viernes, 16 de mayo de 2008

Vaciando la casa

Si, mea culpa, no publiqué el blog la semana pasada, entiendo que en este medio uno tiene compromisos con los lectores, hay que aparecer y parecer, pero igual nadie me lee, o sea que las excusas están de más.

Las razones son dolorosas, estoy de luto, pero no tiene nada que ver con que mi blog esté moribundo.

Mi amiga, la maravillosa mujer literata desconocida, se ha llevado a la tumba la que quizá sea la novela más hermosas de la post guerra, en su testamento se lee, con tremendo énfasis: "...la novela no debe ser publicada". No dejo de repetir que es un desperdicio.

La semana pasada, recién había salido de la funeraria, de pronto me la topé, estaba sentada en las gradas de la iglesia. Tuve que restregarme los ojos para darme cuenta que alucinaba. Ella se ha convertido en alucinación, pero su presencia se va a mantener pegada a la catedral, donde leo cada mañana el fragmento que más me gusta de su obra, la que juré no divulgar.

Esta semana ayudé a su familia a vaciar la casa, limpiamos el pequeño cuarto (por no decir mísero), que alquilaba en una casa del centro y sacamos pilas de libros que luego repartí entre mis alumnos: clásicos, románticos y algunos autores ingleses, modernos y post-modernos, se desparramaron sobre el piso de la sala, de inmediato cayeron como buitres los muchachos.

Yo conocía la mayor parte de la biblioteca, entonces pude seleccionar de antemano mis favoritos. Hay que reconocer que no todo vale la pena, hay mucha basura entre ellos. Están también los siete tomos de Harry Potter y algunas novelas de Agatha Christie, un poco de cada cosa: folletos, libros auto-publicados, de novísimos autores que nunca relucieron (todos firmados), me temo que irán a parar a la basura; poemarios de amor con portadas cursis, llenas de angelotes; en fin, lecturas de una vida.

Comprendo que no haya querido que publiquemos la novela, pero me angustia pensar en que ella, igual que algunos pocos, aborreció la fama y se negó sistemáticamente a publicar. "Johan, ahora hasta Carlos Peña tiene sus quince minutos de fama, pero dime, en estos días, ¿quién conoce a Warhol?", me dijo más de alguna vez.

Aún ahora, sé que bajo la cama se guardan los manuscritos más bellos que jamás verán la luz, en su locura ella propuso que fueran incinerados junto a su cuerpo, lamentablemente el dinero no alcanzó para quemar tanto papel, pesaban demasiado, por eso la hermana se apresuró a ocultarlos de la vista de mi bandada de buitres.

Sin embargo, no estaba preparado para aquel hallazgo: bajo el colchón estaba el motivo de su locura.

Uno tras otro los tomos se amontonaron en mi regazo: Crítica literaria, Historia de la crítica literaria, La crítica como arte... subrayados y marcados con su letra, pedazos de sus textos metidos entre las páginas, reflejando la penetración de su autocrítica; un mensaje revela la profundidad de su locura:

"Mi querido Johan: Si encuentras este mensaje, de seguro, lo leerás horrorizado y no te culpo, supongo que, como Medea, me he dedicado a destruir a mis propios hijos, a sacrificarlos como Abraham, a devorarlos como Neptuno. El fruto de mis entrañas, mis escritos, han sido acuchillados siguiendo la propuesta de crítica de cada escuela literaria que conozco, y ninguno ha sido encontrado bueno. La razón de mi renuencia a publicar está ahí. Ante la imposibilidad de jamás congeniar con la crítica decidí, como ese monstruo Alemán, encerrar a mis libros, ocultarlos, no dejarlos ver la luz para evitarles el sufrimiento de la crítica, antes bien, yo misma los mutilé, los critiqué y los marqué para que nadie más (a excepción tuya), pudiera decir que mis textos no sirven. Vale, Johan, como un recordatorio a tus alumnos que decidan transitar la vía dolorosa de la escritura".

Cuando terminaba de leer, el Adán, siempre con sus impertinencias, me hizo el comentario: "me parece bien que no haya dejado leer su obra a nadie, mano, con esos referentes, la neta que su escritura ha de ser bien pobre".

Lo dejé peleándose con Jonás por el último misterio de Hercules Poirot y miss Marple y me salí a echarme una mi chela, y a disfrutar lo que queda del último capítulo de la novela de mi amiga.

4 comentarios:

la-filistea dijo...

??
Ser o no ser. me gusta la etiqueta!
Como sos tan pajero ya no sé si creerte. (rolleyes).

Johan Bush Walls dijo...

Filistea: Ya viste pues, la genialidad de inventar un lugar común, ese escritorcito inglés sabía lo que hacía.

Salud pue.

Anónimo dijo...

Felicitaciones, Johan, en tu primera milanesa. Que te lean muchos más y la sinceridad no te abandone ¿o también es paja?

Johan Bush Walls dijo...

Ánonimo: Gracias por la felicitación, ahí vamos, poco a poco. La sinceridad, la franqueza, la honestidad, nunca serán paja.

Salú pue.