viernes, 7 de noviembre de 2008

Graduaciones y fiambre

Vivo solo desde hace muchos años, es algo que disfruto, tal sentimiento de libertad es incomparable; a pesar de eso, mi relación con las mujeres ha sido excelente, pero me pasa como en La insoportable levedad del ser, y existen pocas mujeres que estén dispuestas a aceptar algo semejante. De ahí que mis relaciones largas no se hayan visto favorecidas, en las cortas me ha ido mejor. He llegado a pensar que, tarde o temprano, estar con una mujer se convierte en mi versión particular de Fatal attraction: llamadas; frases como: ya no me buscaste; llamadas; llantos; apariciones sorpresivas; llamadas, y eso en la fase inicial. Cabe mencionar que algunas mujeres andan en la búsqueda constante, obsesiva, de encontrar a aquel que viva con ellas hasta que la muerte los separe.

Luego de la piñata, Marina* me hizo dos invitaciones, quería que la acompañara a la graduación del novio de su hija, el viernes; y el sábado ir a comer fiambre a su casa.

Pensarán que soy un antisocial, pero las graduaciones no me gustan, nunca he entendido porque celebran, pues de todos los que estudian el último año, obtienen el título el 99%, quien no lo hace es porque de verdad se la pasó de vagabundo todo el año. El caso es que no pude negarme.

No tengo vehículo, además no me gusta manejar en esta ciudad, así que llegué a buscarla en taxi.

La niña estudia en el mismo colegio que el novio y como es la abanderada de su sección tenía que ir uniformada, pues le tocaba ser escolta de los graduandos. La pobrecita lucía estresada, pues eran las nueve de la mañana, el acto daría inicio a las diez, pero su madre aún no estaba lista. Finalmente Marina estuvo lista, vestía un traje hermoso, un poquito pasada de maquillaje; el perfume estaba en su punto; la niña se relajó y tomamos camino al colegio.

El evento era en un colegio evangélico, de esos que pertenecen a una mega iglesia; el salón era enorme, y estaba llenísimo. La niña se ubicó rápidamente.

Entre las oraciones, los largos discursos de los directores, la propaganda del colegio, la música del grupo de alabanza, y el sermón, se fueron casi dos horas. La gente se aglomeraba, entraban, salían. Había de todo: mujeres maquilladas exageradamente, otras mostraban cirugías evidentes; ni hablar del vestuario: trajes de noche en plena mañana, hombres en mangas de camisa, uno que otro con esmoking; yo me sentía más o menos, vistiendo mi único traje, uno beige de lino, bastante pasable; eso de vestirme formal no va conmigo.

Llamaron a los patojos, uno por uno, eran un poco más de cien, los padres pasaban y, con todo el orgullo del mundo, colocaban el anillo de graduación; luego, acompañados de los padres, posaban para la foto. Un ritual eterno.

El acto terminó con las palabras del representante de los alumnos, casualmente era el noviecito de la niña; se quejó de la crisis, pero hizo alarde de lo bien preparados que salían, de esa forma podrían hacerle frente a la vida real. No había terminado de decir la última palabra cuando sonó la música, otro canto de alabanza, una oración final, salida de las banderas, gritos, chiflidos y la bulla de los graduados.

Reunidas las dos familias, afuera del salón, noté cierta incomodidad en Marina, resulta que los buenos hermanitos me habían hecho blanco de sus miradas. Esas cosas ya no me incomodan (como he dicho otras veces: ser de color en este país es ser alguien extraño, alguien a quien ver), pero ella daba la impresión de no estarlo asimilando de buena manera. Fue algo raro, pues en medio de los saludos y las presentaciones de rigor, ella no atinaba a encontrar la palabra justa para describir porqué yo la acompañaba; hubiera bastado con decir, él es Johan, pero se complicó, ¿o sería yo el complicado?.

La familia del chico nos invitó al almuerzo, pero opté por disculparme, Marina trató de disimular su molestia, pero no insistió. Nos despedimos, con un beso protocolario, pero le alcanzó para susurrar, te espero mañana en casa.

El sábado me levanté tarde. El Adán llegó por la madrugada, buscando refugio, platicamos un buen rato, nos tomamos un par de cervezas; él venía de una fiesta de Halloween. Yo todavía seguía tratando de procesar lo sucedido en la graduación; pero no las miradas de la gente, pensaba en la actitud de Marina. Sucede que, a estas alturas de la vida, sigo sin entender las señales que envían las mujeres; los pequeños besos, los susurros, las incomodidades aparentes, los abrazos sostenidos, las tomas de la cintura; todo eso no siempre tiene el mismo significado, y si uno las interpreta mal, entonces las cosas se echan a perder.

Poco antes del medio día, Marina se apareció por la casa, sin previo aviso, llevaba un poco de dulce de ayote, yo le había comentado que me gustaba, parecía tener cara de disculpa, pero no dijo nada al respecto. Hablamos un rato, finalmente dijo: no entiendo la actitud de la gente, me siento apenada, nunca imaginé que te verían de esa forma, hasta me quedé con la impresión que pensaste que yo también me sentía mal por tu presencia. Le dije que no tenía importancia, y así era. Pero sus palabras me hicieron sentir bien.

Al final, terminé comiendo fiambre en la casa de Marina, tengo que contar que estaba muy bueno; eso, más la conversación; unas cuantas cervezas, que yo pasé comprando, no vayan a pensar que soy un gorrón; y la música de marimba, me hicieron sentir que tenía una familia tradicional; pensamiento que alejé de inmediato.

Cuando nos despedimos puse mis manos alrededor de su cintura, estuvieron ahí el tiempo que tardamos en pronunciar las palabras de despedida.

Salú pue.

*Marina es el nombre ficticio de Carmen, quien tampoco se llama así.

15 comentarios:

Esteban Dublín dijo...

Yo quiero un cuento pajero, Johan. Y lo quiero porque soy un hombre supremamente vanidoso (ahí está mi anécdota).

El único problema es que soy el visitante número 2928.

la-filistea dijo...

Ajá! vos enamorado estás dejate de pajas, ya encontraste la horma de tu zapato.

Un abrazote don Bush!

Lena yau dijo...

¿Y durante la despedida no susurró nada?

Siempre te susurra o te da besos dos segundos más largos....

Cuenta.....jajajaja

¿qué es fiambre?

Aquí es jamón, chorizo, salchichón...

¿es algo típico?

Un beso, Johan...este cuento piñatero me encanta!

Nancy dijo...

Se esfumó mi comentario anterior. Pero resumo: Johan, picarón, parece que ya caísete en las garras del amor. Bien por ti.
En cuanto a tus problemas con las mujeres, te comparto los míos con los hombres. A mí sólo se me acercan jovencitos (entre 30 y 35)... pero yo paso. Creo que tengo muy grabado algo que escuché un día de unos hombres: "Las viudas y las divorciadas siempre necesitan quien les haga el favor".
Yo también quería un cuento pajero, pero para poder ser la 30,000 me faltan 27,068, snif

miquelet dijo...

Os comprendéis, luego os amáis.
Por cierto, ¿el que uno tenga algo más de melanina que otros en la piel es motivo de extrañeza?

Salud.

Anónimo dijo...

Cedí a la tentación: entré y marcó 2.998. Salí y volví. Dos veces: "me llaman 3.000", dijo Pamuk.

Pero, nobleza obliga, a quien le corresponderá es al 3.002.

Yo no tengo nada que decir. Carezco de anécdotas. Soy una ficción.

Anónimo dijo...

rayos me pase por 15
pilas ahi aplique mano aplique
saludos minin

Hija-ilustre dijo...

llegué tarde..soy la 3018... pero 3016 por la "nobleza" de elgemelomalvado


saludos....
y sí.. q es un fiambre para ti allá?

PROSÓDICA dijo...

já!, vos ya caíste mano, planchadito estás con Marina que tampoco se llama Carmen. Desde que fuiste a la Piñata aquella que nos contaste, me dije a mí misma: este está enamorado. Si de veras no sos de los que van a graduaciones y a comer fiambre con la familia de la tipa con la que andas saliendo, entonces has dejado de ser esa persona ya ;). Es bueno evolucionar.

.... todos queremos quedarnos con alguien a la larga.....

abrazos estimado!

Camilo Jiménez dijo...

Depués de convivir durante 8 años con una mujer y unos tres con otra, sólo espero poder volver a comprometerme, sí, pero cada quien en su cuevita. La convivencia entorpece el amor y enferma al deseo. El tipo por la mañana va en busca del café en calzoncillos, tose, se rasca los huevos. Ella llega hasta mesa por el café desgreñada y lagañosa. Los dos se pasan un domingo entero en cama viendo películas. Siempre ella y él en ese espacio, en ese espacio siempre... Eso definitivamente no es sexy. Viva el amor, pero sin convivencia. Permanezca así, amigo Johan.

Me hizo reír mucho con el asterisco a pie de página: muy buen recurso. Y me gustó mucho también la anécdota. ¿Es pajera?

Johan Bush Walls dijo...

Esteban: Ahora me he metido en un lío, los que aceptaron mi ofrecimiento no le pegaron al 3000, y quien le pegó no aceptó el ofrecimiento.

Filis: Que bueno verte por acá, ya se te extrañaba. ¿Para cuando otro post en tu blog? Pues a ver que pasa.

Lena: Como digo, a veces uno no entiende las señales, sigo tratando de descifrarlas. Fiambre es una comida típica guatemalteca, solo se come una vez al año, el 1 de noviembre, es una mezcla de embutidos, jamones, todo tipo de carnes frías, servidas sobre una base de curtido hecho de repollo, remolacha, y no recuerdo que otras verduras.

Nancy: Son un completo misterio las mujeres, algo melindrosas digo yo; porque si a un hombre se le acercaran solo jovencitas, creo que sería el hombre más feliz del mundo. Con lo del cuento, creo que es un asunto por resolver.

Miquelet: En Guatemala es escasa la población de origen "afroamericano", no es común ver en la calle a alguien con más melamina del promedio. El racismo aquí es contra la población de origen indígena.

Gemelo: Maestro es usted un malvado, a ver si alguien más acepta el ofrecimiento.

Anónimo: Ya vendrán más números redondos, a ver si está usted atento.

Hija: Un poquito más arriba traté de explicar que era el fiambre.

Prosódica: Puea ahí va la historia, a ver que sigue, espero que la timidez no me gane, para poder contarles.

Camilo: Ya vio que Kundera narró magistralmente que sucede con las relaciones de pareja (por cierto no le parece curioso que pareja sea un anagrama de pajera y viceversa). Trataré de seguir su consejo, a ver que pasa.

Este blog es un intento de contar la vida y milagros de su servidor.

Salú, a todos, pue.

Anónimo dijo...

JBW, qué puedo decir... Si nadie más acepta el ofrecimiento, no me quedará otra cosa que sacrificarme y ser narrado. Ahora bien, una vez llegados a ese punto, ¿me creería si le digo que no tengo una sola idea para contarle?

el Kontra dijo...

Johan master me solidariozó contigo maestro, pues estaba superahuvedísimo de no conocer a las mujeres, pero después de esta fabulosa historia, me siento bien otra vez master. Buena onda y buena suerte y pase lo que pasé desde mi despepute te hago ganas.

Lo mejor fue el asterisco aclaratorio del final. Salud!!!

Darth Tater dijo...

No se me antoja nada ese fiambre, ¡tiene demasiados ingredientes! ¿lo comen con salsa picante?
Por otro lado llego tarde pero apelo a su buena voluntad y reclamo mi cuento.
Finalmente, ¡diablos! ¿qué les pasa a los hombres que siempre nos llaman "complicadas"? Tan simple como que si Marina lo invitó a un evento familiar especial es porque le gusta y usted tan lento que no ha dado el primer paso, seguro ella lo está esperando.

Johan Bush Walls dijo...

Gemelo: Darth Tater le ha quitado un peso de encima.

El Kontra: Son complicadas maestro, ellas dicen que no, pero si lo son. Gracias por la solidaridad.

Darth Tater: La salsa picante es al gusto del comensal, a mi me gusta el fiambre, pero a mucha gente no, creo que por eso se come una sola vez al año. Lo complicado es dar ese primer paso, a veces puede darse y luego quieren casarse con uno. Hay que ser cautos.

Salú pue.