Anoche que regresé a mi casa no era tan tarde, quizá las ocho, el ambiente estaba húmedo, porque recién había terminado de llover. No soy tan despistado, pero muchas veces me entero tarde de las noticias, por eso me causó sorpresa encontrar al Jonás, estaba sentado en la banqueta, tenía un six pack en una mano y un cigarro en la otra, a la par estaba su mochila.
De golpe recordé, según él mismo me contó, que la última vez que se emborrachó fue el 31 de diciembre de 1999; pensó que sería el fin del mundo y se le hizo feo eso de irse sin haber bebido; ese día se puso la única papalina de toda su vida.
No fue el fin del mundo, el Jonás dio gracias a su dios y terminó convirtiéndose en pastor, predicador y dueño de una iglesia en el centro.
Como me di cuenta que el six pack estaba intacto, claro que él ya llevaba puestas algunas chelitas entre pecho y espalda, entonces lo hice pasar; se sentó en mi sillón, luego de mover todo lo que hacía estorbo, y se puso a llorar: se murió vos, nada será lo mismo sin él.
Pasé un par de minutos intentando descifrar lo que decía; él lloraba, gemía, se retorcía en el sillón y repetía: se murió vos. A todo eso ya había destapado una cerveza, entre lloriqueo y lloriqueo le daba un sorbo. Me senté a verlo, agarré una chela para mí, esperé a que se calmara, pero nada; entonces le dije, como queriendo suavizar la situación: se murió, pero resucitó al tercer día vos.
En ese momento tocaron la puerta, era el Adán: vos Johan, se murió Michael Jackson; entoncés el Jonás gritó algo que sonó a ¡uuh! y se levantó a caminar para atrás, arrastrando los zapatos; dio una serie de giros, se encuclilló, guardando el equilibrio, se volvió a parar, finalmente se sentó y siguió llorando.
El resto de la noche estuvimos oyendo Thriller, el Jonás lo llevaba en su mochila, era de aquellos discos de acetato, una joyita, de colección. El Jonás bailaba y el Adán se reía, cosas de borrachos pensé.
Cuando llegó la madrugada el Jonás se quedó dormido, el Adán se recostó en el suelo, yo me metí a la cama. Por la mañana, ya más relajado, aunque de goma, el Jonás me relató su obsesión con el Michael, como se aprendió los pasos de Billie Jean (todavía le salen), todo relatado con la voz de un fan que perdona los deslices de su ídolo, aun las acusaciones de pederastia.
El Adán se levantó medio tonto, les serví café, como buen anfitrión que soy; el Jonás completó la historia, contando que incluso tenía en un marco la chumpa roja, igualita a la que el Michael usó en el video de Beat it: Me la mandaron de los USA, Johan, una tía me la compró vos, yo sólo tenía diecinueve años.
No sé por qué asumí que todos los evangélicos, que andan en los cuarenta años, fueron fans de Michael Jackson; quizá porque en los ochentas ese tipo de baile era casi obligatorio; igual que los evangélicos de los cincuentas, ellos fueron fans de Elvis, cuando dejaron de mover la pelvis se fueron con Billy Graham; o los de los setentas que se desencantaron cuando los Beatles dijeron que eran más grandes que Jesucristo.
El Jonás todavía le enseñó al Adán algunos pasos de Thriller, luego se fueron, era temprano, como las siete de la mañana.
Me quedé recogiendo la basura, al rato salí a comprar el periódico, ahí me di cuenta que también había muerto Farrah Fawcett, entonces recordé que de patojo tuve una colección de fotos de ella, lancé un suspiro, pues había sido protagonista de algunos de mis sueños húmedos; hasta estuve saliendo, en aquel entonces, con una mujer que se peinaba igual que ella.
Ironías de la vida, dije en voz alta, quizá el Michael estaba pensando irse de farra, y al final se fue con la Farrah.
Yo nunca quise bailar como Michael Jackson, ni me interesaba mucho, pero se murió; pensaba que era algo que me sería indiferente, pero ya ven, me dieron ganas de compartirles esta anécdota.
Salú pue.
El anterior mensaje es cortesía de: FUNERALES VIVOS RECUERDOS
El tambo — Capítulo 4
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—Joven, hágame el favor, por vida suya, ayúdeme a subir el tambo por la
puerta de atrás.
Un poco de esfuerzo y el tambo quedó acomodado. El brocha apurab...
Hace 11 años