viernes, 6 de febrero de 2009

Yo bucólico

Me encanta la ciudad, no solo en Guatemala, también las que he podido conocer en otros países. En medio del caos surge algo de encanto, de mágico, no se me ocurren otras palabras para describirlo, me declaro un ser urbano (pero no ese Urbano Madel, el que escribe horóscopos); por eso me resisto a caminar lejos del centro histórico, y mucho más a salir de la ciudad; sin embargo, hay invitaciones que no se pueden resistir, menos cuando la comadre, la única que tengo, se pone necia y casi me lleva arrastrado para su casa del interior.

Hace unos días llegó a mi casa, venía con el marido y su hijo, tenía ratos de no verlos, el muchacho se puso enorme. Después de largas negociaciones me subieron al carro y partimos para Jalapa; o sea que tuve que abandonar la ciudad, pero ya regresé.

Llegué a la casa, nada ha cambiado, todo igualito, pero lleno de polvo. El único que me extraño fue el Adán, quería que le prestara unos libros, vos patojo tomás mucha Incaparina, ¿verdad?, le dije, porque sos fuerte, ni me has devuelto los que te llevaste desde el año pasado, así que no hubo más libros para él.

El viaje a provincia duró varias horas, pues decidimos tomar el camino más largo, con la idea de ver el paisaje. Salir poco ayuda a conservar la capacidad de asombro, por eso me pareció impresionante la cumbre de Miramundo; paramos un rato, para observar y estirar las piernas, en eso me dice el muchacho (por cierto, él no es mi ahijado, soy el padrino de la hija, ella se casó hace un tiempo): y’diai Johan, no trajiste la cámara ¿no?, yo que creí questos paisajes te serviríyan pa´tu blog; no, le dije, puso cara de asombro, al tiempo que sacaba el celular y decía: yo si voy a tomar unas, pa’mi blog; enfocó y cuando iba a disparar solo se oyó: ijuela, ya se chingo esta mierda. Suele pasar, pensé, si alguien de doscientas ochenta libras lleva en la bolsa de atrás del pantalón, durante tres horas, un pequeño aparato.

En mi memoria (como no se pudo en la del aparatito) quedó aquel atardecer, entre pinos, desde la montaña, con todos los valles abajo, aire fresco y colores intensos.

Ya instalado en casa de la comadre me quedé más tiempo del previsto, pero lo disfruté. Paseamos por un par de pueblecitos, fabricados de caña brava y lodo, me hicieron pensar que en cualquier momento aparecería Aureliano Buendía, Remedios la bella o el famoso coronel que no tiene quien le escriba (es una pequeña concesión que hago para los amigos colombianos, que amablemente visitan mi blog, no piensen que estoy plagiando, bien pude haber mencionado cualquier personaje de Asturias); los paseos vespertinos incluían caminatas por las calles del centro del pueblo, llenas de polvo; había un kiosko enorme, los domingos ponen marimba, a veces música de banda.

Es curioso darse cuenta que los fríjoles caldosos, con tortillas de maíz amarillo, queso fresco recién prensado y, de tomar, leche espumosa, tienen otro sabor, el meritito sabor podría decir. Sucede que en la ciudad es difícil encontrar comida con tal frescura, por eso los sabores originales se van olvidando.

Volví ayer, quizá me vaya de nuevo, en unos días, pero por trabajo, resulta que hice contactos con un maestro divertidísimo, con acento casi español, hijo de inmigrantes vascos, de los que huyeron de la guerra civil, para dar un taller de literatura en un instituto público de por allá, resulta que este año pusieron el bachillerato. Me pareció raro encontrar en la entrada de la casa una veladora encendida, pero luego caí en la cuenta que el terremoto de 1,976 fue por estos días. Según se dice, en esta casa murió un niño ese día.

Dormí como doce horas, luego salí a dar una vuelta, a respirar el aire del centro, a sentir los olores que nunca se olvidan. Contaminado, de nuevo, me dirigí al internet del Adán, me dijo lo de los libros, le eché vicks, como les conté arriba y me dispuse a contarles mi viaje.

Salú pue.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Esos parajes tienen que ser preciosos y la comida buenísima.
A mí me pasó tomarme unos huevos fritos en Reinosa, un pueblo del norte de España, muy campestre y no olvidaré el sabor. Tenía catorce años y las pantortitas típicas del lugar.
Qué bueno es visitar otros sitios!

el Kontra dijo...

Buen viaje maistro, identificomé, me llega salir al interior pero me encanta más volver al concreto, las cloacas, el smog...

Salud master pajero.

Lena yau dijo...

Es impresionante que haya sitios en los que la comida sabe a lo que debe saber.

El queso (dios, cómo extraño un queso como el que nombras, fresco, blaco, recién prensado), a queso, las papas a papas, el tomate a tomate...

Y el aire a aire.

Besos Johan!

Nancy dijo...

Qué delicia viajar a donde sea fuera del bullicio y la necesaria contaminación (confiésome citadina urbanísima a morir). Qué bien cae ese contacto con la naturaleza y los lugares en los que el tiempo parece ir en cámara lenta. Yo también disfruto el regreso al estrés, el smog, la adrenalina, el concreto y la radiación. Me encantó eso de que salir poco ayuda a conservar la capacidad de asombro.

Carolina Andújar dijo...

¡Me hiciste dar hambre y no tengo qué comer ahora! Qué antojo...

Pues suena rico el paseíto y entiendo (no te imaginás cuánto) que ni se te ocurra tomar la foto de una atardecer del campo. Yo no sé, de verdad, con tantas fotos de atardeceres que hay en internet, para qué otra más.

Tenés una forma agradable de escribir, vos. Salud, maestro.

Prado dijo...

viajar al interior del país es viajar al pasado también. entre más lejos vayás, más retrocedés en el tiempo. me gusta eso. Saludos.

Johan Bush Walls dijo...

Parsimonia: Pues no es nada del otro mundo, pero la poca costumbre de salir. No es cierto, si hay lugares preciosos en este país.

Kontra: Se repira mejor cerca del Koncreto maestro, al menos para uno que es urbano.

Lena: ¿Conoces Guatemala? tengo la impresión que si.

Nancy: Pues de vez en cuando resulta gratificante. Lo que pasa es que uno es muy apegado a la casa, entonces se siente raro estar en otro lado.

Caro: Espero que para este momento ya hayas comido. Coincidimos maestra, no me gustan esas fotos de atardeceres en el campo. Gracias por el cumplido.

Prado: Es cierto maestro, es un viaje al pasado, así hay que verlo.

Salú pue

Esteban Dublín dijo...

¿Y es que acaso cuántos colombianos venimos por aquí?

Las cosas del Internet. Yo que pensaba que mi única relación con Guatemala estaría marcada por el odio visceral que tengo por Ricardo Arjona. Y de pronto me encuentro un buen grupo de guatemaltecos que aman la microliteratura.

Saludos, señor Bush.

Anónimo dijo...

¡Qué lindo viajecito!, ¡cuántas cosas ricas probaste!... ¡qué envidia!, jajaja.
Es increíble, como uno conserva intactos en la mente, los recuerdos de los olores, ¿no?
Saludos.

Johan Bush Walls dijo...

Dublín: Yo he contado varios, tres o cuatro.

A Arjona no hay que odiarlo, hay que tomarlo como lo que es, un cantante pop, nada más; lo que pasa es que llega a caer mal cuando se de aires de intelectual.

Amamos la buena literatura maestro, no importa si es micro o macro.

Chuquis: De eso estamos hechos, de recuerdos, de olores, y luego nos dan ganas de contarlo.

Salú pue.

PROSÓDICA dijo...

alagrannnnnn don Johan, ahora sí que nos tenemos en el olvido... mire pué y yo que pensé que teníamos un bonito affair usted y yo jajajja.

Son reclamos de marida y celos de amante, qué conste jajaj, no pero ya en serio don Johan, allí me deja almenos una visita de regalito del día del cariño este fin de... se le extraña por mi chamba, algo vacía, pero almenos una velita vayame a dejar de vez en cuando pa´saber que sigue vivito y coleando.

Yo prefiero las ciudades, el campo me gusta por un momento pero luego necesito la urbe. Dichosote que podes salir a echarte tus vueltines al interior, no que uno chambeando todo el día.

abrazotes grandes.

Johan Bush Walls dijo...

Se te extraña maestra, yo siempre te leo, pero si no se deja constancia, pues como que no le creen a uno. Lo que pasa es que a veces prefiere uno solo leer.
Pero suena a excusa.

Es paradójico lo que a uno le gusta estar en la ciudad y a la vez se odia.

Abrazo y salú pue.

PROSÓDICA dijo...

por eso sos number ONE, Johan, no te cambio ;)
Yo hasta no ver, no creer, eh?

jajajjajaa
nos checamos

Camille Stein dijo...

yo también soy urbano, pero los viajes bucólicos me ayudan a resistir mejor los aires contaminados de las ciudades

saludos

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Un bello detalle la velita de mi compatriota.

Cuando visité algún pueblo chapín como San Agustin Acasaguastlán recordé Cien años de soledad y me reprimía ese recuerdo por considerarlo tópico. Fue por esas cuando me prendé del paisaje de Guatemala - como para no hacerlo si subí a Sierra de las Minas - y del carácter afable de su buena gente.

Saludos.

Johan Bush Walls dijo...

Prosódica: Dejémoslo en number "tu", para no fastidiar a los blogstar, a los número uno pues.

Camile: Nos quedan pocos espacios, entre la rutina, creo que por eso los viajes al interior son renovadores.

Goathemala: No reprima los recuerdos maestro, ni deje de hacer comparaciones, tome en cuenta que todo ese realismo mágico brotó de esos pueblos, en donde la realiadad supera la ficción, valga la frase hecha.

Salú pue.