lunes, 27 de julio de 2009

A la vejez, viruelas

Cuando me preguntan acerca de si publicaré las cosas del blog en libro impreso, siempre me hago el loco, salgo con cualquier paja y evado el tema. Lo que pasa es que pienso que no tiene mucho sentido publicar en este país, pues de una edición de mil ejemplares, por ejemplo, se venderán unos cien libros, y los demás hay que regalarlos, y quienes los reciben no los leen; entonces como que no dan ganas, eso sin contar que las editoriales no le ponen coco a los escritores desconocidos como yo.


La cosa es que llegada la vejez a uno, de repente, le entran ciertas locuras, y como que de pronto se pone uno infantil y luego un capricho y lo que siempre se ha pensado que no se hará, pues se hace.


Pero algunas veces las circunstancias se confabulan. Resulta que el otro día conocí a una patoja chispuda, de esas que saben hacer de todo, en la computadora digo, no sean mal pensados, y que me dice: Johan, yo puedo hacerle la diagramación de su libro, que según ella es lo más caro en la edición, yo se que no es para tanto, pero alguien debe hacerla.


La niña se afanó, escogió algunos textos que le gustaron, hizo la diagramación; al mismo tiempo que me pagan una deuda que yo creía perdida y digo: ¿ahora qué hago con este pisto? Entonces que viene la patoja y me dice: mire, ese dinero estaba perdido, lo mejor que puede hacer es mandar a imprimir un libro, si no lo vende no pierde nada; lo que es del agua, el agua se lo lleva. Me pareció buena su lógica.


El resultado: en unos días estará disponible el primer volumen de Cuentos Pajeros, en papel, como les gusta a los más tradicionales, para los que no tienen compu o para quienes les gustan los libros.


Aquí se acostumbra hacer una presentación pública del libro, pero a mi esas cosas no mucho me gustan, soy bastante tímido. Lo que si es seguro es que celebraremos con los cuates del taller; el Adán, el Beto, el Jonás ya se apuntaron, pero es que ellos son noveleros.


El librito será vendido por unos módicos treinta quetzalitos, a ver si alguien se anima a comprarlo, ya veré como hacer para enviárselo, con la gente de Guatemala será más fácil; si alguien del exterior se interesa pues le hago la lucha de mandarlo.


Habemus libro maestros y maestras.


Salú pue.

martes, 7 de julio de 2009

Comedor Mi Verapaz.Ensayo antropológico/económico. La pintura como método para modificar la conducta humana y herramienta para incrementar las ventas.

Hace varios meses, a finales del año anterior, unos chavos decidieron montar una exposición de pintura. Como no querían poner su trabajo en alguno de los lugares tradicionales a alguien se le ocurrió buscar un espacio fuera de lo común; entonces lograron convencer al dueño de un comedor que se llama: Mi Verapaz, que funciona en una casa antigua, claro que en el centro todo es antiguo, y que está ubicado en la 15 calle, entre 6ª y 7ª avenidas.

Por ahí merodean: niños de la calle, a varios de ellos se les puede ver con su bolsita de pegamento, pegada a la nariz; vendedores informales, nada raro, si se considera que el centro es el centro de la venta informal, aunque también hay muchos en El Guarda; de igual forma se pueden encontrar indigentes, aunque esos se ven por todos lados; ahora que lo pienso, creo que por ahí circula la misma clase de gente que hay en toda Guatemala. La cosa es que el comedor no es de aquellos a los que van los ejecutivos a comer su almuerzo ejecutivo.

El lugar está dividido en dos ambientes, la mayoría de los clientes que llegan no son comensales, su rollo es tomarse unas sus chelitas o un su par de traguitos, que muchas veces se convierten en otra chelita, otro par de traguitos y hasta ver a Cristo. Eso sí, los encargados del lugar son bien cuidadosos con el comportamiento de la clientela, si alguno empieza a hacer relajo le dicen, con toda la educación del mundo, no vayan a pensar que son violentos: joven, su presencia no es grata en este recinto, y luego lo sacan a empujones; eso cuentan, yo no tuve la suerte de ser testigo de algo semejante.

En uno de los salones hicieron la exposición, todas las paredes fueron tapizadas con las pinturas de un pintor que se animó a ponerlas ahí, y sus cuates, los del pintor, se reunieron para inaugurar la muestra; pasados unos días el pintor se llevó sus pinturas, pero sus cuates se siguieron reuniendo en el lugar; y bien lindo todo, porque cuando ellos están presentes la mara no hace relajo; es más, ni entran, se quedan afuera por pena; entonces los dueños ya no saben que hacer, porque les espantan a la clientela; lo último no es cierto, esas son pajas mías, ganas de fregar un poco.

Lo chilero del asunto (y aquí es donde viene lo antropológico) es que los clientes, cuando vieron las pinturas, dijeron: a púchicas, eso lo podemos hacer nosotros; entonces, como quien se pinta solo, se dieron a la tarea de convertir las paredes en un mural; es decir, su conducta fue modificada por interactuar con las pinturas, porque antes nadie pintaba ni rayaba; resulta que ahora todos (niñas, niños, adultos, adultas, viejitos, viejitas) escriben y pintan en las paredes, algunos hasta demuestran su bajeza (recuerdan aquel dicho que dice: El que pinta pared y mesa, demuestra su bajeza), pues como son chaparros, tienen que pintar en la parte de abajo.

Lo cierto es que todo mundo quiere sentarse a echarse su tapiz, en el salón que estaba tapizado de pinturas, y eso si que está pizado (disculpen la palabrota, pero era necesaria para el ritmo del texto), porque no hay mucho espacio, entonces cuando la gente ya no cabe se resignan a estar en el otro salón.

El lugar está calidá, curioso diría yo. Por ahora, se congregan ahí varios artistas plásticos, así les gusta que les digan, allá ellos. Dicen que los dueños están esperando que lleguen escritores; pero no saben si los dejarán entrar, porque la mara que escribe no consume mucho, porque nunca tienen pisto; como no ganan nada con sus escritos, en cambio los pintores si gastan, hasta invitan a otros.

Hay gente de negocios vecinos (y aquí es donde viene la parte económica) que han solicitado que también pinten sus: Bares, cantinas, restaurantes, cafeterías, tiendas, abarroterías; porque se dieron cuenta que el Comedor mi Verapaz ha incrementado sus ventas desde que los clientes se fueron con la pinta.

Yo estuve ahí, me las ingenié para no darme color (aquí viene de nuevo la parte antropológica), sólo estuve observando, con la intención de contarles el rollo. Me tomé una mi agüita gaseosa, nada más (he ahí la parte económica, otra vez); vayan a visitarlo, los que viven en Guatemala, y me cuentan que les pareció.

Salú pue.