miércoles, 10 de marzo de 2010

Otro cumpleaños que se me olvida, el gato que maulla, el pie en la cubeta, los practicantes del San Juan de Dios. Algo para contarles, nada más.

Entré al feisbuk, como quien no quiere la cosa. Resulta que no termino de encontrarle la gracia al mentado sitio. A veces entro a curiosear un rato, a ver qué hacen los demás; creo que ha servido para sacar mi lado voyeur. Ahí me pongo a leer que alguien se enamoró de no se quién; que fulano se desenamoró; que menganita usa una talla mayor; otros más contando de sus viajes, sus viejas y sus viejos; no falta la doñita que confiesa que le manchó la ropa al marido y que luego le echó la culpa a la empleada; y toda la mara, incluyéndome, que comparte links de cosas que les parecen interesantes; periódicos extranjeros, por ejemplo. La cosa es que entre tanto mensaje me encontré una, dos, tres, varias felicitaciones de cumpleaños, buena onda la mara, y que me acuerdo que ya soy un año más viejo.

Se ha convertido en costumbre eso de olvidar mis cumpleaños, quizá sea un mecanismo de defensa; hace años que no celebro, aunque no tengo nada contra de quienes hacen sus fiestecitas, lo que pasa es que soy raro, cuando me viene a la mente que la maquinaria está más vieja y oxidada no me dan ganas de celebrar; eso sí, cada vez está uno más sabio (que pajero).

Aun así, motivado por las felicitaciones que enviaron los cuatachos, estaba por empezar a escribir algo al respecto cuando un gato, que usualmente se mete al corredor en la noche, se puso a maullar y a gemir, como que andaba persiguiendo a una su gatita. No soporto esos chillidos así que salí a espantarlo.

Me puse las chancletas, marca Suave chapina, y empuñé una escoba. Salí corriendo y no me fijé que doña Carmelita, la señora que viene a limpiar, dejó a medio patio una cubeta llena de agua y chupluc, metí la pata, imagínense el estruendo. Mientras intentaba sacar el pie de la cubeta, apalear al gato y agarrarme de la pila, caí como aguacate maduro.

La dueña de la casa llegó en un santiamén, hace días que anda diciéndome: Johan, tenga cuidado, se puede caer; y justo viene a encontrarme ahí tirado, en pijama, mojado, con un chichón en la cabeza y con el gato sobijiándose en mi pierna.

Con no poco esfuerzo, me ayudó a levantarme, al tiempo que profería un regaño. Sentí dolor cuando asenté el pie, no podía mantenerlo en el suelo. De seguro se lo quebró, dijo la doñita.

Me vi el tobillo, parecía un tomate maduro, inflamado, inflamado. Que rápido se le hinchó Johan, mejor le digo a mi yerno que lo lleve al San Juan de Dios, como usté no paga IGSS ni tiene seguro.

Me resistí un rato, eran las nueve de la noche, el principal hospital público de la ciudad, con tanta violencia, siempre se mantiene lleno; sabía que ir a esa hora implicaba salir como a las cinco de la mañana; la cosa es que la doñita insistió tanto que me convenció.

El yerno de la doña sacó su carro, me ayudó a subir y en menos de diez minutos me había dejado sentado en la emergencia del hospital, y se fue.

Como cosa rara no había mucha gente, solo un parito de pacientes, no muy graves, por lo que fuí atendido casi de inmediato por un patojo con aspecto de nerd, la montura de sus lentes lo delataba, tenía un amago de barba que bien podía ser producto de un turno extendido o porque quería parecer mayor.

¿Cuántos años tiene?, ¿es diabético? ¿es alérgico a la penicilina?, ¿de qué raza es? Y un racimo de preguntas medio tontas que no tenían nada que ver con la hinchazón de mi tobillo, ya parecía vendedor de tarjetas del SIGA.

Al ser atendido rápido pensé que no tardaría en salir, pero me equivoqué; pasó una hora antes de que me llevaran a rayos X, luego otra hora para que dos mediquitos, no lo digo en forma despectiva, es que eran muy jovencitos, se pusieran a discutir si la línea que se veía en la radiografía era o no fractura, uno de ellos dijo: En un hombre de esa edad los huesos ya se hacen más débiles. Púchica, o sea que ya soy de esa edad, me dije. Al final se decidieron a ponerme un yeso.

Imaginé que iban a ponerme una bonita venda de plástico, pero nel, sacaron cuatro vendas de yeso normal, de ese blanco que parece repello de pared, uno de ellos procedió a enrollarlas en mi pie, una y otra vez. El patojo se esforzaba en tallar, sobando con ambas manos, pero el resultado fue un tremendo bulto, grotesco se miraba. Me dieron una receta y a las cuatro de la mañana estaba en la puerta pidiendo un taxi.

Al día siguiente llamé a un médico, amigo mío, para que me prestara unas muletas; le hice toda la historia y le conté que me sentía fatal, como que tuviera hormigas en el pie. Mejor venite, dijo, de repente te dejaron más jodido.

En cuanto entré a la clínica, después de sortear varios obstáculos, con ayuda de la asistente, el doc se quedó viendo a mi pie y soltó la carcajada: Puta vos, ahora sí que te dejaron hecho un Trucutú. Recordé la tira cómica y me puse a reír, pues tenía razón, el tamaño del pie era unas cuatro veces mayor de lo normal.

El rollo terminó en que tuve que sacarme otras radiografías, resultó que no necesitaba el yeso, solo un inmovilizador y reposo durante unas semanas. Me quitaron el yeso de Trucutú y he tenido que estar encerrado.

Al final solo fueron dos semanas sin moverme, ya no hay edema, ni dolor; el médico dice que mis huesos están más sanos que los de un patojo de quince años; será de patojo tercermundista y desnutrido, pensé.

Salú pue.

7 comentarios:

Isabel Mª dijo...

A éso se le llama meter la pata en todos los sentidos.

Saludos,

Tereza dijo...

me gusta la palabra "patojo"... y todo eso por un gato!!!!
y... FELICIDADES!

Johan Bush Walls dijo...

Isabel: Y bien metida maestra, no hay de otra.

Tereza: Gracias por las felicidades. Mirá pues patoja, que bien que te guste la palabra patojo.

Salú pue.

S E B A S T I A N G O M E Z dijo...

Jaja, que buen post Johan.
Me hiciste reir mucho. A mi me pasó una vez que me resbalé y caí desde más o menos 1.5mts por espantar a unas palomas que hacen más ruido que todos los políticos latinoamericanos juntos.

Saludos!

S E B A S T I A N G O M E Z dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Johan Bush Walls dijo...

Sebastián: A ver si contás en tu blog la historia de como no atrapaste a las palomas.

Salú pue.

Silvia dijo...

Que bueno que tiene huesos de "niño bien criado", porque cargar yeso ha de ser feo.
Que esté muy bien, maestro.