viernes, 13 de junio de 2008

Después...

Mi hija que, como ya les he contado, vive en Londres, se las lleva de investigadora social y me ha hecho algunos comentarios acerca de los juegos florales pajeros, que me llevan a reflexionar.

En primer lugar pienso que no debo darme paja. Por supuesto que participó gente de varios países y que las banderitas se veían muy bonitas y que ya parecía campeonato de fútbol. El punto es que la dinámica que se generó, y lo que trajo consigo, no tienen casi nada de literario; pero todo es parte de un ejercicio en el que participamos todos los que escribimos por internet.

Pero para que les escribo más paja, aquí les va un fragmento de su carta, email pues. Escribo en paréntesis algunas acotaciones mías.

"Un cuento de valor literario, como el que presentó Goathemala, fue ninguneado porque no aporta ningún morbo y habla demasiado entre líneas, sobre esas cosas que entendemos algunos pocos que conocemos el animismo guatemalteco y demás. (Mírenla pues, ella también se está volviendo arrogante, yo confío en que muchas personas más conozcan sobre el animismo guatemalteco, y que me cuenten de que se trata).

Por otro lado, los dos punteros hicieron suyas todas las tácticas deportivas y antideportivas que tuvieron a la mano. Pellizcos, empujones, patadas en la espinilla, en su versión web, salieron a relucir. (Ni llegaron a tanto, pero era parte de la dinámica del rollo).

Alguien confesó que hizo spam, otro que creó varias identidades, otros llamaron al tío, primo, vecino y amigo del vecino a que votara, aún cuando casi nadie leyó los doce cuentos, en fin una fiesta deportiva. (Bueno, era una especie de reality literario, la cosa funcionó).

Alguno se quejó y me llevó a pensar en varias cosas: la mano de Maradona, la mano de dios, como dijo el sinvergüenza (como vive en Londres ya se siente ofendida, si lo que hizo Maradona fue una genialidad); en la pobre corredora despojada de sus medallas, aquella que usó esteroides (hubiera dado el nombre, porque hoy día parece que todos los utilizan); en los muchos que duermen en tiendas hiper-báricas y en el millón de euros por atleta que gastan las grandes potencias con la finalidad de tener medallas doradas en la olimpiada. (Creo que se gastan más, pero todo es por el deporte, recordemos que las Olimpiadas se realizan por amor al deporte, nada más).

También me recordó a las misses venezolanas y su encuentro con el bisturí, (a ella se lo recordó, a mi me gustaría tener esa clase de recuerdos, pero ni siquiera conozco alguna. No pierdo la esperanza de llegar a ser escritor famoso y así me buscarán), paso ineludible para convertirse en reinas de belleza. Y que decir de los cientos de playeras que el papá de Carlos Peña vendió para comprar votos para su bebé". (Bueno, cada quien hace su luchita a como pueda).

Mi hija es muy linda y por eso le doy la razón, pero viene a mi mente pensar en la necesidad que todos tenemos de reconocimiento, me incluyo, y no sólo de los 15 minutos de fama.

De cualquier forma, como todo en estos tiempos posmodernos, la literatura ya no se lee porque es buena, se lee porque la escribió tal o cual persona, pero ni siquiera por eso, se lee porque la publicidad dice que hay que hacerlo, porque es producto del mercadeo. Vean, por ejemplo, a Dan Brown, por mencionar uno, su obra no tiene ningún valor literario, pero a su alrededor se echó a andar una maquinaria de publicidad tan efectiva que vendió varios millones de ejemplares, con película y todo, claro está.

En fin, esa es la posmodernidad, el fin de lo literario y el triunfo de la farándula. Bueno, confío en que no será así.

Salu pue.

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