lunes, 26 de abril de 2010

De cómo estaba pasando el rato en el parque central y casi termino convertido en asesor político, que “eggs”.

En este mundo, con solo hablar un poco de pajas uno se va haciendo fama de conocedor, aunque en mi caso mi fama no pasa de pajero.

Hace poco salió a luz que un periodista italiano publicó un puño de entrevistas falsas; según dicen el tal Tommaso Debenedetti se inventó que había conversado con un montón de premios Nobel. Pensé que había perdido el primer lugar mundial, que orgullosamente ostento, en el tema de hablar pajas; me asusté maestros y maestras, porque de pronto descubrí que hay mara más pajera que yo; luego un incidente vino a convencerme de lo contrario, ahora puedo decir que, al menos en este país, estoy en el primerísimo lugar del pajerismo, ahí les va la anécdota.

El otro día estaba sentado en una banca del parque central, bueno no hay bancas ahí donde yo estaba, pero uno se puede sentar en la orilla de las jardineras, creo que así les dicen a los espacios en los que hay plantas; el rollo es que al rato llegó un sujeto a saludarme, estaba vestido de traje, sin corbata, con los zapatos recien lustrados, pelo envaselinado con moco de gorila, puro guarura parecía, se presentó y dijo que nos conocíamos; pues fíjense que resultó que sí lo conocía, pero no fue por casualidad que llegó a saludar, ahora les cuento.

Después de su corto saludo y de explicarme cómo me había encontrado, pasó a lo siguiente: Mire Johan, trabajo con una Doña que quiere lanzarse a un cargo de elección popular, ella ha leído su blog, yo también, por lo que pensamos que siendo usted tan pajero es la persona idónea para escribirle discursos y ayudarle a hacer un plan de incidencia.

Yo siempre he sido alérgico a cualquier cosa que tenga que ver con política partidaria, más en este país, no hace falta decir que aquí todo eso está tan desacreditado; pero por pura cortesía escuché todo lo que tenía que decir antes de replicarle que le agradecía mucho su interés, pero tanto él como la doña estaban equivocados, que aquello no era buena idea.

El tipo era efusivo, pintoresco y, sobre todo, necio, así fue que, sin hacer caso de lo que dije, me propuso que hablara con ella: Mire Johan, cabal el 24 (o sea el sábado que pasó) hay una reunión en Escuintla, ella va a estar ahí, yo pasó por usted a su casa, lo llevo, le habla y mira si le conviene el negocio; puse mil pretextos, pero él maestro no aceptó un no como respuesta.

Después de un buen rato de estarme negando firmemente se quedó viéndome a los ojos y dijo: Johan, si usted no va nos va a ir muy mal a los dos, mientras hablaba se metió la mano en el saco, como quien alivia una picazón en la axila, o como quien busca algo. Ya cansado del tema, y con la duda de qué estaría buscando entre el sobaco, finalmente, le dije que estaba bien, que iría.

Me explicó que se trataba de una reunión llamada: Apoyando a la gente o algo así, iba a ser en Escuintla, a las nueve de la mañana, que él iba a darme una acreditación para que no tuviera problemas en la entrada.

El sábado me levanté temprano y me fuí al parque, tampoco quería decirle donde vivía, aunque supuse que si me había encontrado lo más seguro es que también supiera en donde vivía.

Unos minutos antes de las nueve ingresamos al centro deportivo, todo estaba preparado para la reunión, pantallas gigantes, decoración bien chilera, gente ya sentada en la mesa principal, para mi sorpresa resultó que eran ministros y funcionarios del gobierno; me senté en una esquina, desde donde todo se miraba bien calidá; al rato se aparecieron la presidenta y el primer damo; no, al revés, la primera dama y el presidente y la reunión dio inicio.

Estuve a punto de retirarme, luego pensé que podría estar interesante, de cualquier forma la famosa doña no aparecía. Así fue pasando el tiempo, un discurso por aquí, otro por allá, de repente repartían botellas con agua, sin etiqueta; al rato pasaban bandejitas con un croissant y un juguito, a los de la mesa los trataban mejor; claro, ahí estaban el presidente y su señora, aunque no era mucho más: vasos con hielo, refrescos, sánduches y cositas por el estilo. Nada interesante hubo en los discursos, lo más anecdótico fue el beso, como de telenovela, que la primera dama dio a su pareja, después que terminó de hablar, todas las cámaras los enfocaron y aparecieron en las pantallas gigantes.

La gente parecía conforme, pero insisto, pocas cosas que mencionar: alguien que trataba de entregar una carta; un patojo que hizo un discurso floreadito, bien lindo habló; una doñita que dijo: ya no queremos más cursos de cocina y repostería, ya sabemos ser amas de casa y no queremos más de esos cursos; queremos formación política, que nos den espacios. Un militar que estaba a la par mía dijo, medio susurrando: Y entonces, ¿quién hará el trabajo de la casa?.

En esas estaba cuando sentí una mano en el hombro, era el cuate que me llevó: Véngase conmigo, vamos al parqueo, ahí está la Doña.

Me fui detrás de él, ahí estaba una señora chiquitía y gordita, según me informó el fulano, ella era la mano derecha del gobernador, iban a lanzarla para optar a una curul en el congreso; me extendió la mano, y con algo de pena dijo: Johan, siento haberlo hecho venir por gusto, la verdad es que las cosas cambiaron un poquito, parece que a las mujeres que se suponía votarían por mi no les gustaron los cursos que les dimos; la gente del partido se enojó conmigo, acaban de decirme que por el momento no voy en la lista.

Suspiré aliviado, me compadecí de ella, de verdá que si, le dije que no se preocupara, que estaba a la orden, me despedí y me vine de regreso en camioneta, no quise saber más del tipo de traje.

Salú pue.

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