jueves, 24 de septiembre de 2009

Relaciones, atracciones y otras fatalidades

A pesar de mi timidez les he contado algunas cosas que pasan al terreno íntimo, recuerdan el episodio de Marina (quien no se llama así); además por ahí he mencionado a mis dos hijos, ellos viven en el extranjero y la única comunicación que tenemos es vía Skype y correo electrónico. Aparte de eso muy poco, pero no se hagan ilusiones, así seguirá este rollo, la timidez no se quita de un día para otro.

Hace unos días me topé con Marina (ese no es su nombre, pero así le decimos aquí entre nos), la iba a saludar, ya saben, iluso que es uno, creyendo que se pueden mantener relaciones amistosas con las ex, pero se hizo la loca y se cruzó la calle. Me quedé un poco contrariado porque quería platicar con ella. La verdad, así sin pajas, es que estaba buscando alguien con quien platicar, sin importar quien, era uno de aquellos días en los que la soledad ataca, pero se pasa rápido.

Seguí caminando y llegué a La casa de los nazarenos, ese cafecito que está enfrentito del Conservatorio nacional de música. Entré, pedí una mi tacita de café, saqué un mi librito, me acomodé, adopté mi pose antropológica, pero como no había nadie me puse a cazar moscas con la vista; nada que con la mano, como Obama; o con palillos chinos, como el Karate Kid; yo con la pura vista, así miren, así.

Unos minutos habían pasado cuando entró una pareja, bien chavitos ellos, parecían estar peleando, digo yo, porque la gente no se habla gritando. Se sentaron uno frente al otro, ahí fue cuando confirmé que estaban peleando, pues aunque no los conozco, es casi seguro que de estar contentos se hubieran sentado a la par. Cuando uno es patojo aprovecha cualquier lugar para apechugar a la novia.

La niña tenía los ojos rojos, su compañero miraba al horizonte, ella rogaba, él se dejaba rogar, pura escena de telenovela mexicana parecía. Pidieron un café y siguieron con la pelea, así pasaron algunos minutos. Finalmente ella sacó un peluche de su mochila (al mismo tiempo salieron volando unos cuadernos), le arrancó la cabeza, tiró una parte al suelo y la otra a la cara del patojo (pero no le acertó), se dio la vuelta y se fue; el chavito se quedó con cara de tonto; yo que soy muy observador me di cuenta que esa cara ya la llevaba cuando entró, o sea que no fue por el clavo que se le puso así.

Entonces, de golpe, me acordé de una novia que tuve, hace muchísimos años, era una muchacha bonita, aunque nada excepcional; me gustaba cuando se me quedaba viendo, como dicen los mexicanos, con ojos de borrego a medio morir. Era bien linda, se esforzaba mucho, me escribía largas cartas de amor, y también poemas, decían más o menos así: pero me acuerdo de ti y se me desgarra el alma; n’ombre esa es la letra de una canción. Lo que les quiero decir es que se plagiaba canciones y poemas, luego me los dedicaba; se daba a querer.

La relación no duró mucho, porque de una carta a la semana, pasó a una diaria y después a dos o tres. Ahora agradezco que no haya sido en estos tiempos de Internet, correo electrónico y blogs, porque me los llenaría en un decir Jesús. El asunto es que se convirtió en una Fatal atraction (no me vayan a decir que no se acuerdan de la mentada película), afortunadamente yo no tenía conejos que me pudiera poner a hervir. Me libré de ella más fácil de lo que imaginé: me cambié de casa y no le di mi nueva dirección.

Ahora que lo pienso, hay muchas parejas que se convierten en fatal atraction. Cuando uno llega a sentirlo han acaparado todos los espacios, se hacen omnipresentes (pero no porque sólo quieran mantenerse en el Omni), cuando uno no está llaman, y si no se les da aviso cuando se sale se ponen agresivas y terminan llorando, bien manipuladoras. Lo peor es que como cuesta librarse de ellas.

Yo creo que no sólo las mujeres se transforman en atracciones fatales, también deben existir hombres que lo hacen, pero eso que lo cuenten las estimadas maestras que tengan a bien leer esta notita.

Salú pue.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Independencias, dependencias, el señor León y la negra que tiene tumbao

Es el cumpleaños de la patria, el estribillo anda en boca de todos. Se pone bien azul la ciudad, llena de banderitas, bien linda se mira.

La verdá que ese rollo de la independencia ni me va, ni me viene. Pensarán que lo digo porque no nací en este país, pero no duden que me siento tan guatemalteco como tú. Sucede que soy iconoclasta y no puedo hacer nada al respecto.

Siempre he dicho que la independencia está bien, ya vieron que Gandhi se moría por ver una India libre, y así fue. Por eso no minimizo esas cosas, cada quien puede ponerse banderitas donde lo crea conveniente y celebrar, y marchar, y tocar redoblantes.

El asunto viene a colación porque unos hablando de independencia y yo ando de dependencia en dependencia. Les cuento: estoy haciendo un mi trámite burocrático. Como saben, esos señores son especialistas en complicar todo y lo que debió haber tomado un par de horas se convirtió en aquella famosa historia que escribió Kafka. Entonces me mandan y regresan de una a otra dependencia, estas a su vez dependen de alguien que, según dice, no puede darme una solución.

Se trata de algo simple, eso creo. El patojo de la ventanilla tiene voluntá, claro que él depende del titular de la dependencia; por eso me envió a otra dependencia, para ver si podían ayudarme; pero nel pastel, ellos también dependen del mismo jefe. Así es que me toca esperar a que pase el feriado por la independencia patria. Me la hicieron cansada y así me siento, cansado.

Por eso terminé pensando que la independencia nos dejo llenos de dependencias que complican la vida del ciudadano independiente.

Todavía estresado, llegué al internet del Adán buscando algo de relax o de relajo en la web, y con ganas de contarles el asunto. Me senté, al rato me di cuenta que tenía una llamada perdida y un mensaje de voz; lo escuché y resulta que una linda y agradable voz femenina me dice: Johan, por favor puede comunicarse con el señor León, al teléfono xxxxxxxx, para un asunto que le interesa.

Tuve la intención de devolver la llamada, pasó por mi mente que alguno de esos burócratas se había compadecido de mí. Eso no sucede, me dije, al tiempo que recordé la broma clásica.

El Adán y el Beto me miraban de reojo, fue ahí que les eché a perder el chiste. Ni crean que voy llamar al zoológico y preguntar por el señor León, esa broma es tan vieja que creo que la inventó el mismo Noé, les dije. Se quedaron viéndome, con cara de decepción. Yo seguí escribiendo mi post.

No sólo los trámites burocráticos hacen estragos, también los desfiles, aunque a la larga hacen menos que las procesiones, así es el centro histórico. En estos días el tráfico se pone peor que de costumbre, porque ahí anda la mara de arriba para abajo, corriendo con una antorcha en la mano, y todos atrás de quien la lleva, como que fuera Forrest Gump.

Conste que muy de vez en cuando se tiene suerte y el congestionamiento es provocado por algo que vale la pena ver; como sucedió hace unos días.

Se acuerdan de aquella morenaza que aparece en el video de Celia Cruz, el de la canción que se llama, o que dice: La negra tiene tumbao. Fíjense que iba con unos cuates, caminando a la altura del Artecentro de la fundación Paiz (de lo poco que les quedó después de haber vendido los supermercados a Walmart), y que empiezan a circular más despacio los carros, y aprovechando el rojo del semáforo se quedan parados y así se mantuvieron, a pesar de haber cambiado a verde.

Yo soy mero distraído y primero me di cuenta del embotellamiento, pasados unos segundos volteé la mirada y que se revela ante mis ojos tremenda mujerona, era ella, la misma del video. Fue ahí que entendí por qué todos se quedaban observando; si hasta una patoja le pegó un codazo a su novio, no porque él estuviera viendo, más bien porque él no había visto, lo codeó para avisarle, buena onda ella.

El espectáculo duró unos minutos, la chica correspondió las miradas, sonrió, se detuvo, luego siguió caminando, moviéndose más, como en el video. Fue impresionante, aun después de haber desaparecido todos quedamos con la vista fija hacia el lugar en el que estuvo.

Con esta evocación se fue mi estrés, al grado que dije en voz alta: claro que tiene tumbao la negra.

Salú pue.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Apuntes del día noveno, del noveno mes, del noveno año.

En el día noveno, del noveno mes, del noveno año del tercer milenio, sucederán cosas extrañas. Es un intento de profecía, aunque nunca he sido bueno para ver el futuro, no niego que a veces me dan ganas de entrarle a la profetizada, como hacía Juan Dámaso. Mejor esas cosas se las dejo al Jonás.

El día tiene algo de cabalístico, pero me temo que hace falta que sea el año 9999 para que de verdad se preste a más supersticiones. Si alguno vive hasta esa fecha me cuenta, aunque pensándolo bien no podría hacerlo porque no estaré.

El Jonás y el Adán dicen que alguien pronosticó un cataclismo para el 09-09-09, a las 09:09; ya ven que no pasó nada. También mencionaron que alguna gente opina que será a las 09:09pm. Digo que no hay de que preocuparse, nada pasará; además en la noche ya serían las 21:09.

Dejando de lado los delirios de profeta, pues no tengo ningún talento para ello, viene a mi mente un post del maestro Juan David Vélez, colombiano él, quien tiene un blog bien chilero. Él habla de sus talentos y leyéndolo me dieron ganas de explorar dentro de mí, para ver si tengo alguno.

Hace algunas décadas, cuando todavía daban boleto al subir a la camioneta, ¿recuerdan que tenían un número? Uno se ponía a sumarlos y si daba 21 se lo podía cambiar a una patoja por un beso. Yo era bueno para encontrar esos boletos, no era que tuviera suerte y siempre me tocaban, lo que hacía era quedarme viendo a los que la gente dejaba tirados y de inmediato me daba cuenta si sumaban 21. También era bueno para encontrar los capicúa, claro que por esos no daban beso, pero era raro conseguir uno. Por aquellos años mi hija miraba Plaza Sésamo, ahí salía un vampiro que tenía la manía de contar todo: 1, 2, 3, 4, y así se iba. A mí se me pegó, sólo que ahora cuento cuentos pajeros.

Algo que considero un verdadero talento es que puedo leer un libro y al terminarlo lo dejo como nuevo, sin hojas dobladas por las esquinas, sin manchas en la portada, nítido queda. Es algo que no sirve de nada, porque el tiempo termina por arruinarlos, se llenan de polvo y las hojas se ponen amarillas.

Lo de contar cuentos si me ha sido útil. Cuando llegaba tarde, o no llegaba, al trabajo, era fácil inventar un cuento. Los hacía tan perfectos que siempre convencía al jefe. Si era un accidente y me pedían detalles, sobre lo que fuera que hubiera contado, inventaba sin parar. Así fue como me hice pajero. Esto es paja maestros y maestras, nunca en la vida he tenido un trabajo fijo, con jefe y todo lo que conlleva.

Durante el tiempo que tengo de escribir este blog, he descubierto que poseo el talento de exasperar a cierto tipo de gente. Personas que no conozco, ni me conocen, pero que se enojan conmigo; quizá se sienten reflejados o aludidos en lo que escribo. Una vez hasta llegaron a retarme a un debate sobre los cuentos pajeros. Es quizá lo más chistoso que me ha pasado, porque ¿quién querría debatir sobre pajas?

Creo que otro de mis talentos es que todo me da igual, no me hago bolas. Y ahí le paro, pues no quiero parecer engreído. Mejor compartan ustedes sus talentos.

Salú pue.