El Diego Iespien, ese patojo que se empeña en ser cronista deportivo, pero dice que no le atrae ingresar a trabajar a ningún medio local porque todos son unos mediocres, que no saben como hacer una buena reseña de los eventos deportivos, que solo se concretan a dar la noticia, sin esforzarse para ver los detalles, menos para escribirlos; pues ese patojo, cada tanto tiempo me trae alguna de las notas que escribe y que nunca publica, aunque yo le he dicho que abra un su blog, pero él me dice que ya nadie lee blogs, a lo que yo le digo que tiene razón, pero que más de alguno lo leerá. El caso es que el Dieguito se contradice, porque afirma que ya nadie lee blogs, pero me pide que le publique sus notas en el mío, y como no tengo problema con eso, le digo que está bueno.
Entonces maestros y maestras, a continuación les reproduzco una nota del pibe, dirían los argentinos, que escribió sobre el jugador que más polémica genera en este país que, entre otros sufrimientos, también sufre el fútbol.
El loco
La pelota toca su zapato y, de inmediato, una descarga de electricidad sube por todo su cuerpo. La carrera comienza más o menos delante de la línea que divide el campo, se sabe que atrás quedarán algunos rivales, pero no se sabe en dónde terminará la pelota; puede ser que siga pegada a su pie, durante veinte o treinta metros y que luego sea pateada, queriendo hacer un centro al área, para terminar en el fondo del estadio, de la manera más infame; o puede ser que haga una pared, que se la devuelvan, que drible un par de defensas más y que el centro salga perfecto, entonces termina moviendo la red; otras veces él mismo la empuja al fondo de la portería, luego se viene la celebración y la descarga de adrenalina hace que el rostro se le desfigure, por el grito de gol, infunde miedo, pero es imposible no celebrar con él.
Era el año 2002 cuando, vestido con el uniforme de la Universidad de San Carlos, corrió sin mirar quién lo perseguía, en tal estado de inconciencia que medio equipo crema quedó apilado detrás, fue gol. El siguiente campeonato Comunicaciones se aseguró de que no volviera a suceder lo mismo, terminó contratando al jugador.
Nadie debería recordar el accidente que le cambió la vida, pero los fanáticos que no entienden el fútbol se empeñan en culparlo. Intentó pasar la página emigrando, no pudo mantenerse en el extranjero; su regreso fue traumático, los rojos, que lo habían comprado, se empeñaron en alinearlo, aunque su rendimiento fuera bajo, en aquel entonces.
Después de: varias temporadas; incontables corridas; infinidad de centros errados; cualquier cantidad de tiros al marco, sin dirección la mayoría; buen número de goles, muchos de ellos importantes; insultos soportados, lesiones, ausencias obligadas y varios entrenadores, El loco llevó a Los rojos a otro título, (Por supuesto, también fueron importantes: Penedo, Chalito, El chejo, JJ, y todos los demás). Marcó goles, dio asistencias, corrió como ninguno; falló más que cualquiera, incluyendo un penal que nadie lo puso a patear, pero su presencia fue fundamental.
Diego Iespien
Como ya lo he dicho antes, el Diego se emociona, yo no soy mucho de opinar de fútbol, pero si me gusta verlo y dimensionarlo como el fenómemo antropólogico que es.
Salú pue.
Entonces maestros y maestras, a continuación les reproduzco una nota del pibe, dirían los argentinos, que escribió sobre el jugador que más polémica genera en este país que, entre otros sufrimientos, también sufre el fútbol.
El loco
La pelota toca su zapato y, de inmediato, una descarga de electricidad sube por todo su cuerpo. La carrera comienza más o menos delante de la línea que divide el campo, se sabe que atrás quedarán algunos rivales, pero no se sabe en dónde terminará la pelota; puede ser que siga pegada a su pie, durante veinte o treinta metros y que luego sea pateada, queriendo hacer un centro al área, para terminar en el fondo del estadio, de la manera más infame; o puede ser que haga una pared, que se la devuelvan, que drible un par de defensas más y que el centro salga perfecto, entonces termina moviendo la red; otras veces él mismo la empuja al fondo de la portería, luego se viene la celebración y la descarga de adrenalina hace que el rostro se le desfigure, por el grito de gol, infunde miedo, pero es imposible no celebrar con él.
Era el año 2002 cuando, vestido con el uniforme de la Universidad de San Carlos, corrió sin mirar quién lo perseguía, en tal estado de inconciencia que medio equipo crema quedó apilado detrás, fue gol. El siguiente campeonato Comunicaciones se aseguró de que no volviera a suceder lo mismo, terminó contratando al jugador.
Nadie debería recordar el accidente que le cambió la vida, pero los fanáticos que no entienden el fútbol se empeñan en culparlo. Intentó pasar la página emigrando, no pudo mantenerse en el extranjero; su regreso fue traumático, los rojos, que lo habían comprado, se empeñaron en alinearlo, aunque su rendimiento fuera bajo, en aquel entonces.
Después de: varias temporadas; incontables corridas; infinidad de centros errados; cualquier cantidad de tiros al marco, sin dirección la mayoría; buen número de goles, muchos de ellos importantes; insultos soportados, lesiones, ausencias obligadas y varios entrenadores, El loco llevó a Los rojos a otro título, (Por supuesto, también fueron importantes: Penedo, Chalito, El chejo, JJ, y todos los demás). Marcó goles, dio asistencias, corrió como ninguno; falló más que cualquiera, incluyendo un penal que nadie lo puso a patear, pero su presencia fue fundamental.
Diego Iespien
Como ya lo he dicho antes, el Diego se emociona, yo no soy mucho de opinar de fútbol, pero si me gusta verlo y dimensionarlo como el fenómemo antropólogico que es.
Salú pue.
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