El profe Pedrito era un gran promotor cultural, además de los juegos florares del pueblo, organizaba, año con año, la feria Inter-departamental del libro.
Dentro del marco de la feria, también organizaba un festival de escritores, y se preocupaba por invitar a lo más granado de la literatura nacional, algunas veces incluso invitaba a escritores extranjeros. Claro que no todos llegaban, como ya les he contado, el pueblo estaba muy alejado de las carreteras principales, entonces la feria, casi siempre, constaba de tres o, cuando mucho, cuatro stands que se ubicaban en el parque central. Dos de ellos eran del profe Pedrito, pues él era el propietario de la única librería y de la única editorial de por allá.
Hace algunos años convencí al Beto, al Adán y al Jonás para que me acompañaran. Con la paja que iban a llegar unas poetas mexicanas, finalmente, accedieron. Casi me matan cuando, al estar allá, resultó que solo eran ellos, el profe Pedrito y yo, en todo el festival. Eso sí, el escenario estaba dispuesto y las lecturas programadas y como aquellos son algo baratos para eso de leer en público, entonces le entraron con fe.
El Adán fue enviado a dar un taller de creación literaria a la escuelita, su intervención fue muy aplaudida por todos los niños, eran unos diez, luego todos le pedían su autógrafo. También se robó el show en la velada cultural, la entonación de su voz, al leer sus eclécticos versos, hizo que todas las patojas suspiraran por él, hasta parecía estrella de televisión. El profe Pedrito, entusiasmado por la actuación del Adán, decidió darle un diploma conmemorativo, en donde lo nombraba la revelación del festival, también le dio un pergamino, firmado por el alcalde, en donde lo declaraban visitante distinguido.
La participación del Jonás y el Beto fue un poco más discreta, aquellos no son tan dados a ese rollo de brincar encima de los bancos o leer como si a uno lo fueran corriendo, pero también arrancaron los aplausos del respetable.
Después de tres días de estar comiendo de gratis se les pasó el enojo y aceptaron, de buena gana, ser los objetos extraños en el pueblo. Asumieron su papel de intelectuales invitados y se la pasaron bien. Durante el día, en los stands de la feria, aprovecharon para vender sus libros, y al mismo tiempo autografiarlos, cada uno vendió como tres.
La parte que no le gustó a la gente fue la correspondiente a las ponencias, porque cada uno se fumo cosas como: El desarrollo de la poesía en el ámbito rural, mientras se piensa en lo pesado del tráfico en la urbe. Las incidencias de lo religioso, visto por un ser arrepentido de haber sido protestante y las posibilidades literarias. Lo aburrido que se vuelve viajar en camioneta, para asistir a festivales departamentales de literatura; cosas por el estilo leyeron, pero no alcanzaron la misma aceptación que las lecturas de su obra.
Durante varios años se habló de lo increíble y diverso que fue esa feria, aquellos no han querido acompañarme de nuevo, para no borrar de la memoria lo bien que estuvo, dicen.
Mientras nos tomamos una chela bien fría, de la cámara del internet del Adán, recordamos esta anécdota. Esas son ferias del libro, dice el Beto, mientras lee la invitación que acaba de recibir.
El tambo — Capítulo 4
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—Joven, hágame el favor, por vida suya, ayúdeme a subir el tambo por la
puerta de atrás.
Un poco de esfuerzo y el tambo quedó acomodado. El brocha apurab...
Hace 11 años
2 comentarios:
hombre NO has creado nada nuevo.
Pero amigo Yacasi, creí que el copy paste estaba pasado de moda.
gracias de todas formas por el superlativo comentario
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