jueves, 17 de diciembre de 2009

De noviembre a diciembre, metido en un carro con una conductora histérica (mi asistente); más una pequeña nota sobre la academia.

Algunas personas que me conocen dicen que soy negativo, será por el color, porque la verdad es que siempre trato de tener actitud positiva. Lo que pasa es que a veces suceden cosas que ponen los nervios de punta, como lo que les voy a contar, entonces se llega a pensar que el mundo está en contra de uno.

La mayoría de los hechos sucedieron en este mes, al que todos llaman el mes más lindo del año.

Todo comenzó a principios de noviembre, por aquellos días obtuve un contrato para realizar cierta investigación, que la verdad ya tenía investigada, pero como hay que aparentar que la cosa es complicada, y como la paga sería bastante bonita, entonces contraté a una patoja para que me apoyara en el proyecto; todo parecía muy fácil. En el momento que escribo esto el trabajo está finalizado y entregado, o sea que la cosa salió.

El asunto es que la chica, señora jóven, madre de familia y esposa ejemplar, vive en la zona 6; por otro lado, las reuniones de trabajo, porque las hubo, fueron en la zona 10 y 14; y como yo vivo en la zona 1, pues todo quedaba a trasmano.

Como no tengo carro (creo que ya lo dije muchas veces) y mi asistente si (se oye bonito, le voy a decir así por el resto del relato, como ahora soy aprendiz de caquero), tuve que pedirle que pasara por mí (claro que le pagué la gasolina y depreciación del vehículo), cada vez que teníamos reunión, o sea casi todos los días.

Ella es muy voluntariosa y colaboradora (mi asistente), pero tiene demasiadas cosas que hacer antes de empezar la jornada y a la mitad de la jornada y al final de la jornada; por lo que siempre andaba acompañada del marido y los hijos, a quienes tenía que dejar en su destino antes de empezar a trabajar.

El itinerario era más o menos de esta forma: ella pasaba por mí, luego llevaba a los niños a la casa de su mamá, ella se los cuida; como no los podía dejar tirados entraba a la casa, se tardaba unos quince minutos, en los que me tenía que poner a conversar con el marido, tipo agradable por cierto, pero que sólo habla de fútbol; después dejaba al marido en su trabajo (el de él), para finalmente llegar a nuestras reuniones; al medio día corría para ver a sus niños, al marido lo dejaba tranquilo y a mí me dejaba en el centro; por la tarde la rutina era la misma, ir por los niños, por el marido, esperar mientras ella entraba a la casa de la mamá, hablar de fútbol, apechugarme atrás cuando subían los niños, quedarme en el centro, mientras ella se iba.

Terminaba agotado, pero la pobre, de seguro, lo resentía más. Se me olvidaba, en el interín, en algún momento de todo este movimiento, ella recogía a la señora que ayuda a la mamá en el cuidado de los patojos.

Un día, para ser exactos el 9 de diciembre, veníamos de regreso; ella manejaba, iba a más de cien, había un letrero de desviación... Esperen, esa es la letra de una canción; ya me distraje, pero vuelvo al relato; ella manejaba como que fuera Juan Manuel Fangio o cualquier camionetero, la anarquía total. Ibamos por la 11 avenida cuando nos quedamos atascados, no se podía avanzar. Como pudo, retrocedió, se metió por callejones, incluso se fue en contra de la vía, todo para tratar de salir a una calle despejada; mientras tanto llamaba al marido, a la señora que cuida los niños, a la mamá, profería algunas maldicones, somataba las manos contra el timón, bocinaba; hasta llegó a decirme que me quedara yo con el carro, que ella se iría caminando; se puso histérica.

El tráfico estuvo detenido durante unos cuarenta minutos, luego volvió a fluir. Yo me quedé cerca de la iglesia de La Merced, justo ahí estaba la causa del “tranque”, dirían los panameños, una procesión y unos gigantes se movían en la calle.

Con voz medio quebrada, aunque casi le salía la risa, dijo: eso me pasa por no ser católica, no sé de qué diablos es esa procesión; para relajar la tensión le hice un chiste: no son diablos, son santos los que van cargando, dije y se tiró la carcajada; momento que apreveché para decirle que por ahí me bajaba.

De ese día para acá todo ha sido igual, con el carrerío digo, pues a la llegada del tráfico navideño se han agregado: la presentación de La academia, Las luces campero, las procesiones, las manifestaciones en el congreso, los continuos asesinatos en la zona 10, las colas en los centros comerciales, y algunas cosillas más por ahí, y yo metido en el carro con esa mujer histérica.

No me mal interpreten, ella es bien linda, como ya dije, esposa ejemplar y madre abnegada, pero en el tráfico se vuelve la señora Hyde, grita y gesticula. Yo debería estar acostumbrado al rollo, pues siempre viajo en camioneta, aunque al brocha y al chofer uno los puede maltratar, y ni modo que le diga algo a ella.

Como el trabajo terminó ya no he tenido que andar con la conductora veloz, por eso retomo mi actitud positiva, puedo asegurar que el mundo no está en contra mía. Quizá sea momento de pensar, seriamente, en comprarme un mi carrito.

Con ese rollo de la academia, déjenme contarles algo. Resulta que el Adán y la novia fueron a ver el concierto y estaban entusiasmados: que espectáculo, fue grandioso; además lograron quitar a los sindicalistas que llevaban más de un año en el plaza central y, por si fuera poco, Napoleón pasó a la final, dijeron.

Así siguieron, por un buen rato, hablando de lo mismo, hasta que les dije: Miren pues, la cosa tiene que ver con una antigua profecía maya, más o menos va así: En los postreros años, cerca del fin de la vieja era, un heredero maya será coronado en tierras aztecas, de no ser así el mundo será destruído en el 2012.

Salú pue.

8 comentarios:

Angel Elías dijo...

En todo caso siempre se puede decir que la histeria provoca historia, una muy genial para ser sincero.

por cierto estimado usted me debe una entrevista. ya estaba todo programado para divulgarlo a toda la nacion en guatemala.

El profeta dice: un beliceño sera coronado en tierras guatemaltecas. jejejeje

Tereza dijo...

La profecía dice que el mundo ya se acabó.

Johan Bush Walls dijo...

Angel: Púchica maestro, que bueno verte por acá.

Pues vos decís, yo soy tímido, pero me apunto para responder a lo que me pregunten, al cabo que solo pajas hablo.

Tereza: Es cierto maestra, el mundo se acabó, y los restos le quedaron a los narcos.

Salú pue.

Miss Trudy dijo...

Cuánto me disfruto sus historias, Don Johan.

Nancy dijo...

Me hiciste reír... pobre mujer ¡qué estrés!

Johan Bush Walls dijo...

Miss Trudy: Y cuanto disfruto que usté disfrute mis historias.

Nancy: Ya me acostumbré a que te riás de mis textos.

Salú pue.

Anónimo dijo...

Hola, Johan:
He revivido sus andadas a toda marcha y con prisa... quería saber si al final se compraba el auto o no... pero se vé que en el fondo le gusta que lo pasen a buscar las "patojas" y lo paseen de lo lindo.
Por mi parte le deseo que pase muy, muy de lo lindo estas fiestas, y que el nuevo año lo encuentre feliz y disfrutando de las 20 habitaciones de su castillo, je!
Mis muy grandes y especiales cariños para ud.!!!!

Johan Bush Walls dijo...

Lauri: Lo de el auto es una historia aparte, ya se la contaré. Me quedé pensando en lo del castillo con las veinte habitaciones, creo que usté tuvo la culpa de lo que sucedió, cosa que cuento aquí arribita.

Muchos abrazos y salú pue.