Desde que en el deporte se enquistaron las mafias y los deportistas fueron elevados a alturas insospechadas gracias al uso continuo de esteroides, cualquier manifestación del espíritu humano, por medio del esfuerzo atlético ha dejado de importarme.
Los ejemplos son muchos, casi siempre después de una gran faena viene la acusación de dopaje.
Yo opino que deberían legalizar la utilización de los esteroides, pero mejor no porque luego habrían muchos deportistas muertos a temprana edad, si, mejor que no los legalicen.
Este rollo es porque en días pasados llegó a mi taller un jovencito, a él no le interesa para nada la literatura, su vida es el deporte, aunque no lo practica, porque es poseedor de un cuerpo tan endeble, que difícilmente aguanta el menor esfuerzo físico. Pero como su pasión es escribir crónicas deportivas, entonces llegó para que le ayudara a perfeccionar su forma de redactar (como si yo pudiera, jeje). El patojo se llama Diego Iespien, y es, para decirlo en términos apropiados, el nuevo fichaje del taller.
Dieguito me hizo llegar la crónica del reciente juego entre Roger Federer y Rafael Nadal, la que les transcribo en este espacio.
No volverá a crecer la hierba bajo los pies de Roger y Rafa
Principes, princesas, presidentes, primeros ministros, padres de los deportistas, novias, entrenadores, autoridades deportivas, público en general, sean todos bienvenidos a la gran final de Wimbledon, el más grande torneo de tenis jugado sobre hierba. Quizá esas fueron las palabras protocolarias, todos sabían que sería un gran juego, obvio, jugaban el número uno y el número dos del mundo; pero nadie imaginaba que iban a presenciar el mejor partido de la historia, así fue calificado por los entendidos en la materia.
Roger venía de ser aniquilado en Roland Garros, y traía la historia sobre sus hombros, ganar cinco veces consecutivas en Wimbledon es una hazaña, pero la sexta sería histórico. Por su parte Nadal cargaba con la estela de no haber ganado nunca un Grand Slam distinto al de París. Estaba claro, no era solo una gran final.
En el camino, ambos se deshicieron fácilmente de sus rivales, Djokovic, el número tres en el escalafón y quizá el único capaz de jugar al nivel de los finalistas, defraudó temprano en el torneo.
Las condiciones atmosféricas hicieron la suyo para contribuir a la tensión, dos aplazamientos por lluvia, además de casi cinco horas de partido, convirtieron en un martirio el espectáculo, aún así nadie quería que terminará. Federer se vio abajo en los dos primeros sets, pero luego de la primera suspensión regresó más frío y concentrado. No se puede decir que Nadal haya desperdiciado las posibilidades de cerrar antes el partido, basta recordar que el tercero y cuarto set se fueron al tie break. Vendría el quinto set, épico hay que decir, es necesario utilizar el lugar común, no hay otra palabra para describirlo. A veces parecía que el cansancio físico haría que todo terminara sin más heroísmo, pero la fuerza mental de ambos logró lo indescriptible. El último episodio se fue hasta las últimas consecuencias, si hubieran penales en el tenis habrían tenido que lanzar tres tandas cada uno. Pero cuando se pensaba que todo terminaría solo si alguno de los dos cayera desfallecido, Nadal quebró el servicio de su oponente y a continuación sirvió el mismo para ganar el partido.
No cabe duda, los dos son cracks. Federer basa su juego en la fortaleza mental, es frío, aniquilador, capaz de regresar cualquier bola, por difícil que sea, con la simplicidad de su revés. Nadal, en cambio, hace filigranas, regresa pelotas de espaldas a la red, por debajo de las piernas, es todo corazón; si fuera futbolista habría que compararlo con Messi.
Fue la mejor exhibición que jamás se haya visto en un deporte individual, habrá que buscar parangón en la pelea de Alí vrs Foreman, quizá. Hay algo seguro, no volverá a crecer la hierba en la cancha central del All england tennis club.
Diego Iespien
Como pueden ver Diego se apasiona, pero creo que tiene madera, a pesar que no es muy pajero que se diga, o quién sabe. Espero que les guste.
Salu pue
El tambo — Capítulo 4
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—Joven, hágame el favor, por vida suya, ayúdeme a subir el tambo por la
puerta de atrás.
Un poco de esfuerzo y el tambo quedó acomodado. El brocha apurab...
Hace 11 años
2 comentarios:
primera vez en tu blog personal maestro... esta buena esta otra faceta de los cuentos pajeros siempre te ando leyendo
Pues espero que no sea primera y última, Don Black, aquí lo espero siempre.
Salud pues
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