viernes, 28 de mayo de 2010

El volcán se llama Pacaya, pero escupe arena; la ciudad cubierta de negro, algunos muertos, unas recomendaciones; ¿Apocalipsis ya? Naaa

Cuando mi hija, quien ahora vive en Londres, era pequeña, asombrada por la cantidad de volcanes que hay en Guatemala, los señalaba y preguntaba: ¿Y ese volcán cómo se llama? Yo le decía: “Ese hija mía, le dicen volcán de fuego, porque escupe fuego”. Luego decía: ¿Y ese de allá? mientras señalaba el cono perfecto, bien chilero que es, del volcán de Agua; entonces yo respondía: "Es el volcán de agua, dicen que en una ocasión tiró agua, mucha agua, con la que inundó la capital de Guatemala". Cuando señaló ese volcán que toda la vida se mantiene escurriendo lava le dije que se llamaba Pacaya, a lo que dijo: Ah, hubiera sido de elotes, porque las pacayas no me gustan.

Les cuento la anécdota porque me acordé ahora que el volcán está haciendo de las suyas; ya ven que la mara rápido se pone a decir que son señales del fin del mundo, que se abrió el primer sello, que Nostradamus lo predijo, que no sé qué tantas otras cosas, por eso yo mejor hago la siguiente convocatoria.

A todos los pastores religiosos, sacerdotes mayas, sacerdotes católicos, rabinos, brujos, chamanes, imanes, y todo aquel que se sienta en capacidad de invocar a un dios propio o ajeno, para que se unan y entre todos se pongan a recoger la arena que ha cubierto la capital y lugares circunvecinos.

¿Qué pensaron? Que iba a decirles que unieran sus rezos y oraciones para pedir que cese la lluvia de arena y ceniza, bueno si quieren hacerlo no los detengo, cada quien con sus creencias, pero primero recojan arena.

Por de pronto les digo que esto no es el Apocalipsis, aunque qué se yo de profecías ni nada de eso; lo que pasa es que no me gusta ser alarmista; eso sí, tampoco hay que ser tan confiados, algunas precauciones hay que tomar; por ejemplo, si sale a la calle póngase un gorrito; si bebe no maneje, menos ahora que no se mira; si las plumillas de su vehículo no sirven, tampoco salga, es mucho tentar a la suerte; si tiene que hacer un su mandado, y tiene que ir a pie, no se ponga zapatos abiertos; no use lentes de contacto, pero si no los usa mejor quédese en su casa, porque de seguro se tropezará con algo y se puede romper algún hueso; por mucho que la calle se parezca a la playa no salga en traje de baño, a menos que sea usté mujer y que tenga algo bueno que enseñar; si tenía programada una excursión al volcán, cancélela y no me pida que le explique por qué; dicen que la arena que ha caído sirve de abono, pero no vaya a querer abonar sus visacuotas con ella; las bajadas de agua y las reposaderas se pueden tapar, eso hay que evitarlo, pero no les ponga nada encima porque entonces se va a inundar.

Si la emergencia persiste les daré otras recomendaciones, por el momento es todo; sucede que desde hace una media hora la luz brilla por su ausencia, y la carga del UPS se terminó; o sea, tengo que apagar la computadora.

Recuerden, hemos visto tantas cosas raras en este país, de hecho ya cayó arena volcánica en 1998, pero ahora fue superada porque vino acompañada por el aguacero (palabra contradictoria agua-cero), queda lamentar los muertos, los heridos y los damnificados.

Que el fin del mundo nos agarre confesados, aquí abajito pueden dar sus
recomendaciones y dejar sus confesiones.

Salú pue.

jueves, 20 de mayo de 2010

La fisioterapia, la media maratón de Cobán; correr es un ejercicio bonito, pero ya les dije que no soy keniano

Voy a contarles una historia que les parecerá de lo más pajero que he contado, pero todo es puro cierto, no vayan a poner cara de duda cuando la estén leyendo, confío en que dos o tres pasen por acá, ahí les va.

La fisioterapista que me está tratando lo del pie (de cuando lo metí en la cubeta y terminé en el hospital), tuvo la idea de ponerme a trotar, insistió en que sería conveniente un poco de ejercicio para fortalecer no solo el pie lesionado, también el resto de mi cuerpecito.

Decidido a portarme bien, para que luego no me regañen, me levanté temprano, tampoco de madrugada, y me dirigí al parque Morazán, para correr de ahí para el hipódromo, ir y venir unas tres veces, ya ven que esa calzada es de las pocas que quedan con árboles, se supone que el aire es más sano.

Bien bonito ir a trotar por ese lado, pude ver a unas señoras, amas de casa la mayoría, que se juntan para hacer ejercicio en grupo. Cuando vieron que estaba solo, me invitaron a unirme a ellas, que por seguridad era recomendable dijeron; andaban cada una con un palo, a la vez que les servía para ejercitar los brazos, lo utilizaban para espantar perros y otros perros.

Al rato me encontré con una patoja, mi conocida ella, se puso a trotar a la par mía y entre plática y plática dijo: Mire don Johan, por que no va a correr a la Mariano (la universidad), al estadio, es que aquí le pueden dar un buen susto, lo pueden asaltar pues.

Como ando en plan de dejarme aconsejar, al otro día troté hacia la Mariano, hasta después caí en la cuenta que lo que la patoja quería era que no invadiera su espacio, me sentí herido, pero luego me peló.

Después de varios días, conocí a una marita, estaban entrenando para ir a correr la media maratón de Cobán, entre todos se pusieron a darme cuerda para que me fuera con ellos. Sabedor que no daría la talla, trotar está bien, pero correr veintiún kilómetros es otro rollo, les di mil excusas. El caso es que se neciaron tanto que no sé ni como me convencieron; así es que paré corriendo en Cobán.

El viaje estuvo chilero, pasamos a comer al rancho, compramos pan en Tactic y como a las cinco de la tarde del sábado llegamos a Cobán. El ambiente era de feria. Los participantes extranjeros estaban desfilando, había música y bebida en las calles; cuando llegamos al parque el grupo se dispersó, uno de ellos dijo: A las ocho nos vamos para el hotel, nos juntamos en el kiosko. Ajá, pensé, de plano se refiere a ese que parece platillo volador, aunque también es como una porta viandas de dos pisos.

Me quedé novelereando por ahí, en eso unas patojas me hablaron y en tono de ruego pidieron que me tomara unas fotos con ellas, pensaron que yo era keniano, no quise sacarlas de su error y aproveché para sujetar un par de cinturitas y zaz que sacaron las fotos.

El tiempo pasó rápido, dieron las ocho y nos fuimos a dormir; el hospedaje era un búngalo que alquilan todos los años; ahí nos quedamos desparramados, en pequeñas camas y colchones inflables; yo me quedé en una esquina, hecho un nudito.

Después del desayuno, nos preparamos para ir a calentar un poco al parque. Me puse la pantaloneta, una playera, tenis, por supuesto; ellos se armaron con cinturones, como los que se ponen los que cargan pistola, solo que en lugar de balas llevaban botellas de Gatorade.

Que gentío maestros y maestras, aquello era un mar de gente, valga el lugar común; de todo había: chiquitos, grandes, viejos, niños, señoras, patojas, no videntes con sus guías, gordos, flacos; en fin, variedad de variedades, todo es variedad. En una de esas un señor me jaló del brazo y me dijo: Véngase conmigo, los kenianos van hasta adelante. A duras penas logré convencerlo de que era más chapín que él.

La carrera empezó, me hice el arrecho y mantuve el paso por unos minutos, pero antes de salir del pueblo ya iba con la lengua de fuera, así que dejé avanzar a todos y traté de correr a mi ritmo, o sea lento, casi caminando; no había terminado de salir cuando los kenianos ya venían de regreso, parecían gacelas, pero negras, cada zancada que daban era de más de dos metros.

Al salir del pueblo venía una subida, luego una bajada, de nuevo subir, otra vez bajar, dar vuelta aquí, otra vuelta allá, lo único que hacía era tratar de mantenerme respirando. Pasaron los cieguitos, los que iban en silla de ruedas, levantaba la vista y solo miraba la espalda de los que me rebasaban; a todo eso había pasado más de una hora, los kenianos de seguro habrían llegado ya a la meta.

Así y todo pude regresar, todavía con vida, la gente me aplaudía; ánimo Johan", escuché que gritaron; púchica, dije yo, cómo supieron mi nombre, entonces recordé que lo llevaba impreso en la parte de atrás de la camisa.

Una patoja me regaló un Gatorade, le pregunté cuánto faltaba, como ocho kilómetros me dijo, fue ahí que pensé, ya no gracias. Bajé el paso; es decir, de caminar pasé a quedarme casi parado, esperé a la ambulancia y les pedí jalón, ya no puedo les dije.

Los bomberos se pusieron chistosos, matándose de la risa me preguntaron: ¿Y qué le pasó?, ya vio que sus compatriotas hace rato que llegaron, hasta ya cobraron el cheque del premio; tuve que volver a explicar que no era keniano.

Así terminó mi aventura cobanera, me dejaron en el parque, busqué a la marita con la que llegué, me hice el loco, no quise contar que tuve que pedir jalón.

Ahora sigo entrenando, a ver si el próximo año logro terminar.

Salú pue.

lunes, 17 de mayo de 2010

Apuntes sobre un loco que juega al fútbol

El Diego Iespien, ese patojo que se empeña en ser cronista deportivo, pero dice que no le atrae ingresar a trabajar a ningún medio local porque todos son unos mediocres, que no saben como hacer una buena reseña de los eventos deportivos, que solo se concretan a dar la noticia, sin esforzarse para ver los detalles, menos para escribirlos; pues ese patojo, cada tanto tiempo me trae alguna de las notas que escribe y que nunca publica, aunque yo le he dicho que abra un su blog, pero él me dice que ya nadie lee blogs, a lo que yo le digo que tiene razón, pero que más de alguno lo leerá. El caso es que el Dieguito se contradice, porque afirma que ya nadie lee blogs, pero me pide que le publique sus notas en el mío, y como no tengo problema con eso, le digo que está bueno.

Entonces maestros y maestras, a continuación les reproduzco una nota del pibe, dirían los argentinos, que escribió sobre el jugador que más polémica genera en este país que, entre otros sufrimientos, también sufre el fútbol.

El loco
La pelota toca su zapato y, de inmediato, una descarga de electricidad sube por todo su cuerpo. La carrera comienza más o menos delante de la línea que divide el campo, se sabe que atrás quedarán algunos rivales, pero no se sabe en dónde terminará la pelota; puede ser que siga pegada a su pie, durante veinte o treinta metros y que luego sea pateada, queriendo hacer un centro al área, para terminar en el fondo del estadio, de la manera más infame; o puede ser que haga una pared, que se la devuelvan, que drible un par de defensas más y que el centro salga perfecto, entonces termina moviendo la red; otras veces él mismo la empuja al fondo de la portería, luego se viene la celebración y la descarga de adrenalina hace que el rostro se le desfigure, por el grito de gol, infunde miedo, pero es imposible no celebrar con él.

Era el año 2002 cuando, vestido con el uniforme de la Universidad de San Carlos, corrió sin mirar quién lo perseguía, en tal estado de inconciencia que medio equipo crema quedó apilado detrás, fue gol. El siguiente campeonato Comunicaciones se aseguró de que no volviera a suceder lo mismo, terminó contratando al jugador.

Nadie debería recordar el accidente que le cambió la vida, pero los fanáticos que no entienden el fútbol se empeñan en culparlo. Intentó pasar la página emigrando, no pudo mantenerse en el extranjero; su regreso fue traumático, los rojos, que lo habían comprado, se empeñaron en alinearlo, aunque su rendimiento fuera bajo, en aquel entonces.

Después de: varias temporadas; incontables corridas; infinidad de centros errados; cualquier cantidad de tiros al marco, sin dirección la mayoría; buen número de goles, muchos de ellos importantes; insultos soportados, lesiones, ausencias obligadas y varios entrenadores, El loco llevó a Los rojos a otro título, (Por supuesto, también fueron importantes: Penedo, Chalito, El chejo, JJ, y todos los demás). Marcó goles, dio asistencias, corrió como ninguno; falló más que cualquiera, incluyendo un penal que nadie lo puso a patear, pero su presencia fue fundamental.

Diego Iespien

Como ya lo he dicho antes, el Diego se emociona, yo no soy mucho de opinar de fútbol, pero si me gusta verlo y dimensionarlo como el fenómemo antropólogico que es.

Salú pue.

jueves, 6 de mayo de 2010

Me publicaron un cuento, aunque no es la primera vez (arrogante que soy), se siente chilero, y una profecía cumplida.

Hace unos días, el domingo 2 de mayo para ser exactos, publicaron un mi cuentito en el Magacín, la revista que sale los domingos en el Siglo XXI, buena onda el maestro Escobar, el patojo que edita la publicación; el caso es que se siente bien chilero ver un texto propio en algún medio escrito; aunque ya me ha sucedido varias veces, se me sube el ego cuando pasa.

El rollo es que siempre hay algún cuate que lo lee a uno, aunque sea en domingo, y luego mandan felicitaciones por la publicación, noveleros que son, como mi amigo Joel; ahora les cuento algo de él.

Tengo años de no verlo, desde que dejé de ir a los eventos del Profe Pedrito, fue precisamente ahí en donde lo conocí, como ya no he ido a San Narcos, digo San Marcos, desde que el Profe murió.

Joel es fiel discipulo del profe, siempre organizando actividades culturales y deportivas; aunque no estoy enterado si sigue haciendo sus festivales de poesía o la salutación a la reina del pueblo, pero es buen patojo (ya no es tan patojo pues, pero así me expreso yo), y de tanto en tanto me escribe un correo electrónico, en los que se puede notar que es de otra época, porque no escribe correos, él escribe cartas, solo que las manda por computadora.

Precisamente ayer recibí un correo de Joel, no dice que leyó el cuento en Siglo XXI, ni que me felicita por lo del conversatorio que hicimos con los patojos de la Marro; la cosa es que me escribió algo que quiero compartirles, ahí les va:

Johan, te acordás que hace años, cuando platicábamos con Pedro siempre salía el tema de los nuevos escritores guatemaltecos, y de lo difícil que era, si no imposible, que alguno se abriera espacio en la literatura mundial (toda la vida hablando pajas nosotros), entonces mencionábamos a Asturias y a Monterroso; resultó que el montón de escritores de aquella época tenían más pose que fuerza, y la pose se desgasta, se acaba; así fue que nos llenamos de escritores y escritoras que solo figuraron en los cocteles, que se conformaron con aplaudirse los unos a los otros, con hacer mesas redondas, lecturas y congresos, en los que participaban los mismos; publicaron sus libritos y se repartieron los premios, pero nunca llegaron a pesar en la literatura. En aquel entonces yo te decía que no había esperanza para la literatura, que su porvenir se veía muy negro.

Tantos años después, treinta o treinta y cinco, vengo a darme cuenta que yo tenía razón, así sucedió, no pasó nada, y lo peor es que el panorama sigue igual; los escritores de ahora tienen las misma prácticas, por lo que sigo viendo muy negro el porvenir de las letras nacionales
.

Joel suele ponerse solemne, y se las da de profeta, además es muy exagerado, yo creo que algo se ha hecho, no se mira pero estoy seguro que ahí está.

Por mi parte, en algo le doy la razón, cuando hablaba del porvenir, ahí si que la profecía se cumplió, él dijo que miraba un negro por venir en la literatura, y ya ven, aquí estoy yo, un negro literario en la literatura chapina.

Salú pue.