Cuando mi hija, quien ahora vive en Londres, era pequeña, asombrada por la cantidad de volcanes que hay en Guatemala, los señalaba y preguntaba: ¿Y ese volcán cómo se llama? Yo le decía: “Ese hija mía, le dicen volcán de fuego, porque escupe fuego”. Luego decía: ¿Y ese de allá? mientras señalaba el cono perfecto, bien chilero que es, del volcán de Agua; entonces yo respondía: "Es el volcán de agua, dicen que en una ocasión tiró agua, mucha agua, con la que inundó la capital de Guatemala". Cuando señaló ese volcán que toda la vida se mantiene escurriendo lava le dije que se llamaba Pacaya, a lo que dijo: Ah, hubiera sido de elotes, porque las pacayas no me gustan.
Les cuento la anécdota porque me acordé ahora que el volcán está haciendo de las suyas; ya ven que la mara rápido se pone a decir que son señales del fin del mundo, que se abrió el primer sello, que Nostradamus lo predijo, que no sé qué tantas otras cosas, por eso yo mejor hago la siguiente convocatoria.
A todos los pastores religiosos, sacerdotes mayas, sacerdotes católicos, rabinos, brujos, chamanes, imanes, y todo aquel que se sienta en capacidad de invocar a un dios propio o ajeno, para que se unan y entre todos se pongan a recoger la arena que ha cubierto la capital y lugares circunvecinos.
¿Qué pensaron? Que iba a decirles que unieran sus rezos y oraciones para pedir que cese la lluvia de arena y ceniza, bueno si quieren hacerlo no los detengo, cada quien con sus creencias, pero primero recojan arena.
Por de pronto les digo que esto no es el Apocalipsis, aunque qué se yo de profecías ni nada de eso; lo que pasa es que no me gusta ser alarmista; eso sí, tampoco hay que ser tan confiados, algunas precauciones hay que tomar; por ejemplo, si sale a la calle póngase un gorrito; si bebe no maneje, menos ahora que no se mira; si las plumillas de su vehículo no sirven, tampoco salga, es mucho tentar a la suerte; si tiene que hacer un su mandado, y tiene que ir a pie, no se ponga zapatos abiertos; no use lentes de contacto, pero si no los usa mejor quédese en su casa, porque de seguro se tropezará con algo y se puede romper algún hueso; por mucho que la calle se parezca a la playa no salga en traje de baño, a menos que sea usté mujer y que tenga algo bueno que enseñar; si tenía programada una excursión al volcán, cancélela y no me pida que le explique por qué; dicen que la arena que ha caído sirve de abono, pero no vaya a querer abonar sus visacuotas con ella; las bajadas de agua y las reposaderas se pueden tapar, eso hay que evitarlo, pero no les ponga nada encima porque entonces se va a inundar.
Si la emergencia persiste les daré otras recomendaciones, por el momento es todo; sucede que desde hace una media hora la luz brilla por su ausencia, y la carga del UPS se terminó; o sea, tengo que apagar la computadora.
Recuerden, hemos visto tantas cosas raras en este país, de hecho ya cayó arena volcánica en 1998, pero ahora fue superada porque vino acompañada por el aguacero (palabra contradictoria agua-cero), queda lamentar los muertos, los heridos y los damnificados.
Que el fin del mundo nos agarre confesados, aquí abajito pueden dar sus
recomendaciones y dejar sus confesiones.
Salú pue.
El tambo — Capítulo 4
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—Joven, hágame el favor, por vida suya, ayúdeme a subir el tambo por la
puerta de atrás.
Un poco de esfuerzo y el tambo quedó acomodado. El brocha apurab...
Hace 11 años
2 comentarios:
Agradeciendo su comentario en mi blog,y con el gusto de leer sus escritos.De acuerdo con su comentario acerca de que el matrimonio del protagonista de ésta historia contiene esperanzas de tornarse en algo mejor,pero como sucede en muchos micros,quedan abiertas muchas posibilidades más,y algunas nefastas por su ambición desmedida,a pesar del ladrón que roba a ladrón y todo lo demás
Carlos: Me gustan los finales abiertos, aunque a veces es mejor cerrarlos. Que bueno tenerlo por acá.
Salú pue
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