario no fue adecuado para escuchar a los lectores. Me quedé pensando en que la casaca se la dá uno mismo y a veces se la cree, aquí estoy, dandole una leidita a este volumen que tomará uno de dos caminos: o se queda en mi biblioteca, o se vuelve el sueño de una noche de verano, uno en el que ni siquiera la pasé bien, culpa mia pues, porque ya no me siento bien entre tanta mara, creo que me estoy volviendo viejo.