viernes, 14 de marzo de 2008

Viernes de dolores



Recuerdo el año que vine Guatemala, fue para semana santa. Si me pongo a recordar podría decir que esto lo escribo: A los treinta y cinco años que vine a este país y me sorprendió la sensación de alegría que se percibía en las procesiones, contrastado con la ropa de duelo, las caras adustas y tristes de los cargadores que evidenciaban un dolor poco conocido —el dolor del penitente—, tan cercano al éxtasis de Santa Teresa. A los treinta y cuatro años que tuve una sorpresa mayúscula, cuando observé, de lejos, la huelga de Dolores; me pareció que era una protesta que hacían los jóvenes que el siguiente viernes estarían cargando y adorando a la muerte por voluntad de sus padres. A los treinta y tres años que cometí uno de los errores más grandes en todos los años que llevo viviendo aquí, al pararme en la esquina del Portal —obviamente destacaba entre la multitud, mi color y mi estatura no son lo que se dice chapines—, el desfile lucía pobre, las carrozas a medio terminar y la gente disfrazada, muchos con trajes de odalisca y falsas tetas, debajo de los bikinis flojos y las piernas velludas, en realidad era nauseabundo. Alguien gritó "allí está Pelé", al instante me rodeó un grupo de chavitos que bailaban y me hacían bullas, otro consiguió una pelota, que terminó de poner el clavo en mi humillación, yo no sé nada de fútbol, así que la pelota no tardó en caer al suelo y perderse por la calle, en medio de la rechifla del grupo. Un muchacho que veía la confusión se armó de valor y gritó la frase más repetida por los reyes feos universitarios: "M aquí", su voz diluyó al grupo que me rodeaba. A los treinta y dos años que tengo de estar evitando el mentado desfile, me asusta la posibilidad de ser objeto de una burla similar. A los veinticinco años que ingresé a la universidad de San Carlos con cédula de vecindad falsa y aún así me mantuve al margen de la huelga. A los veinte años que Vinicio Cerezo llevó al balcón presidencial a no sé que presidente latinoamericano, para mostrarle uno de los eventos más bizarros —en el preciso sentido de la palabra— de la cultura guatemalteca y que yo no pasé de ver el resumen en la televisión. A los doce años que alguien me invitó a participar en una comparsa y pude demostrar mis habilidades en el baile y la percusión. La oportunidad de redescubrir a una de las tradiciones que más me intrigaban pudo más que el miedo a la burla, los muchachos ayudaron a que no me viera mal, se pintaron la cara como mimos, se pusieron traje negro y guantes blancos, al ritmo de tambores, nos hicimos seis horas desde el paraninfo hasta el parque central. Esa vez no hubo burlas, nos divertimos sacando al diablo del cuerpo, ya se sabe que el estudiante necesita más circo, más pan y menos penitencia; además de litros de agua y cerveza; al final, los zapatos gastados atestiguaron el sacrificio, pero a mi edad creo que di una cátedra de baile a los tiesos guatemaltecos. A los diez años que monté el primer taller literario en este país y a la fecha algunos de los patojos que asistieron ya son considerados escritores posmodernos y revolucionarios de las letras nacionales. A los ocho años que Beto Cabal y Adan Neil empezaron a recorrer el mundo pidiendo "jalón" en carreteras, aeropuertos, organizaciones no gubernamentales, pidiendo prestado a los cuates, debiendo a las tarjetas de crédito, muy lindos ellos, con morral al hombro, haciéndose pasar por indígena y garífuna respectivamente. A los cinco años que Jonás Ungido dejó de ser pescador de hombres y abrazó la literatura. A los dos años que todos los egresados del taller se organizaron para publicar sus primeros libros. Al año que se pusieron necios con que hiciéramos un blog, que los cuentos pajeros merecían ser conocidos. A los casi cinco meses que me convencieron y finalmente subieron los cuentos pajeros a la red. A los tres meses de que el blog ha sido plagiado, imitado, suplantado, por uno que otro ninguneado, por algunos elogiado, por la prensa escrita publicado, por los posliteratos destazado, en las facultades de literatura analizado, por la Real Academia de la Lengua ignorado, por un resto de mara leído.

Hoy el Adán me pidió que le cuidara el changarro mientras él va, por ratos, a la sexta, a ver la huelga, supongo que le gustaría participar. Nunca le he contado que participé alguna vez, pienso que no me creería. Ahora la cosa es distinta, hasta blog tienen ya, ésta foto que ven aquí la bajé del sitio de la huelga.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me agrada tu blog, por eso te propongo un intercambio de enlaces si es de tu agrado, déjame un comentario. Muy bien por la perspectiva al margen que das de las tradiciones de Guatemala.